viernes, 22 de noviembre de 2019

EL YERNÍSIMO


(Publicado en Diario16 el 21 de noviembre de 2019)

En 1954, mientras Franco empezaba a alardear en el extranjero del “milagro económico” español, la prensa argentina implicaba a Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, médico y “Yernísimo” del Jefe del Estado, en un negocio fraudulento de importación de motos Vespas, donde pudo haberse embolsado 30 millones de pesetas. Fue entonces cuando en la calle los siempre ingeniosos españoles empezaron a cambiarle el título nobiliario al delfín del Caudillo y empezaron a llamarlo, no sin cierta sorna, “marqués de Vespaverde”. El escándalo de las motocicletas y las Aduanas fue tan mayúsculo que Franco tuvo que intervenir enviándole un telegrama a Perón en el que protestaba por lo que consideraba “una calumnia” de la prensa contra su yerno. No quedaron ahí los líos del Yernísimo. En 1971 la revista Cambio16 lo relacionó con otro negocio de exportación encubierta de obras de arte a la Filipinas del dictador Ferdinand Marcos.
Estas y otras peripecias aún más sabrosas del que fuera hombre fuerte del régimen se cuentan en el magnífico libro La familia Franco S.A., el que probablemente sea el ensayo más completo sobre la fortuna amasada por la familia del dictador que acaba de publicar el escritor y periodista Mariano Sánchez Soler.
Pero, anécdotas al margen, por lo que sin duda pasará a la historia el marqués de Villaverde es por su récord de participación en los consejos de administración del auténtico enjambre de sociedades anónimas en los que tomó parte durante los años del despegue franquista. Según Sánchez Soler, entre 1950 y 1979, “Cristóbal Martínez-Bordiú fundó, presidió y/o formó parte de los consejos de administración de diecisiete empresas cuyos capitales sociales, según las escrituras, sumaban más de cuatro mil millones de pesetas. Todas las sociedades anónimas que contaron con la presencia del marqués vieron crecer sus capitales y sus ganancias”.
El negocio de la construcción tampoco se le resistió al marqués. Y el éxito le iba a llegar de la mano de Ernesto Koplowitz, un judío alemán que en los años cuarenta recaló en Madrid huyendo del nazismo con su familia. A España llegó con lo puesto, como suele decirse, pero tras lograr un trabajo como administrativo en AEG, Koplowitz empezó a relacionarse con los altos funcionarios del régimen. Tanto se relacionó y con tanta ambición y acierto que logró quedarse con una empresa, Construcciones y Reparaciones S.A., a la que cambió el nombre por Construcciones y Contratas S.A. y con la que consiguió el contrato en exclusiva para el alumbrado y alcantarillado de la ciudad de Madrid. Cuando en 1962 el millonario emigrado perdía la vida al caerse del caballo en un infortunado accidente ocurrido en el Club de Campo de Madrid, su fortuna superaba ya los 2.000 millones de pesetas.
Pero antes de irse de este mundo, un par de escándalos lo persiguieron –entre ellos un caso de fuga masiva de capitales a Suiza, que estalló en 1958– por lo que el magnate entendió que lo mejor para sentirse seguro era blindarse colocando a algunos halcones del franquismo en el consejo de administración de su floreciente compañía. Y ahí es donde entra la familia Franco. En los sillones de Construcciones y Contratas se sentaron finalmente, como presidente, José María Martínez Ortega (padre del Yernísimo); el propio marqués de Villaverde; José María Rivero de Aguilar, subsecretario de Obras Públicas y uno de los prohombres del régimen que regalaron el Pazo de Meirás al dictador en 1938; así como Alejandro Bermúdez González, director del oficialísimo Instituto de Moneda Extranjera.
Tras la muerte de Koplowitz y una dura pugna entre sus herederos, ya que el magnate no dejó testamento, el holding Construcciones y Contratas fue un “juguete en manos del clan de El Pardo”, asegura Sánchez Soler. La cuestión terminó resolviéndose entre abogados y trifulcas familiares. Koplowitz tenía dos mujeres: Isabel Amores, con la que no había llegado a casarse y de la que tuvo dos hijos, Ernesto, el mayor, e Isabel Clara; y la aristócrata Esther Romero de Joseu, condesa de Casapeñalver, con la que tuvo dos hijas, Esther y Alicia, las famosas Koplowitz que en los años ochenta entroncaron con los “Albertos”, famosos financieros. Finalmente, en 1963, el consejo de administración de la compañía quedó formado por, entre otros, José María Martínez Ortega, que conservaba la presidencia; las dos viudas de Koplowitz; el Yernísimo (que siempre estaba ahí); y, un año más tarde, el abogado de Ernesto Koplowitz Amores, hijo del millonario. Aquel letrado era un tal José María Ruiz-Gallardón, futuro dirigente de Alianza Popular, que duró en el consejo de administración apenas un año.
“El marqués de Villaverde, como acólito de su padre, supo estar a la altura de su influyente situación. El suyo fue sin duda un trabajo bien hecho, pero político. La empresa naufragaba con sus consejeros de El Pardo y, en 1966, el padrino Ramón Areces [segundo presidente de El Corte Inglés] zanjó el contencioso. Enamorado de la viuda de Koplowitz Esther Romero de Joseu, y tomando a las pequeñas Koplowitz como ahijadas, puso al frente de Construcciones y Contratas a sus ejecutivos de El Corte Inglés, quienes condujeron la empresa hasta la cima. Isabel Amores y su hijo Ernesto terminaron vendiendo su parte por más de cuatrocientos millones de pesetas y, como una sombra, el caballero de industria Cristóbal Martínez-Bordiú recaló en otros puertos después de cargar las bodegas de su nave de cirujano financiero”, añade Sánchez Soler.

GOYA


(Publicado en Diario16 el 22 de noviembre de 2019)

