viernes, 1 de febrero de 2013

EL LADRILLO

(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 8 de marzo de 2010)

El Gobierno cree haber encontrado la fórmula mágica para sacarnos de la crisis: devolvernos a todos, otra vez, a la era del ladrillo, que es la Edad de Piedra de la Economía. Por lo visto, ZP quiere crear 350.000 puestos de trabajo en el sector de la construcción, lo cual recuerda peligrosamente a aquellos otros 800.000 puestos de trabajo que prometió Felipe, y de los que nunca más se supo. 
Éste es un país que avanza a golpe de ladrillo y de paleta. En los 50 fuimos paraíso sexual de famosos: Ava Gardner montándoselo con toreros y Hemingway dándole al porrón todo el día. Pero aquella España folclórica, torera, hermética, racionada, se agarró al ladrillo para salir de la miseria. Y hala, a hormigonar el mar y la costa, lo cual nos sirvió para entrar en la ONU, y de paso chapurrear algo de inglés. Luego, en los sesenta y eso, seguimos llenando el Mediterráneo de cemento y de suecas. Una de nuestras mejores películas es El pisito, no lo olvidemos, que precisamente va sobre el ladrillo franquista. Desde entonces, pueblo y gobernantes han prosperado a golpe de ladrillazo. 
Quiere decirse que no hay nada más genuinamente español que un albañil de pelo en pecho que enseña el calzoncillo en el andamio, que canta por Antonio Molina y que piropea a toda moza que se mueva, mientras va amontonando ladrillos en el dominó de la riqueza nacional. Ayer mismo escuché a uno de esos pequeños ruiseñores en plena actuación: «Si fueras un bollycao te comía hasta el cromo». Magistral síntesis de Quevedo y Bukowski. 
De modo que el Gobierno sociata lanza un plan de economía sostenible y al rato tiene que volver a lo de siempre, o sea, al ladrillo. Ordenadores, investigación, desarrollo, ecología, bits, nanotecnología, blogs, marcianitos de Krypton. ¿Todo eso para qué? Todo eso para los americanos, que inventen ellos, coño, que aquí estamos tan a gustito con nuestro ladrillito corrupto. 
En España los niños vienen con un ladrillo bajo el brazo. La industria del ladrillo es nuestra NASA, nuestra actividad fenicia, patria, autóctona. No sabemos si los que levantaron las pirámides eran esclavos o libres, pero seguro que por medio había un señor de la patronal de Albacete fumándose un puro y pidiéndole contratos basura, por un tubo, a Ramsés. Los grandes hombres de Estados Unidos se forjan en Harvard y en Wall Street. Los europeos en la Sorbona. Y los nuestros son más del máster del ladrillo para concejales trincones de Urbanismo. 
En España, el político, el empresario, el prohombre, se hace y se curte en el andamio/escuela de la corrupción. Ésa es nuestra universidad, nuestra industria señera, nuestro New Deal. La primera empresa española es el ladrillo delictivo, que es la que mueve trabajo y parné para todos e invierte mucha divisa en el extranjero, sobre todo en las Islas Caimán. China exporta garitos de todo a cien, nosotros exportamos barro cocido sucio y siciliano, qué pasa. 
No salimos de la cultura del ladrillo. El ladrillo para un español es como el bombín para un inglés, la Volkswagen para un alemán o Bollywood para un indio de la India. 
Ahora sólo tenemos que colocar a cuatro millones de paratas en el sector. Eso está hecho. ¿Usted qué es, ingeniero/a? Pues al andamio. ¿Y usted, abogado/a? Pues al andamio también, que poner ladrillos es como poner un pleito. ¿Y usted, psicólogo/a? Se me suba a la obra a enladrillar, y de paso le explica Freud al constructor, a ver si encuentra su superyó, el hombre, y se va quitando del vicio anal de la comisión y el sobreprecio. 
Con el ladrillo, el Gobierno nos va a sacar de la crisis. Fijo. Volveremos a ser grandes y libres, construiremos el Manhattan de la huerta, la Paramount castellonera. Tendremos dinero/cash. Ni acciones, ni bonos del Estado, ni euros, ni préstamos, ni coñas. Aquí, la moneda nacional es el ladrillo. De ésta nos suben a todos al andamio a cantar por Bustamante. Y que le vayan dando al Financial Times.

No hay comentarios:

Publicar un comentario