Se queja esta aprendiz de Mata Hari de que la prensa va a por ella solo porque es rubia y mujer, pero también es rubia y mujer Leticia Sabater y nunca tuvo tanto tirón mediático. Asegura que no quiere hacer daño al Rey pero acto seguido se pone a largar ante el primer paparazzi que pasa por su lado.
Corinna es una mala imitación de Grace Kelly y sus pedruscos prestados y sus modelitos Barbie princesa no son más que el envoltorio engañoso de lo que es en realidad: una intermediaria del trapicheo monegasco en el que ha caído la vieja Europa, una comisionista del lío en Río en el que se ha visto envuelto Juan Carlos I.
Corinna se ha creado un personaje ya manido en la literatura y el cine, el de la supuesta aristócrata superpija de apellidos interminables y prusianos, el de la top que no da un palo al agua y que pulula por las cancillerías, reinos y palacios europeos en busca del chanchullo fácil. Corinna es una fórmula tan vieja como el tiempo, la rubia peligrosa que por la noche envenena de Chanel Five al pez gordo de turno y al alba le roba las joyas y la cartera, cuando el gran hombre, ebrio, agotado y descorbatado, yace por fin en la cama con dosel del hotel sin haberse comido un colín. Desde Lubitsch sabemos que las cazahombres engatusan a reyes y duques empalmados de lujuria y champán francés, pero por la mañana, cuando ha pasado la fiebre del vals, la luna llena y las falsas promesas, les dan con la puerta en las narices y si te he visto no me acuerdo. Las corinas de la vida enamoran a los gobernantes de medio mundo pero terminan largándose con el gitanazo que espera dentro del coche con su camiseta de rayas gondolieras y su tatuaje amor de madre.
Treinta años de austero y fructífero reinado juancarlista han quedado ensuciados al final por un desliz con la reina del artificio, por un error con una aventurera marbellí que hunde monarquías como quien juega a los barcos, por las intrigas palaciegas de una condesa descalza con linajes baratos de Sissi Emperatriz. Engañarás al duque, engañarás al Rey, engañarás a la Historia, Corinna, chata, pero nunca podrás engañar al pueblo. No vayas de única porque se te transparenta toda la ambición. Como los pezones de la Hathaway.
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