Con motivo del segundo centenario de la apertura del Museo del Prado se ha reavivado el viejo y agrio debate entre expertos e historiadores sobre si Goya era taurino o anti. La polémica rebrota porque los comisarios de la gran exposición que conmemora el 200 aniversario de la pinacoteca otorgan al genial pintor español el carácter de “pionero” del movimiento social que en la actualidad trata de abolir las corridas de toros en España. Tanto es así que hasta las audioguías del museo con las que se informa al público asistente afirman que Francisco de Goya fue un adelantado a su tiempo en la defensa de los derechos de este animal.
La cuestión no deja de ser un nuevo capítulo de la secular batalla entre las dos Españas. Lo que sabemos es que hacia 1816 el artista nacido en Fuendetodos publicó su mítica serie de 33 grabados bajo el título La tauromaquia, en la que demostraba tener un profundo conocimiento sobre el mundo de los toros y sobre los episodios y lances concretos de la fiesta nacional. Se cree que Goya trabajó en ese proyecto desde principios de siglo y que fue elaborándolo con calma, sin un plan preconcebido, mucho menos después de que la guerra de la independencia interrumpiera la serie. Además, parece admitido que la intención inicial del pintor fue ilustrar algunos pasajes de la Carta histórica sobre el origen y progreso de las corridas de toros en España del escritor Nicolás Fernández de Moratín.
Los defensores del Goya animalista se basan en su supuesta sórdida y cruda visión del toreo, muy alejada del disfrute de la fiesta, con la que el artista impregnó algunos de aquellos grabados que dicho sea de paso resultaron ser un fracaso comercial. En los dibujos, los toros aparecen siempre majestuosos, nobles, orgullosos, mientras matadores y público son retratados en una posición moral inferior. Tal idea ha dado pie incluso a alguna que otra exposición en la que se analiza la figura de Goya como defensor del toro y se le presenta como un adalid del animalismo.
Lo cierto es que cuando un observador se acerca a los grabados una sensación extraña, de cierta repulsión, le invade. ¿Por qué Goya se recrea en algunos de los momentos más escabrosos y macabros de la fiesta pudiendo quedarse con los más alegres y divertidos? En la pieza Otro modo de cazar a pie, por ejemplo, puede verse a dos hombres lanceando a un astado con una violencia inusitada, brutal. Y en Desjarrete de la canalla con lanzas, medias-lunas, banderillas y otras armas se desprende que un grupo de desalmados en masa se ensaña con otro animal, que asiste con nobleza a sus últimos momentos. Los toros aparecen dibujados con naturalidad pero los rostros de los personajes humanos, desfigurados, borrosos y en ocasiones cadavéricos, casi espectrales, producen un cierto escalofrío. La serie es un documento informativo impagable sobre todo tipo de salvajadas cometidas en las plazas de aquella época donde no existían demasiados códigos y normas a respetar. Hay cornadas, descabellos, espadazos, golpes, patadas, sangre y en no pocas ocasiones una especie de gran orgía de la violencia, una masacre sin sentido que lo impregna todo y que planea como una maldición sobre el carácter español.
La teoría del Goya animalista (que en su día avaló la Real Academia de las Artes de San Fernando) se apoya en el hecho de que esta serie fue un gran fracaso comercial, lo que algunos expertos atribuyen a que el público de la época estaba acostumbrado a imágenes más amables, lúdicas y bucólicas de la fiesta taurina, mientras que en los grabados goyescos lo que queda representado es el dolor, la barbarie y la violencia como parte de la condición humana.
Al contrario, otros expertos en arte entienden que la belleza con la que Goya dibujaba al toro es base suficiente para entender que el gran pintor español amaba la fiesta. Algunos van aún más lejos y concluyen que el artista hizo de maletilla y novillero en algún momento de su vida, algo de lo que en principio no hay constancia documental. Se sabe que Goya acudía con frecuencia a las plazas de toros y que en 1801 fue testigo de la muerte de su amigo Pepe-Hillo. Tampoco eso quiere decir nada, ya que Goya pudo acudir a las corridas no como espectador y aficionado sino como profesional de la pintura, casi como un periodista o fotógrafo adelantado a su tiempo que necesitaba estar en el lugar y documentarse para luego enriquecer su obra.
En cualquier caso todo son especulaciones. Es cierto que el artista aragonés dedicó al mundo taurino numerosas pinturas, dibujos, tapices, litografías y estampas. ¿Lo hizo por afición o por necesidad profesional? Sea como fuere, tampoco ese sería suficiente argumento para concluir que Goya amaba la fiesta.
Un debate similar ha tenido lugar sobre la serie Los desastres de la guerra, ya que mientras unos entendidos, sin duda de corte conservador, realzan el significado patriótico de la lucha de los españoles contra los franceses, la corriente digamos progresista interpreta que la obra posee un discurso mucho más hondo y complejo: el universal alegato contra la guerra y contra la barbarie inherentes al enloquecido y violento ser humano. Quien haya profundizado en la vida, pensamiento y obra de Goya concluirá que esa explicación es quizá la más acertada. Por tanto, por analogía no es aventurado pensar que el genio aragonés quiso reflejar la misma visión tenebrosa del hombre en su tan enigmática como hechizante serie sobre la tauromaquia.

LA ESTÉTICA FACHA


(Publicado en Diario16 el 21 de noviembre de 2019)

La extrema derecha se viste de proletario o de Prada, según el momento y la circunstancia. Son los signos de los nuevos tiempos. El viejo skinhead de cabeza rapada que infundía el miedo a los viandantes en las calles de las grandes ciudades europeas ya es historia. Se quedó antiguo, fuera de temporada. Murió. Hoy los ultras han evolucionado no solo en lo ideológico (mediante un discurso duro pero edulcorado para atraer a la mayor cantidad posible de masa social, sobre todo entre la clase trabajadora) sino también en las formas, en la indumentaria, en el estilo. El mundo facha ha comprendido que ante todo es una corriente estética, una moda, y algunas marcas de ropa, atentas a los cambios políticos de última hora, venden prendas con subliminales detalles y pins de clara procedencia fascista. Las banderas, los escudos guerreros, la ropa de camuflaje y la bota militar triunfan en las pasarelas y boutiques. El vestuario deportivo, casual o incluso pijo, se ha impregnado de toda esta dialéctica ultra. El músculo cultivado en el gimnasio de barrio (gran escuela del fascismo moderno) le ha ganado la partida a lo estilizado; lo bizarro y rural se impone sobre lo elegante. Ya se sabe que al mercado solo le interesa el dinero. La idea política a mimetizar, sea cual sea, es lo de menos; solo una excusa que ayuda a vender más.
Santiago Abascal, consciente de que la letra no solo con sangre entra, ha entendido que la moda es una herramienta perfecta para calar en las mentes más frágiles, sobre todo entre los más jóvenes. El fascismo, más que convencer, trata de seducir, y entre la muchachada desorientada y sin futuro resulta mucho más eficaz una cazadora de piel Lonsdale o una bomber Alpha Industries que el Mein Kampf o los principios fundacionales del Movimiento Nacional. Por eso el líder de Vox no solo es un político. Es algo más; es una marca, un icono, un modelo de la alta costura del facherío español que siempre viste caro y cuida su look. Subido a su caballo de señorito andaluz, hierático como una helénica estatua ecuestre, y con el árido paisaje almonteño de fondo, ha impuesto tendencia.
En los mítines de Vox todo está meticulosamente cuidado. La casposa música de Manolo Escobar, el fogonazo de los focos rojos y amarillos, el mar de rojigualdas. Una grandilocuente puesta en escena inspirada en aquellos desfiles multitudinarios del Berlín nazi rodado por Leni Riefenstahl. Trump y Le Pen le han enseñado a Abascal que el camino del triunfo pasa por la liturgia, la parafernalia y la propaganda que anestesia a las masas. Subido al escenario, su gran pasarela Cibeles, el Caudillo de Vox ha soltado bilis y espumarajos de odio contra el inmigrante, los feministas y los homosexuales. Ha hablado para el obrerete del extrarradio y para el empresario elitista. Para el enfurecido desertor del PP y el resabiado del PSOE. Para el falangista de toda la vida y el demócrata desencantado con el sistema y el desparrame en Cataluña. De ahí que haya alternado la cazadora de barrio pobre llena de pins e insignias militares con la impoluta camisa cortada a medida. El tejano apretado, casi paquetero, y la barba con bigote de vizconde decadente del siglo pasado, han hecho de Abascal un personaje, un producto. Un tipo duro y mesiánico admirado por ellos y atractivo para esas mujeres de la nueva Sección Femenina que han aceptado sumisamente servir al macho hispánico.
La moda facha triunfa. Es la atracción fatal por la nostalgia y el pasado, por el yugo y las flechas, por Don Pelayo, los cuentos para niños sobre reconquistas imaginarias, Raza y los cómics de Roberto Alcázar y Pedrín. El escapismo social de un país ante el abismo de su disolución, el pánico colectivo que conduce directamente al franquismo tuneado, a la diarrea totalitaria y al nacionalcatolicismo machista, racista y homófobo. Pero eso sí, todo muy bien vestido.

Viñeta: El Koko Parrilla

TARDÀ Y EL MONSTRUO


(Publicado en Diario16 el 21 de noviembre de 2019)

