miércoles, 6 de febrero de 2013

LOS COLEGIOS

(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 14 de septiembre de 2009)

Como todos los años por estas fechas, toca columna de niños, esos pirados bajitos. Hitchcock solía decir: «Nunca trabajes con niños, con animales o con Charles Laughton». Pero ha llegado septiembre, estanque de tristeza dorada, y toca columna escolar sobre la vuelta al barracón, que en esta comunidad autónoma los niños son como pequeños marines que en lugar de llevarlos a un colegio con jardín, claustro y campo de furbito los llevamos a un cuartel militar y desmontable, como a los cascos azules de Bosnia. Dentro de nada se va a imponer como uniforme escolar la casaca y el pantalón corto de camuflaje. Al tiempo. 
Ocurre que a los niños los tenemos metidos en barracones académicos porque la educación, tal como la viene entendiendo el PP valenciano, se ha convertido en una cuestión menor oscurecida por los ferraris, las velas, las raquetas, el cemento y la cosa. Y no es en realidad por falta de presupuesto, ni de planificación escolar, ni de maestros sabios y valientes (que ahora para ser maestro hay que ser cinturón negro, de ahí para arriba). Es mayormente porque la política educativa de esta derecha de superproducción Samuel Bronston se reduce a que no ha habido política educativa. 
O sea que caminamos hacia una legión de colegiales bunkerizados y barraqueros porque una sociedad ágrafa es una sociedad mucho más maleable, modelable, influenciable. Los niños valencianos son los reyes de la calabaza, pero eso no le importa al Gobierno Camps. Un aula llena de fracasados abrazará algún día el jersey Lacoste y la gaviota rampante. Se saca más parné dando un pelotazo hotelero en la playa que enseñando a leer a un niño. Antes que impartiendo aritmética o Historia, que la andan cambiando cada año y no hay quien se aclare, interesa una promoción de niños peleados con la ortografía, enemistados con la gramática. Y ya se sabe que un niño sin ortografía es un niño vacío de contenido, porque la sintaxis es una facultad del alma, véase Valéry. 
La conclusión de tanto desgobierno escolar es que los jóvenes de hoy terminan cayendo en la videoconsola, en el hamburguer, en el SMS de jergas cirílicas, en las malas películas de zombis, en la catana psicópata, en la escopeta de perdigones que en USA dispara balas de verdad, en la Suzuki de dos y medio y en el botellón feliz saturday night, como esos jóvenes de Pozuelo que han dejado la ciudad arrasada en una vicalvarada imberbe de incendios, orines, alcohol y porros. «Ha sido cosa de cuatro niñatos», dicen desde el ayuntamiento para quitarle hierro al asunto. No nos engañemos. Sólo se cae en el mal si no se sabe lo que es el bien, decía Sócrates, al que empujaron a la cicuta por querer hacer pensar a los jóvenes. Esto no es cosa de cuatro niñatos con un mal pedo, es algo de mucho mayor calado: el producto justo y necesario de unos padres fumetas y unos quinquenios educativos absurdos y aberrantes fabricados por los psicólogos ocurrentes del régimen. 
La juventud del PP valenciano/madrileño, la juventud huérfana de abecedario, empieza a pagar ahora tanta falta de inversión en libros y pupitres. Estos chicos son ya la generación del dinero, que es la filosofía que ha propagado el PP todos estos años. Son la generación del tocomocho político, de las cenas-homenaje para defraudadores de Hacienda, del comisionista yuppi, bigotón, trepador y chupasangres. Lo malo es que un presente sin colegios es un futuro de cárceles y parados. Y así nos va. Esta juventud que están creando los doctores Frankenstein del Consell no conoce a Bruce Springsteen, no ha leído nunca una mala línea de Kafka y de Franco apenas intuye que era un señor bajito con muy mala leche, y eso con suerte. No es necesario, ocupado lector, recordar lo que le pasa a un pueblo que cae en la amnesia. 
Esta derecha que quiere dar clases de Ciudadanía en inglés o en chino mandarín (precisamente para que los niños no entiendan lo que es la ciudadanía) está abonando una adolescencia iletrada, opulenta, egocéntrica, nihilista y malcriada. Ellos cachitas de gimnasio, reyes del cabello trasquilado y del gayumbo asomadizo, pandilleros del balón. Ellas tatuadas como cómics, operadas del tetamen y anilladas hasta el chichi. Viven en un botellón perpetuo y caribeño, abierto hasta el amanecer, y vuelven a casa folladísimos y con un resacón tonto y dominguero. Los cincuenta nos trajo a los roqueros, los sesenta a los hippies, los ochenta a los arquitectos de la movida democrática. Pues esta generación estupidizada y anestesiada del PP es yerma, estéril, no cree en nada, no sabe de nada, se disuelve en la nada. 
Ahora Esperanza Aguirre quiere ir contra el puterío que se gana la vida honradamente. La caza a la hurgamandera se ha abierto también en Barna. Reprimen a las prostis mientras los colegiales de Atila, camastrones e ignorantes, hacen pellas para darse a la inocente kale borroka. Que dejen en paz a las distraídas del tanga, hombre, que no le hacen daño a nadie. Y al alumno navajero y gansteril, un pico y una pala. 


Imagen: Forges

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