(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 27 de abril de 2009)
El pequeño emperador, el bohemio soñador de la derecha, el hombrecillo duro, ha salido otra vez del rincón de la Historia para pedir una reforma laboral «seria e imprescindible». Aznar. José Mari. El hombre.
De cuando en cuando se nos aparece en el púlpito de la FAES, como un espíritu arrogante, altivo, dogmático, como una aparición mariana embriagada de incienso, para salmodiarnos con sus recetillas ideológicas avinagradas. Para que luego digan que en la derecha no hay intelectuales. Larga de los moros y cristianos, de la Reconquista, del furbo, del rojo bolchevique, de esto, de lo otro, de lo divino y lo humano, y en políglota, no se vaya a creer el lector.Esta vez tocaba Economía. Cree que los europeos trabajamos menos que los yanquis y cobramos más paro, critica que Europa prefiera mantener al parata antes que «animarle a conseguir un nuevo trabajo». Muy bien. Aznar quiere resolver el problema del paro. Pues para empezar a resolverlo le mandamos a todos esos pilletes que se han quedado sin empleo desde que no gobierna el PP, a todos esos conseguidores, tramitadores y comisioneros del chollo fácil, los Bigotes y los Correas, fulanos a los que Camps trata de amiguitos del alma, ya sabe el lector, te quiero un huevo tronco, y que los vaya animando el señor José Mari a trabajar, que hasta la fecha no han pegado ni chapa y se lo han llevado entero. O mejor, que vaya colocando en su partido a esa recua de tramoyistas del chanchullo que han hecho carrera estos años montando guateques y bodas, como la de su hija Anita con Agag.
Si el señor José Mari opina que el subsidio le sale caro al país, pues cuando vuelva enrollamos el Inem como una alfombra y lo vendemos en el rastrillo, por sucursales, con sus funcionarios, sus telarañas, sus botes de típex y sus parados, y que nos diga también si piensa enchufar en la inmobiliaria de Carlos Fabra a tanto chupamingas que se ha quedado desocupado tras las higiénicas redadas de Garzón. Otro día puede que nos salga con que las pensiones son un lujo, o que el salario mínimo está por las nubes, o que nada de médico por lo social, a cifrar en la privada. Entonces le ponemos el cartel de «se traspasa» al Estado de Bienestar y a otra cosa.
El aznarismo de ayer nos trajo la ruina de hoy, y ahora Aznar quiere que pague el obreraje. Cágate lorito. Él, que abonó con su política los años del destarife, el despelote y el desmangue capitalista. Él, que iluminó a los bucaneros de la corbata por la mar océana de la codicia. Él, que convirtió España SA en un trust de chinorris del mierdeo inmobiliario al enarbolar la bandera del cachondoliberalismo y su Biblia malvada, la infame Ley del Suelo. Primero rompe los platos y ahora quiere pegarlos. Déjelo señor José Mari, que ya nos buscamos nosotros otra vajilla.
Que Aznar no sea presidente de Moncloa no quiere decir que no mande. Sospechamos que en los pasillos intrigantes de Génova, donde a Rajoy se le sigue viendo como un líder blandulón, manda más que Milikito en la caja tonta, que ya es mandar. La cosa es que el ex premier se ha metido tanto en su personaje que se lo ha terminado creyendo, como Bela Lugosi, aquel actor tronadillo que acabó durmiendo en el ataúd del Conde Drácula. Aznar, a fuerza de creerse su papel, se ha quedado en una vieja gloria crepuscular que se va plagiando a sí mismo. La Historia es una retahíla de hombres que se plagian unos a otros. A Cela, que lo han cogido plagiándose a una escritora, quieren sacarlo del nicho para que declare como imputado (hoy día todo dios está imputado en algo, eso no quiere decir nada). A este paso, a don Camilo le retiran el Nobel y se lo dan a la occisa Corín Tellado, que era más maja que las pesetas, aunque no supiera escribir la pobre. Para mí que Aznar es la Corín Tellado de la política. Aznarín Tellado. Un autor prescindible.
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