A Joan Tardà le están lloviendo insultos, improperios, amenazas, en definitiva chuzos de punta, por tratar de tender puentes entre el futuro Gobierno de izquierdas y la Generalitat de Cataluña. El pasado domingo el exdiputado de Esquerra Republicana en el Congreso escribía un comentado artículo en El Periódico en el que sugería la posibilidad de construir una mayoría suficiente junto a la izquierda española para buscar una salida al conflicto territorial y frenar a la ultraderecha. Y, tal como era de esperar, en las redes sociales el mundo indepe se ha revuelto contra él.
A Tardà lo están poniendo a caldo los mismos echados al monte que durante mucho tiempo fueron mimados por políticos como él por motivos puramente estratégicos. Mientras los duros y radicales de la parroquia fueron necesarios, mientras resultaban imprescindibles para sacar adelante el “procés”, no hubo ningún inconveniente en echarles el alpiste diario. Tardà y otros (véase Gabriel Rufián) les llenaban la cabeza de pájaros con la idea de la revolución y la República a cualquier precio, los instigaban en la desobediencia civil y la unilateralidad y les daban cuartelillo y barra libre para casi todo. Ahora que el movimiento ha embarrancado, ahora que Cataluña se ha metido en un callejón sin salida, Tardà opta por tender puentes para desencallar la situación. El problema es que el monstruo que alimentó durante años ya camina solo y hasta le muerde la mano.
El diputado de ERC, una vez reconocido el error de la ruptura unilateral con el Estado, quiere retornar a la sensatez, a la cordura y la moderación, como ocurre siempre que se trata de resolver un problema grave. “Un insensato da muchas páginas y mucha audiencia pero no sirve para resolver los asuntos de Estado. Sin embargo, en este país se le da más voz a los locos que a los sensatos”, ha dicho acertadamente el tertuliano Javier Aroca. Lo malo del asunto es que quizá ya sea demasiado tarde. La tropa que fue enviada a las calles y a las barricadas y a la que se le prometió todo −la independencia al día siguiente del referéndum del 1-O, el paraíso fiscal andorrano y la grifería de oro en cada masía− ya no quiere ni oír hablar de tibiezas ni de templanzas. El lenguaje guerracivilista y militarizado ha calado hondo, se ha terminado imponiendo en una buena parte de la sociedad catalana permanentemente movilizada que cuando escucha las nuevas reflexiones del político de Esquerra se pregunta contrariada y con enojo: “¿Y para eso nos hicieron bajar a las trincheras, señor Tardà? ¿Para eso soportamos los palos de los antidisturbios? ¿Para terminar como simples muletas de Pedro Sánchez en Madrid?
“Sería difícil de entender que no fuéramos capaces de construir una solución. Yo deseo que la izquierda española y el republicanismo catalán sean capaces de hacer de liebre para construir una solución en beneficio de todos los pueblos”, ha insistido el exportavoz de ERC esta misma mañana, cuando se le ha preguntado si su partido piensa apoyar un Gobierno de izquierdas que desbloquee la situación. Y todavía ha ido más lejos: “Es un insulto a la inteligencia decir que España no es un país democrático, la cuestión está en la calidad de esa democracia”.
Tardà, hombre de principos sólidos e íntegro sin duda, está tratando de mantener su coherente posición pese a la lluvia de insultos que le está cayendo en Twitter, donde muchos ya le han colgado el cartel de traidor/botifler. Unos le acusan de “alejarse del pueblo” y de no defender el “único objetivo: la República”; otros lo tildan de “cobarde” y Assumpció Laïlla, portavoz de Demòcrates, le pregunta: “¿Tender puentes con aquellos que callan ante la prisión y el exilio?”. El dirigente republicano apenas ha podido defenderse ante la avalancha de airados patriotas y ha rogado que, antes de insultar, sus detractores se lean el artículo.
De ahí que los sensatos como Tardà, los pocos que van quedando ya en Esquerra, tengan los días contados. Y de ahí que ahora que el monstruo del fanatismo marcha libremente y debidamente nutrido, al partido solo le quede convocar un referéndum entre las bases para decidir si dan su apoyo a la investidura tras el preacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos. En realidad es una forma como otra cualquiera de lavarse las manos. Y de tener una excusa al menos cuando, llegado el momento, ERC tenga que votar no a un Gobierno de izquierdas. Codo con codo con los franquistas.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

TODOS CONTRA EL PACTO


(Publicado en Diario16 el 21 de noviembre de 2019)

Pedro Sánchez empieza a encontrarse ciertamente solo en su nueva aventura para formar Gobierno. Al presidente en funciones le ponen palos en las ruedas por todos los flancos, a izquierda y a derecha, por el centro y por la periferia, unionistas e indepes. Es como si todos se hubiesen conjurado contra él y así la misión de la investidura se antoja más imposible que nunca. A estas horas, a falta de unos días para que empiecen las rondas de conversaciones, podría decirse que el futuro de Sánchez en la Moncloa sigue siendo oscuro tirando a negro.
Pablo Casado ya ha dicho que el PP no se abstendrá para que haya un Gobierno socialista. No se aprecia ni un ápice de sentido de Estado en el líder de la fragmentada oposición. En la misma línea se ha manifestado Ciudadanos, el partido que a pesar de encontrarse inmerso en un proceso de derribo y liquidación tras el descalabro del 10N sigue instalado en el “no es no” a Sánchez. Mientras tanto, en Cataluña, ese lejano poblado irredento donde el Obélix Torra sigue hostigando a las tropas hispanorromanas, nada se mueve y nada parece indicar que las fuerzas soberanistas vayan a favorecer una investidura. Junts per Catalunya sigue con el raca raca del referéndum de autodeterminación (órdenes de Waterloo) mientras ERC, maniatado como está, tiene poco margen de actuación. Lo último es que el partido de Gabriel Rufián someterá la decisión última a su militancia en una consulta con una pregunta tal que así: “¿Estás de acuerdo con rechazar la investidura de Sánchez si previamente no hay un acuerdo para abordar el conflicto político con el Estado a través de una mesa de negociación?” Solo les ha faltado añadir una nota aclaratoria al margen que diga: “Todo aquel que vote a favor de la investidura de Pedro es un botifler, que lo sepa”. Y es que lo asambleario, en los tiempos vertiginosos y atomizados que vivimos, lo está complicando todo un poco más.
Pero al candidato socialista no solo le están poniendo velas negras fuera de su casa para que fracase. También dentro, en la misma sede de Ferraz. No extrañaría que algunos barones socialistas incluso le estén haciendo el vudú para que no pacte finalmente con Pablo Iglesias y Unidas Podemos. A la seria advertencia de Felipe González de hace unos días, cuando criticó que se hubiera empezado la negociación por los “sillones para Juanito” y no por los programas, se unen las declaraciones de ayer del siempre excesivo e incontenible Alfonso Guerra, quien ha advertido de que Podemos no es un partido “demócrata” y ha reclamado no darle “legitimidad” política a los morados, ya que a su juicio lo que buscan es “sustituir el sistema democrático”.
Guerra ha estado duro, lo que demuestra el nivel de preocupación e inquietud en el ala conservadora socialista. “El de Podemos sabe lo que quiere, pero es hipócrita y no lo dice (…) Quiere sustituir el sistema democrático, terminar con el régimen del 78”, ha sentenciado. Guerra confiesa que hará todo lo posible y lo que esté en su mano “para que no lo logren”, es decir, que el boicot y la conspiración contra Sánchez ya no se oculta y el candidato haría bien en mirar a su espalda cuando camine por los oscuros pasillos de Ferraz, no vaya a ser que le ocurra como cuando se la jugaron en aquel histórico Comité Federal en el que fue navajeado a conciencia, con premeditación y alevosía.
Todo son emboscadas, trampas, argucias y sucias celadas alrededor de Sánchez. No cuenta con el apoyo de casi nadie (de hecho tiene un tigre morado en su cama dispuesto a saltar sobre él y devorarlo en cualquier momento) y lo que es aún peor: los poderes fácticos empresariales y financieros ya le han dicho que con Iglesias no. Un ejemplo: la patronal CEOE ha emitido un comunicado de urgencia en el que pide que “se exploren opciones de Gobierno que garanticen estabilidad política y moderación”. Más claro agua.
No lo va a tener nada fácil el presidente del Gobierno en funciones para construir su muñeco de Frankenstein. A estas horas podría decirse que, más allá de Unidas Podemos, solo cuenta con el apoyo de Revilla, quizá (quién sabe) con el PNV, con Teruel Existe (siempre que cumpla su promesa de llevar el AVE por aquellas tierras dejadas de la mano de Dios) y poco más. Escaso bagaje para presentarse con garantías de éxito en la Zarzuela.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LA VIOLACIÓN


(Publicado en Diario16 el 20 de noviembre de 2019)

