Si hoy nuestros políticos no dan la talla que de ellos se espera, si deciden entregarse al "y tu más" de la corrupción sin aportar pactos contra la crisis, medidas contra la miseria y el hambre, soluciones, en fin, para sacar al país de la situación medieval por la que atraviesa, se habrán pegado el último tiro de gracia larraniano. Rajoy, como presidente del Gobierno, debería dar explicaciones sobre los 22 millones de su filesa suizo, de sus tristes fiestas entre confetis millonarios, de sus sobres gurtelianos, inmorales, delictivos. Pero además el líder del PP está en la obligación de rendir cuentas de su gestión y de liderar soluciones, si es que las tiene. El problema es que mucho nos tememos que al manda gallego le interesa que el debate se sitúe en la corrupción, una cómoda cortina de humo para no hablar de lo importante y urgente: la agonía del pueblo, o sea. Por otra parte, Rubalcaba tampoco puede quedarse en el discurso elemental del palo al Gobierno que es de goma y tendrá que explicar cuáles son sus propuestas. Aquí es preciso recordar que el líder socialista tampoco está entre los políticos más valorados por la opinión pública, ni mucho menos, y que el PSOE tiene pendiente una renovación interna de caras, ideas y proyectos.
Así las cosas, estamos ante un debate crucial, quizás uno de los más importantes de nuestra joven y bisoña democracia, aunque ya digo que mucho me temo que al final del combate de barro todos se darán una ducha fría y se irán tan tranquilos a tomarse unos pinchos al bar del Congreso. Por mi parte, he decidido seguir el ejemplo tonificante del compañero Ramón Lobo, quien hoy escribe muy acertadamente en su blog: "En los días que hablan los Zapajoy sobre el estado de lo que desconocen, pongo música, me ausento. Observo el lento pasar de las nubes con todos los tonos del gris y pienso en el sábado, en las mareas". Uno comprueba con satisfacción cómo en Internet se está haciendo el columnismo de más calidad de este país, lejos de los tertulianos apesebrados que peregrinan de plató en plató, de los editores fatuos y cobardes de periódicos vendidos al poder del dinero, de los directores que olvidaron pisar la calle y se refugian en sus despachos opulentos. Uno se siente libre, confiado y con ganas de seguir escribiendo. Salud, Ramón.
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