(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 15 de junio de 2009)
El brazo, ese brazo segado, arrancado, enajenado por el ciego capital, ese brazo noble de obrero, el brazo anónimo y digno que rema en la patera, que no tiene papeles ni voz ni voto, el brazo de ese honrado sudaca al que un patrón siciliano ha dejado tirado en la cuneta a unos metros del hospital, no es ni más ni menos que el brazo que ha perdido la izquierda en estas elecciones europeas. «Si te preguntan, comenta que tuviste un accidente, pero no digas nada de la empresa», le aconsejó el negrero antes de darle la patada trasera, cruel, inhumana. Sólo le faltó decirle: Muérete si quieres, chico, pero no molestes.
Sin saberlo, ese vampiro que ha tirado el brazo de su trabajador al estercolero de la vergüenza se ha convertido en un trasunto del fantasma que recorre Europa. Una derecha que descuartiza al obreraje y esconde sus despojos para que no se vea la masacre, una derecha que aplasta al ser humano para salvar su pasta canalla, una derecha que trata al trabajador como carnaza numérica para alcanzar un sueño de lodo dorado.
El PP saca pecho con esos dos puntitos que le ha furtado a Zetapé en las europeas en medio de la peste económica, de la guerra del feto y de la astenia democrática del europeo medio. Los chicos del PP navegan ya en la nave felliniana de los locos, ebrios de victoria, esproncedianos de euforia, viento en popa a toda vela, mientras sus cargos públicos enfangados desfilan sonrientes por la pasarela judicial. «A la gente le da igual que Camps y yo seamos inocentes o culpables», ha dicho Carlos Fabra, que se toma cada cita electoral como un juicio con jurado. Alarte cree que el PP ha ganado porque se ha producido una degradación de la sociedad. Pero no es el ciudadano el que degrada la democracia por ir a votar, es la clase política la que ultraja la pureza de las urnas.
La derecha celebra su ceremonia de la unificación mientras en la trastienda se afilan los metales y se esconde la basura. A Mayor Oreja, que pasea su busto muermo por los balnearios de Europa como aquellos nobles decadentes de la Montaña Mágica de Mann, lo mandan a Bruselas porque no saben dónde meterlo al hombre; Rajoy coge aire en medio de la Gürtel; al tesorero ya le han echado el guante y va a tirar de la manta de un momento a otro. Pero todo eso da igual. La derecha sólo necesita un poco más de paro, un poco más de crisis, un poco más de miedo para ganar las generales. No importa cuántos lleguen con las manos manchadas, ha empezado la marcha de los cruzados que caminan hacia la victoria sucia, hacia la Jerusalén socialista. El 7-J ha sido otro paso hacia la Europa ágrafa que ya no vota, hacia la Europa anoréxica de ideas, hacia el cortijo sardo, saturnal y orgíastico de Berlusconi, no sabemos si con velinas y ragazzas sofaldadas, pero es muy probable que con la corrupción como bandera.
La historia de ese Jack el Destripador de Gandia que ha preferido salvar su chiringuito ilegal antes que salvar el brazo y la vida de un hombre es la avanzadilla de una clase empresarial podrida y desalmada que se extiende como un cáncer por la vieja Europa. Es la derecha del barrigón cervecero pillado in fraganti por los reporteros de Comando Actualidad cuando rociaba a un harén de chais con su lluvia amarilla de champán marbellí; es la derecha de Paco El Pocero, que ahora quiere exiliarse en Guinea para seguir estafando al negrito del África tropical; es la derecha de Florentino Pérez, un mesías del capitalismo que se gasta cien kilos en una vedette futbolera mientras el currito empieza a hincarle el diente a la suela de la bota, como hacía Chaplin. Ésta es la derecha que llena autobuses mentirosos de sudacas y africanos para llevárselos de mitin a cambio de un mendrugo de pan.
Y ese brazo suelto, arrancado, elidido, explotado, el brazo desgarrado que pintó Dalí, el brazo del pueblo que amasa el pan honrado, el brazo que un patrono ha arrojado al cubo de la basura como un mal escupitajo, quedará para siempre como símbolo de un momento histórico, como el brazo de San Vicente, pero sin embalsamar ni canonizar, que el del inmigrante es un potencial brazo chavista y a los rojos ni agua. La patronal caníbal engorda y la izquierda se queda manca. Está claro quién ha ganado de verdad estas europeas. El millonetis, el corrupto, el hortera y el facha.
Imagen: Padylla
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