El caso de Carlota Prado, la joven ex concursante de Gran Hermano que asegura haber sido víctima de una violación durante un capítulo del programa, es el epílogo de una forma de hacer televisión que bajo la excusa fácil del entretenimiento y el objetivo de reventar los índices de audiencia solo ha traído degradación de valores sociales y éticos, incultura, burricie catódica y nefasto elogio del garrulismo poligonero como referente de una sociedad, sobre todo para la población juvenil. Basura televisiva, en definitiva.
Sobra decir que serán los jueces quienes determinen si ese supuesto abuso sexual se cometió finalmente y en su caso impongan el castigo pertinente no solo al presunto autor sino a quienes no quisieron poner los controles necesarios para evitarlo. Pero mientras el asunto se aclara, conviene no mirar para otro lado y reflexionar ante una forma de hacer y entender la televisión que tristemente tuvo su momento y que hoy por hoy se encuentra en franca decadencia, si nos fijamos cómo han ido cayendo las cuotas de pantalla en las sucesivas ediciones de Gran Hermano. Han sido demasiadas horas de estulticia, demasiadas temporadas de un programa zafio y amarillo que durante años ha vomitado ante millones de espectadores lo más bajo del ser humano. Una fórmula basada en la espiral del morbo, el calentón y las trifulcas entre personajes –convenientemente intercalada con horas de anuncios publicitarios– cuyo mayor interés era si fulanito terminaba haciendo el famoso “edredoning” con menganita en la casa de Guadalix de la Sierra. Es decir, en el fondo lo que buscaban los responsables (o irresponsables) del programa era precisamente eso: la consumación del ligue o romance en directo y en prime time, el amor furtivo entre verdosos visores nocturnos, el revolcón a ojos de todo un país −convertido ya en una legión de insomnes voyeurs−, que petara las parrillas horarias. Y al final, como era de esperar, el monstruo se les ha terminado yendo de las manos a los “mengeles” sin escrúpulos de la nueva televisión de hoy.
Durante estas décadas de burdas emisiones, por el universo Gran Hermano ha pasado de todo, generalmente lo peor de cada casa. Macarras, cleptómanos, chulos, matones de discoteca, embaucadores, maltratadores, desalmados, cazafortunas, viejas glorias arruinadas, ágrafos musculados unineuronales, trileros, vagos y maleantes sin que nadie, y esto es lo más grave de todo, pusiera freno y control al engendro. Los fans del programa lo dejaban todo para ponerse delante del televisor durante las galas tan maratonianas como tediosas e improductivas donde lo supuestamente interesante era ver cómo un recién levantado se rascaba los sobacos entre bostezos, saber si una concursante le había robado las bragas a otra o si el gañán de turno sin oficio ni beneficio se apañaba en la cocina friendo un par de huevos. Se acabó imponiendo el todo vale, todo por la audiencia, sin reparar en que lo que se estaba ofreciendo al público era un subproducto de baja estofa. Listeriosis televisiva para el consumidor. ¿Dónde estaba el Defensor del Espectador para velar por la calidad? ¿Dónde la Fiscalía y las comisiones parlamentarias que debían salvaguardar el derecho de los televidentes a no ser acribillados con morralla de ficción? Es evidente que todo ha fallado: desde la política hasta la misma sociedad que ha visto en este tipo de detritus mass media una forma de entretenimiento y una válvula de escape a sus problemas cotidianos. Se ha dejado hacer a la corrupción televisiva y ahora, con el tiempo, recogemos el fruto de lo que se ha sembrado: la cosecha abonada con el estiércol de la falta de valores éticos, culturales y pedagógicos.
En la granja humana de Guadalix lo que se ha estado haciendo todos estos años ha sido un turbio y macabro experimento sociológico con cobayas dispuestas a todo (incluso a vender su alma al diablo por ganar un concurso) que en realidad no era más que una prodigiosa máquina de ganar dinero en manos de una élite televisiva descerebrada y sin escrúpulos. Y ahora tenemos lo que tenemos: una generación de idiotas babeantes que salen a la calle en manada a buscar carne fresca. O sea: lo que han estado mamando durante décadas de perniciosa telebasura.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LA SECCIÓN FEMENINA


(Publicado en Diario16 el 20 de noviembre de 2019)

La diputada de Vox Alicia Rubio quiere implantar costura como asignatura obligatoria en los colegios españoles. “Empodera mucho coser un botón”, ha dicho hace unos días en sede parlamentaria. Después definió el feminismo como un “cáncer” a eliminar de los centros educativos y lanzó unos cuantos términos confusos como “lesboterrorismo” y “pornofeminismo” que solo ella sabe qué diantres significará todo eso.
En realidad, en su cacao mental, en su verborrea incontenible, lo que hizo la señora Rubio fue esbozar el programa ultraderechista para las mujeres españolas, un compendio de obligaciones para ser una buena madre y una buena esposa que se parece bastante a aquella Sección Femenina de la Falange de infausto recuerdo.
La Sección Femenina fue creada en Madrid en 1934, dos años antes de estallar la guerra civil, y perduró hasta la muerte de Franco. José Antonio Primo de Rivera, fundador de la Falange, colocó a su hermana Pilar al frente de la organización, y fue ella la gran inspiradora del movimiento femenino nacionalsindicalista. Toda mujer que ingresaba en la SF tenía como modelos a Isabel la Católica y Santa Teresa de Jesús, a las que se consideraba símbolos perfectos de la castidad y la virtud. En julio de 1936 ya contaba con unas 2.500 militantes.
Durante la guerra civil se les encomendó tareas no bélicas (en el lado republicano las mujeres luchaban codo con codo con sus compañeros de trinchera) como prestar asistencia a los caídos del bando sublevado, repartir comida, ropa y medicinas a la población y llevar las cartillas de racionamiento.
Pronto entraron en conflicto con las denominadas “margaritas”, la rama femenina de los carlistas que también pretendían controlar a la mujer en el bando sublevado. Finalmente la SF terminó imponiéndose. En los primeros meses tras el estallido de la guerra la Sección Femenina ya contaba con unas 60.000 militantes. En 1938 alcanzaba las 400.000 afiliadas; y en 1939 más de 900.000 mujeres participaban de sus actividades.
Por supuesto, en esos años la SF mantenía conexiones con las facciones femeninas de la Alemania nazi y la Italia fascista. Se han documentado viajes de grupos de mujeres del Tercer Reich a la España franquista de aquellos años. De hecho, dos de las jefas de la SF falangista eran de ascendencia alemana: Clara Stauffer y Carmen Werner Bolín.
Al acabar la contienda, Pilar Primo de Rivera reestructuró la Sección Femenina y Franco dispuso un monumento nacional, el castillo de la Mota de Medina del Campo (Valladolid), como sede central de la organización y centro de formación nacional. Allí realizaban una especie de servicio social alternativo a la mili, de las que estaban apartadas. A la mujer franquista no se la consideraba capacitada para tareas guerreras (era el sexo débil) de manera que su papel se limitaba a una especie de enfermera y religiosa del Estado. En la Mota, cientos de mujeres tomaban lecciones para ser “buenas patriotas, buenas cristianas y buenas esposas”. También sobre crianza de los hijos. La gimnasia ocupaba un lugar importante en el adiestramiento diario. Además, se crearon grupos de “coros y danzas”, ya que el régimen estaba interesado en recuperar el folclore tradicional perdido y transmitir en el extranjero una visión de España “alegre, festiva y popular”. Por descontado, funcionaron los grupos de jefas instructoras que aleccionaban a las más jóvenes en los principios generales del Movimiento. De alguna manera, Franco encomendó a las mujeres de la Falange la formación política y social de las españolas en orden a los fines propios del partido único.
La mujer de la Sección Femenina, que había contribuido de forma decisiva durante la contienda civil al auxilio social en los hospitales y a la fabricación de material bélico para el bando nacional, fue relegada finalmente a un papel secundario en el Estado franquista. A la mujer se le transmitían los valores según el modelo que trataba de implantar el nacionalcatolicismo: religión ultracatólica, represión sexual, algo de cultura (no demasiada para que no hiciera sombra al poder masculino) aprendizaje de corte y confección, tareas de cocina, labores domésticas, maternidad, gimnasia, artesanía y manualidades. Este era el prototipo nacionalcatólico de la mujer que se dio en llamar el “ángel del hogar”.
De hecho, lo que hizo el franquismo fue sacarlas del mundo laboral y recluirlas en el ámbito privado, la familia tradicional, donde debían encargarse del cuidado del hogar y centrarse en el papel de esposa y madre abnegada. En suma, se trataba de que la mujer “proporcionara hijos a la patria”, buenos españoles para el Estado fascista y para la regeneración del país. La Sección Femenina de la Falange fue un instrumento esencial para la transmisión de los “principios nacionales”. Mujer sacrificada, religiosa, madre, educadora y española siempre subordinada al Estado: ese fue el ideal implantado por la SF. Cristianismo, familia y tradición frente a la mujer moderna, liberada y trabajadora de la Segunda República. Un esquema que ahora, en pleno siglo XXI, pretende recuperar esa diputada de Vox tan anacrónica como retrógrada que se desgañita en la tribuna de oradores.

EL PEDO INDEPE

(Publicado en Diario16 el 19 de noviembre de 2019)

El pasado domingo, durante una comida celebrada en homenaje a los políticos presos, y horas antes de presentarse ante el tribunal de Justicia que debía juzgarlo por su desobediencia con los lazos amarillos, Quim Torra dejó claro lo que para él significa la grave situación que vive Cataluña: “He comido un plato de butifarra con judías bastante contundente y, según las preguntas que me hagan en el juicio, la cosa puede salir por un lado o por otro”. Y su público acólito y entregado le rio la gracia escatológica.
En pocas palabras, lo que Torra ha querido decir es que cuando oye hablar de las instituciones, de los jueces y la ley, le entra la flatulencia floja, la ventosidad, los gases poco nobles. Es la forma que tiene el honorable president de la Generalitat de entender algo tan trascendental como la política, una actividad que debería ser la más seria y solemne del mundo y que él, paradójicamente un demócrata de toda la vida, ha terminado convirtiendo en un constante espectáculo de vodevil.
Torra, El Esloveno, se lo toma ya todo a mofa y befa, a chunga y pitorreo. Si sus cachorros le meten fuego por los cuatro costados a Barcelona, él se parte de la risa viendo cómo las llamas llegan hasta los pináculos de la Sagrada Familia. Si los piquetes soberanistas cierran la frontera de la Junquera y la economía se va al garete, él aplaude entusiasmado, a rabiar, descojonándose con las imágenes de los camiones agolpados en la carretera y las toneladas de fruta y verdura echadas a perder. Y si la Seat amenaza con marcharse de Martorell, llevándose miles de empleos a otro lugar más seguro y tranquilo, él se troncha hasta no poder más con el drama. Para Torra la triste tragedia catalana es una comedia impagable, un fiestón salvaje con los colegas activistas anarcos y troskos que nutren los CDR, un culebrón de butifarradas, porretes y vino a raudales del Penedés. La República será una quimera, un imposible, pero poder encender el volcán de la historia, poder desencadenar el fuego infinito, es el sueño de todo pirómano insaciable.
Torra, el muñeco diabólico de Puigdemont, hace política a golpe de sonrisa macabra. Cada broma que suelta la noche anterior es preludio de algún desastre por la mañana; cada tuit chistoso sobre el represor Estado español trae un poco más de desgracia a Cataluña. Hasta los empresarios de la cuerda indepe están hartos ya de un tipo destroyer que ha llegado para dejarlo todo como un solar. Si su jefe, el Napoleón gironés desterrado en Waterloo, le ordena quemar unos cuantos contenedores frente a la Jefatura de Policía él obedece arrebatado de placer. Si se le pide destrozar el empedrado de Plaza Urquinaona él babea como un sádico con la misión. Porque para eso está Torra aquí, para no dejar piedra sobre piedra, para llegar hasta sus últimas consecuencias en el cuanto peor mejor, para arruinarlo todo hasta que solo quede un montón de escombros humeantes y una trémula estelada ondeando en medio del desolado y yermo campo de batalla.
El inmenso embrollo del “procés”, el callejón sin salida en el que se ha metido al pueblo catalán, las pérdidas millonarias del turismo, la ruina económica, la desgracia de los presos de Lledoners, la sociedad partida en dos, la pedrada a traición al policía, el cachiporrazo malo del antidisturbio, el odio enquistado, la degradación de las instituciones centenarias catalanas, toda la inmensa calamidad que se está viviendo en aquella tierra que siempre fue próspera y civilizada es para Torra una bufonada apasionante, una diversión sin fin, una excitante payasada efectiva y efectista por lo que tiene de tocar “els cullons” al enemigo invasor español. Aunque en el fondo, y aunque él no lo sepa, esté jugando al mismo juego de los ultraderechistas de Vox: a desacralizar las instituciones legítimas, a pisotearlas, a reducirlas a la categoría de barrizal de establo. El mayor placer de Torra, como el de Santi Abascal, es comerse un buen plato de judías y soltarse un estentóreo pedo en honor a la decadente democracia liberal.

lunes, 18 de noviembre de 2019

EL TEMBLOR


(Publicado en Diario16 el 13 de noviembre de 2019)

La Bolsa española tembló tras la noticia del preacuerdo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Está claro que al Íbex no le ha hecho gracia que la izquierda se una por fin y pacte un Gobierno de coalición. Los mercados apenas han notado los efectos del “tsunami democrático” en Cataluña y tampoco mostraron gran inquietud tras los malos resultados electorales del 10N que han supuesto el ascenso de la ultraderecha y un panorama incierto que en un principio apuntaba a más bloqueo y más parálisis institucional. Sin embargo el abrazo, ese abrazo fraternal (aunque un tanto fingido y forzado, esa es la verdad) ha sacudido el índice de cotización al cierre de las primeras sesiones bursátiles.
El gran capital acumulado durante décadas por las élites del país, históricas propietarias del inmenso negocio que siempre ha sido España SA para desgracia y maldición de las clases más humildes, ha sufrido las primeras convulsiones tras el “Pacto del Comedor” para la configuración de un Gobierno de coalición progresista. El Íbex 35 cerró con una caída del 0,87% hasta los 9.306 puntos, una ligera fiebre pero que es síntoma claro de la enfermedad de la incertidumbre, el gran mal del dinero. Curiosamente, esa caída contrastaba con la tendencia positiva de los mercados europeos: el Dax de Fráncfort subía un 0,75%; el Cac de París, un 0,52%; el Ftse Mib de Milán, un 1,24% y el Ftse 100 de Londres, un 0,5%.
Pero por lo visto a quien menos ha agradado el apretón de manos entre Sánchez e Iglesias es al sector financiero. Bankia, en el alambre y pendiente de importantes decisiones del Gobierno sobre el futuro de la entidad, se desplomó tras la noticia del preacuerdo y terminó con una caída superior al 4,5%, hasta colocarse en 1,75 euros. Sin duda, el hecho de que Pablo Iglesias pueda terminar siendo vicepresidente del Gobierno e influyendo para que el Ejecutivo de coalición imponga un impuesto a la banca ha implicado un bajón importante −no solo en los títulos de cotización sino también en el aspecto anímico−, para el sector financiero. En los planes del PSOE está además una subida del Impuesto de Sociedades y un gravamen a las transacciones financieras para la compra de acciones españolas con un coste del 0,2% que sin duda afectará a todo el sector de la banca. De ahí que no extrañen los desplomes en la Bolsa española: CaixaBank (-4%) Banco Sabadell, (-2,39%), Bankinter (-1,43%), Santander (-1,06%) y BBVA (-0,55%).
No solo la banca tiembla con la puesta en marcha de un Gobierno progresista. También las eléctricas, sobre las que Iglesias ha puesto la diana. Cabe recordar que las compañías, con sus abusos y tarifazos, son las grandes culpables de la pobreza energética que sufren cientos de miles de familias en este país. En el preacuerdo de coalición se deja caer que uno de los objetivos será erradicar la desigualdad en ese terreno, imponiendo un canon o reduciendo la factura de la luz a los que menos tienen, lo cual supondrá que las grandes empresas dejarán de ingresar una buena cifra en concepto de beneficios cada año.
Y luego está el sector inmobiliario, primer responsable de la burbuja económica que terminó estallando en 2008, provocando la mayor crisis del último medio siglo en nuestro país. El control de los precios de los alquileres, el aumento en la construcción de vivienda de protección oficial, la lucha contra los fondos buitre y las restricciones a los pisos turísticos en manos de las grandes inmobiliarias multinacionales son objetivos prioritarios que figuran en los acuerdos PSOE/Unidas Podemos.
El nuevo Gobierno ha llegado con un paquete de medidas estrictas para meter en cintura al gran capital. El neoliberalismo salvaje lo tendrá más difícil para imponer su dictadura del dinero sobre buena parte de la población. Ya era hora de que las crisis no siempre las paguen los mismos.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

EL GRAN CAPITAL


(Publicado en Diario16 el 17 de noviembre de 2019)

La fuga de capitales a paraísos fiscales es uno de los problemas endémicos más graves de la democracia española a los que los diferentes candidatos a la Presidencia del Gobierno apenas han dedicado un par de minutos en los encendidos debates televisivos de campaña electoral. Hablamos de miles de millones de euros que se evaden al fisco cada año, todo un presupuesto nacional con el que se podrían construir muchas escuelas y hospitales y prestar una digna asistencia social a todas esas personas víctimas de la crisis que no tienen trabajo o sufren riesgo de exclusión.
Resulta difícil cuantificar el volumen de lo evadido pero fuentes del Ministerio de Hacienda estiman que nuestros insignes clanes familiares poseen en paraísos fiscales más de 144.000 millones de euros, con una cifra de fraude fiscal que podría rondar los 7.400 millones anuales.
Estamos sin duda ante una lacra que empobrece a nuestro país y que desgraciadamente no es un problema nuevo. En España, las élites y oligarquías empresariales y financieras han evadido dinero a otros países prácticamente desde siempre. Un buen ejemplo fue lo que ocurrió tras la proclamación de la Segunda República en 1931, cuando las clases adineradas y la aristocracia tradicional, temerosas de que el nuevo régimen socialista expropiara su patrimonio, decidieron ponerlo a buen recaudo en el extranjero. Según escribe el historiador Manuel Tuñón de Lara, “problema también muy serio era el de la huida de capitales que comenzó aquel mes de abril y ya fue tratado por el Gobierno en su primera reunión. Se prohibió, entre otras medidas, que los viajeros llevasen con ellos más de 5.000 pesetas, la exportación de metales preciosos, las transferencias de fondos fuera de España para comprar valores extranjeros y la compra por los bancos de divisas extranjeras… Pero la fuga de capitales no cesó por eso”.
El gran historiador español, uno de los mayores expertos en el período de la República y la guerra civil, recuerda que en aquellos tiempos el capital ya estaba acumulado en manos de unas pocas familias. Cuando describe cómo era la economía española entonces y los problemas a los que tuvo que enfrentarse el Gobierno republicano para modernizar el país, sacarlo del subdesarrollo y tratar de repartir la riqueza, asegura: “Hablar de la banca supone hablar de las grandes empresas, ya que sería enojosa repetición la de reiterar los estrechos vínculos entre una y otras. Una simple ojeada a las listas nominales de los Consejos de Administración de los bancos y de la casi totalidad de las empresas dotadas de fuerte capital puede sacar de dudas a aquel que todavía las tuviere. Esta concentración del poder bancario y empresarial en un número muy reducido de personas, fenómeno paralelo al ya secular de la propiedad agraria (y entrelazado con éste en un buen número de casos), ha planteado en nuestra patria el problema económico, sociológico y político de la oligarquía, de las grandes familias, con una tendencia cada vez más monopolista, al que hemos hecho referencia en repetidas veces”.
Tuñón de Lara se refiere en su obra, indudablemente, al poder que unas cuantas sagas familiares acumularon durante los años anteriores a la guerra civil y cómo esa concentración brutal de capital fue un lastre que impidió las reformas que necesitaba el país tras siglos de atraso y subdesarrollo. El propio historiador aporta los nombres de algunas de aquellas estirpes que amasaban grandes fortunas, no solo monetarias, sino también inmobiliarias y sobre todo en forma de terreno rústico propiedad de grandes terratenientes de superficies agrícolas sin explotar. España es todavía hoy un país que sufre el cáncer del latifundismo improductivo en manos de las clases sociales más altas que impiden el acceso del pueblo al cultivo de la tierra generador de riqueza (aún permanecen frescas en nuestra retina las imágenes de grupos de jornaleros asaltando fincas privadas en los peores años de la crisis de 2008). Pues según Tuñón de Lara, ese mismo problema de las grandes fortunas, de la concentración de campos y tierras en unas pocas manos y de la evasión de capitales a otros países fue una penosa rémora para la República, un tumor maligno que por lo visto la democracia española no ha logrado extirpar casi un siglo después: “Resulta de interés conocer los nombres de algunas personalidades que ejercían puestos de dirección en compañías dominadas, de hecho, por capital extranjero. Entre ellas estaba el marqués de Hoyos, los hermanos Oriol, Ignacio Herrero (marqués de Aledo), el conde de Gamazo, Miguel Mateu, el marqués de Urquijo, Ibarra, Cambó, Ventosa, el marqués de Foronda, Mariano Marfil, Arteche, Romanones, García Prieto, Garnica, Martínez Campos, Coll, Garí…”
Algunos de aquellos apellidos ilustres han ido desapareciendo con el eco de la historia, pero otros siguen activos y conservan sus fortunas intactas, ya sea en España o en el extranjero. Castas de privilegiados que arruinaron al país en la Segunda República y que por lo visto siguen haciéndolo en nuestros días bajo el suntuoso traje del enfervorecido patriota.

LAS TENSIONES DEL PSOE


(Publicado en Diario16 el 15 de noviembre de 2019)

Es evidente que el viejo PSOE de los barones y el sanchismo que pretende dar otro aire al partido no han resuelto sus rencillas y diferencias. El preacuerdo para un Gobierno de coalición con Unidas Podemos ha sabido a cuerno quemado a los sectores más conservadores de Ferraz y las tensiones internas que parecían aparcadas tras la arrolladora victoria de Pedro Sánchez sobre Susana Díaz en las históricas primarias de 2017 han vuelto a florecer.
Hay muchas cosas, quizá demasiadas, que no gustan al PSOE más neoliberal. En primer lugar que Pablo Iglesias pueda llegar a ser vicepresidente de un Consejo de Ministros donde Unidas Podemos podría tener varias carteras y mucho que decir. Pese a su notable bajón en las urnas del pasado domingo y a que solo tiene 35 diputados frente a los 120 de los socialistas los morados han sacado petróleo de la negociación. Nunca un partido consiguió tanto con tan poco y eso ha enervado a los orgullosos barones del PSOE, siempre reacios a pactar con esa gente extraña a la que consideran “comunistas bolivarianos”. A estas alturas parece claro que Iglesias ha ganado más en el órdago del 10N, no tanto por los resultados, que han sido definitivamente malos para la formación morada, sino porque el PSOE también se ha visto erosionado en su número de escaños y no le ha quedado otra que pactar por la izquierda, visto el hundimiento de Ciudadanos. Y esa victoria del líder podemita ha enrabietado al sector conservador del partido socialista.
Pero no solo se trata de que un “octavo pasajero”, un alien de la izquierda que para muchos en Ferraz es poco menos que el Anticristo, vaya a meter sus narices en el Consejo de Ministros. También es cuestión de programas, de ideas, de políticas concretas. El preacuerdo entre ambas formaciones para lograr el primer Gobierno de coalición de la historia de la democracia asegura textualmente que el pacto tratará de “situar a España como referente de la protección de los derechos sociales en Europa, tal y como los ciudadanos han decidido en las urnas”. Y ahí es donde empezamos a jugar con las cosas de comer. Los barones son gente de orden en lo económico, instalados, burguesía pura y dura poco dada a las alegrías presupuestarias. Sienten alergia ante un gasto excesivo en medidas sociales que nos pondría en contra de Bruselas, de modo que las propuestas fiscales del preacuerdo para que las grandes fortunas, las multinacionales del Íbex 35 y los bancos paguen más impuestos, así como las iniciativas para mejorar el Estado de Bienestar en un momento de desaceleración económica, suenan a cantinela populista demasiado izquierdosa.
Pero no queda ahí la cosa. Los barones son fieles defensores de la indisoluble unidad de España y muchos de ellos piensan que el Estado ha consentido demasiado al separatismo catalán. Incluso creen que ha llegado la hora de la mano dura más que del diálogo, uno de los puntos que han quedado plasmados en negro sobre blanco en el documento firmado entre PSOE y Unidas Podemos. Esa concesión a una posible mesa de partidos, con la inclusión del famoso relator, es quizá lo que peor llevan los viejos halcones socialistas. Ninguno de ellos quiere ni oír hablar de un nuevo sistema de financiación para Cataluña que pondría en peligro la solidaridad, la cohesión territorial y el principio de igualdad –auténticos dogmas del socialismo tradicional– y por supuesto ninguno está dispuesto a tolerar que se conceda un estatus de Estado cuasifederal a esa comunidad autónoma, lo que supondría la antesala de la independencia de aquí a unos pocos años. Los barones sienten pánico el Estado plurinacional por el que apuesta el “sanchismo”, aunque el presidente del Gobierno en funciones guarde silencio o eluda la cuestión con subterfugios y evasivas cuando se le pregunta abiertamente por el espinoso asunto. De entrada, Sánchez ya no habla de las medidas que propuso en el debate televisado a cinco previo al 10N: frenar la manipulación informativa de TV3, endurecer las penas para quien convoque un referéndum ilegal e impulsar una asignatura escolar sobre valores constitucionales en todo el territorio nacional. Todo eso se ha quedado obsoleto en apenas cuatro días tras la firma del acuerdo con Unidas Podemos.
Para los críticos barones del PSOE, entre los que se encuentran Emiliano García-Page o Guillermo Fernández Vara, dar estatus de nación a Cataluña supondría abrir la espita a otras comunidades como el País Vasco, Navarra, Galicia o Comunidad Valenciana. El exministro socialista Julián García Vargas ha asegurado que el pacto le “produce mucha desconfianza”. “No me fío de Unidas Podemos, ni de su programa, ni de sus actitudes. Y lo más incómodo sería depender de los independentistas”, añade. Otro histórico líder socialista, el expresidente de Extremadura, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, ha ido más lejos al apostar por un pacto entre el PP y el PSOE que haga frente al separatismo. Y qué decir de Joaquín Leguina, para quien el acuerdo PSOE/UP es “una apuesta de perdedores” y “un chollo” para ERC.
Por el contrario, en el lado prosanchista se encuentra Ximo Puig, el presidente socialista de la Comunidad Valenciana, quien ha replicado que “no se trata de depender de nadie”, en referencia a los apoyos necesarios de los independentistas de cara a la investidura, sino de que “el Gobierno que más suma eche a andar”.
En cualquier caso, las tensiones y la amenaza de división están servidas. Los jerarcas socialistas creen que o se pone freno en algún momento a las ansias nacionalistas o España terminará pagándolo caro. El propio Felipe González ya lo dejó caer ayer en una de sus fulgurantes apariciones mesiánicas a las que nos tiene acostumbrados cuando aseguró que le parece mal que se repartan cargos sin saber cuál es el programa que hay detrás. Él, como perro viejo que es, sabe que en estos casos lo importante no es lo que se lee en el documento formal, sino lo que se ha pactado entre bambalinas.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

LOS PATRIARCAS DE LA TRIBU


(Publicado en Diario16 el 14 de noviembre de 2019)

Primero fue el Íbex 35, después la patronal y ahora Felipe González y José María Aznar. Los poderes fácticos están reaccionando “con acritud”, como diría el expresidente socialista, al anuncio de que PSOE y Unidas Podemos han alcanzado un preacuerdo para la investidura de Pedro Sánchez y la consiguiente formación de un Gobierno de izquierdas en España.
González ha criticado que ambas partes se hayan repartido primero los cargos del Consejo de Ministros antes de hablar del programa que va a marcar la próxima legislatura, porque la casa “se construye desde abajo, no se construye por el tejado”.
“No me gusta, algo que todos entenderán, que después de discutir tantas veces que lo primero que hay que hacer es ponerse de acuerdo en el programa, con las cosas más elementales, lo primero que sepamos es cómo se reparten los cargos; eso no me gusta, me parece que la casa se construye desde abajo, me parece que no se construye por el tejado”, ha insistido González en su intervención en la presentación del estudio Jóvenes, Internet y Democracia, según informa Europa Press.
El expresidente socialista ha destacado que quizá empezar por el reparto de cargos “facilite las cosas” para alcanzar un acuerdo, ya que es “como darle un cargo a Juanito y así Juanito critica menos”, pero, a su juicio, hay que “tomarse en serio y de verdad cuáles son los parámetros por los que España estará en condiciones de asumir su papel y su crisis constitucional antes de que se convierta en una crisis de Estado”.
Pero si crítico se ha mostrado el factótum del PSOE, todavía lo ha sido más José María Aznar, que opina que Pedro Sánchez ha elegido la “peor fórmula posible” para pactar y formar Gobierno. “Eso traerá consecuencias muy serias a nivel constitucional, económico y social”, ha puntualizado. El ex presidente del Gobierno popular considera que entre las dos opciones −“un gran acuerdo constitucional o uno radical que incluye comunistas e independentistas”− Sánchez ha optado por la segunda, que a su juicio es la peor. “Es la opción más perjudicial para los intereses de España”, ha sentenciado Aznar en su cuenta de Facebook.
De esta manera, el que fuera miembro del Trío de las Azores que nos llevó a la guerra de Irak sigue las directrices de la Fundación Faes, que él mismo preside, y que acaba de publicar un análisis bajo el título Después del 10-N, donde se analiza las consecuencias negativas que tendrá ese preacuerdo del PSOE y Unidas Podemos para la gobernabilidad.
La Fundación de Aznar alerta ante el hecho de que el pacto vaya a necesitar el apoyo de formaciones como ERC, Bildu o Junts per Catalunya y de que el “preacuerdo del comedor” pueda proporcionar a los independentistas una “tentación irresistible para avanzar en su estrategia de ruptura. A los que previsiblemente formarán el Gobierno les une su común impugnación del marco constitucional, y eso tendrá consecuencias”, ha añadido duramente Aznar.
Tanto González como su sucesor en Moncloa forman parte del pasado pero ambos siguen muy presentes, como auténticos influencers, en la vida pública española. Del primero se sabe que no es precisamente un fan del presidente del Gobierno en funciones. De hecho, él mismo se encargó de mover los hilos con los barones del PSOE aquella fatídica mañana de Ferraz, cuando Sánchez fue violentamente “descabalgado” de la Secretaría General durante una tumultuosa reunión de la Ejecutiva Federal en la que algunos socialistas estuvieron a punto de llegar a las manos. Por lo visto Felipe sigue aprovechando cualquier momento para poner palos en las ruedas del candidato socialista, pero que lo haga precisamente ahora, cuando el país se encuentra en la cuerda floja, paralizado por el bloqueo y pendiente de una investidura que se prevé complicadísima, demuestra que las rencillas y el resentimiento del expresidente son más profundos de lo que parecían. La frivolidad de Felipe hablando de “cargos para Juanito” ha extrañado en los círculos socialistas, ya que la negociación para formar Gobierno entre PSOE y UP se está llevando con extrema discreción con el fin de que llegue a buen puerto. Todo apunta a que, una vez más, las críticas de los barones que no están de acuerdo con que Pablo Iglesias termine siendo vicepresidente, puedan estar siendo instigadas en la sombra por Felipe González. Las conjuras e intrigas siempre se le dieron bien a quien la prensa calificó en su día como el Señor X.
En cuanto a lo de Aznar, aún sorprende menos su actitud tratando de torpedear el acuerdo. Nunca tuvo sentido de Estado (aunque siempre se le llenó la boca de patriotismo) y en estas circunstancias críticas para España no iba a ser menos. No es cuestión de recordar aquí lo que sucedió el 11M y su intento de manipular a la opinión pública y a los españoles antes de unas elecciones generales haciendo creer que los atentados de Atocha habían sido obra de ETA. De alguien así solo se puede esperar que esté clavando agujas en el muñeco de Sánchez, haciéndole el vudú, para que fracase en su intento de investidura, algo que llevaría al país a un dramático callejón sin salida. En realidad, a Aznar le interesan unas terceras elecciones para que Vox, su hijo político, siga acumulando poder en el Parlamento. Y es que con estadistas como Aznar y Felipe España no necesita del enemigo independentista para terminar de romperse.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

RUFIÁN ANTE SU ENCRUCIJADA

(Publicado en Diario16 el 14 de noviembre de 2019)

En el mes de julio, cuando se agotaba el plazo para formar Gobierno o ir a nuevas elecciones, Gabriel Rufián instó a PSOE y Unidas Podemos a ponerse de acuerdo antes de las vacaciones porque en septiembre “todo sería diferente”. De esa manera, dejaba claro que ERC estaba dispuesta a arrimar el hombro en ese momento para sacar adelante un Ejecutivo progresista, pero si se dejaba el examen para después del verano la oferta de mano tendida caducaría. Al final, como todos sabemos, no hubo pacto de izquierdas, llegó el otoño caliente, la sentencia del “procés”, el clamor ciudadano, el vendaval callejero y la lluvia de fuego y adoquines. Tal como advirtió el joven líder republicano catalán hoy todo es diferente y aunque tras las elecciones del 10N el acuerdo entre socialistas y morados está prácticamente cocinado (más por necesidad e instinto de supervivencia de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias que por sintonía política) ahora es Esquerra la que no puede dar el “sí” gratis total porque está maniatada por las graves circunstancias que vive Cataluña. De hecho, Rufián ya ha puesto sus condiciones al exigir la convocatoria de una mesa de partidos para resolver el conflicto territorial. El documento que han firmado Sánchez e Iglesias apuesta efectivamente por el diálogo y no por soluciones represivas, pero siempre dentro del “orden constitucional”. Una propuesta que para ERC va a resultar insuficiente y difícilmente asumible, ya que excluye de la mesa el referéndum y la amnistía de los presos soberanistas. Ni una cosa ni otra pueden ser debatidas, ya que ambas están prohibidas por la Carta Magna.
De modo que la investidura de Sánchez pasa necesariamente por ERC, que vuelve a tener una de las muchas llaves que necesita la debilitada coalición PSOE/UP. Y será en esa encrucijada donde Rufián se verá obligado a decidir, y no precisamente sobre el manido derecho a la autodeterminación, sino sobre cuestiones que tienen más que ver con los principios y las ideas, con la altura de miras, con la valentía y la dignidad de un líder que se dice de izquierdas y que aspira a alcanzar algún día la consideración de hombre de Estado. Fue Camus quien dijo aquello de “amo demasiado a mi país como para ser nacionalista” y ese es el gran dilema al que tendrá que enfrentarse Rufián en las próximas semanas cuando se suba al escaño del Congreso de los Diputados y tenga que votar sí o no a Sánchez.
Será entonces cuando el solvente gran actor de la impresora, las esposas y la fusta contra los instalados del Sanedrín parlamentario tendrá que mirarse al espejo, evaluarse a sí mismo y decidir si hace política audaz, valiente, a lo grande, permitiendo que millones de españoles y catalanes se beneficien de medidas sociales y reformas democráticas urgentes o si sigue instalado en la política de lo diminuto, en las costumbres y tradiciones del hermético terruño, en el conservadurismo nacionalista. Rufián debe decantarse entre la dialéctica fácil independencia-unionismo o colaborar en la lucha mucho más honrada y épica contra la ultraderecha carpetovetónica, contra las poderosas élites y el gran capital.
Será en ese momento decisivo cuando se la juegue Rufián. Si opta finalmente por el eje que busca ciegamente la independencia sobre cualquier otro objetivo habrá quedado bien con su parroquia, pero habrá votado no a Sánchez codo con codo con la extrema derecha de Vox. Y si finalmente dice sí al “Pacto del Comedor”, siguiendo la lógica del hombre de izquierdas, quizá ya nunca pueda volver a Cataluña porque le habrán colgado el cartel de “botifler”, esa palabra tan horrible y totalitaria con la que los puritanos del nacionalismo estigmatizan a todo aquel que no siga la férrea ortodoxia. Se habrá convertido entonces en un exiliado en Madrid y ese será el gran drama de un hombre válido e íntegro, quizá de lo poco potable que queda ya en el carcomido Parlamento español, nido de inútiles, aprovechados y arribistas. Rufián se acerca a su ser o no ser. Elegir entre quedar como un dócil sumiso al aparato y al catecismo ideológico del catalán de pedigrí o comportarse como un hombre valiente y coherente con los valores de la izquierda que dice defender. Pocos quisieran estar en su pellejo.

EL ACUERDO


(Publicado en Diario16 el 12 de noviembre de 2019)

Mucho se está hablando estos días de la tibieza con la que los partidos políticos y las instituciones españolas encaran el auge de Vox. Pero poco o nada se habla de la responsabilidad de la prensa, del cuarto poder, ante el boicot que Santiago Abascal ha decretado contra determinados periodistas del grupo Prisa, a los que no permite el paso en sus actos públicos oficiales. No hace falta decir que la orden del caudillo de Vox atenta directamente no solo contra el derecho a informar de los medios de comunicación de este país, sino también contra el derecho de todos los españoles a recibir información veraz, rigurosa e independiente. Ambos principios están consagrados en la Constitución Española del 78, de manera que Abascal, una vez más, lo que hace es pisotear la Carta Magna, esa que con tanto fervor dice defender por el bien de la patria.
No hay ninguna causa o justificación para vetar la entrada de un periodista a un acto de partido. Si bien es cierto que el recinto en el que se celebra el mitin, presentación o rueda de prensa puede ser privado, lo que allí se dice, el contenido, afecta a toda la sociedad y debe ser de dominio público, transparente, como ocurre en cualquier democracia que se precie. De modo que estamos ante un intolerable ataque a uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho que exigía algo más que una simple nota de condena.
La FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) emitió un comunicado contra el boicot ultraderechista calificándolo de “un nuevo paso en su intolerable estrategia de hostilidad hacia los medios de comunicación”. Y reiteró que “el veto supone una grave vulneración del derecho constitucional a la libertad de expresión, que ampara a su vez los derechos de prensa y de información, pilares fundamentales de nuestra democracia”.
La nota de prensa de los representantes de los periodistas fue ajustada y necesaria. Sin embargo, se quedó corta. Contra el populismo neofranquista no bastan buenas palabras o escritos de queja más o menos expresivos y contundentes. Se impone una estrategia común, una unidad de acción de la prensa en general para plantar cara a la imposición, la mordaza y la abolición de las libertades que pretende instaurar en nuestro país la ultraderecha emergente.
De ahí que lo más importante de todo hubiese sido adoptar una serie de medidas ante el ataque de Vox contra la libertad de prensa. La primera de ellas, sin duda, debería haber sido que todos los medios de comunicación, en bloque, hubiesen dejado de asistir a los actos de partido de la formación verde como forma de protesta. Ante el boicot totalitario neofascista la respuesta inmediata debería haber sido otro boicot, un plante en toda regla: dejar de informar sobre un grupo político que impide que la información fluya libremente. En Estados Unidos, país que suele ir por delante en todo lo que se refiere al sagrado derecho a la información, los informadores ya decidieron retirarse en comandita de algún que otro acto de Donald Trump para protestar contra sus formas dictatoriales contrarias a la democracia. Los periodistas españoles deberían haber consensuado una acción similar. Otra cosa es que algunos medios de comunicación hayan decidido ponerse de lado del fascismo como voceros de sus mentiras y sus maneras antidemocráticas. Con esos ya no se podrá contar porque forman parte del universo verde Vox y están contaminados por su misma ideología ultraderechista. Pero sí podría haber apoyado el boicot a los actos de Abascal y los suyos un importante número de medios de comunicación, seguramente la inmensa mayoría, que se siguen manteniendo fieles a los principios democráticos.
Es algo sabido que Vox, al igual que sucede con otras formaciones populistas de extrema derecha en el resto del mundo, no necesita de la cobertura de la prensa convencional para darse propaganda entre sus masas, ya que se mueven en las redes sociales, principal foco de captación de adeptos y simpatizantes. Pero al menos esa reacción casi unánime de toda la prensa española hubiese sido un gesto simbólico crucial por lo que tenía de fortalecimiento de nuestra democracia, un buen contraataque que quizá hubiese hecho recapacitar a los dirigentes de la formación ultra. Porque se empieza por no dejar pasar a un periodista a un acto público y se acaba por cerrar aquellos medios de comunicación que sean poco amables con el régimen totalitario que se trata de imponer.

Viñeta: El Koko Parrilla

BOICOT


(Publicado en Diario16 el 12 de noviembre de 2019)

Mucho se está hablando estos días de la tibieza con la que los partidos políticos y las instituciones españolas encaran el auge de Vox. Pero poco o nada se habla de la responsabilidad de la prensa, del cuarto poder, ante el boicot que Santiago Abascal ha decretado contra determinados periodistas del grupo Prisa, a los que no permite el paso en sus actos públicos oficiales. No hace falta decir que la orden del caudillo de Vox atenta directamente no solo contra el derecho a informar de los medios de comunicación de este país, sino también contra el derecho de todos los españoles a recibir información veraz, rigurosa e independiente. Ambos principios están consagrados en la Constitución Española del 78, de manera que Abascal, una vez más, lo que hace es pisotear la Carta Magna, esa que con tanto fervor dice defender por el bien de la patria.
No hay ninguna causa o justificación para vetar la entrada de un periodista a un acto de partido. Si bien es cierto que el recinto en el que se celebra el mitin, presentación o rueda de prensa puede ser privado, lo que allí se dice, el contenido, afecta a toda la sociedad y debe ser de dominio público, transparente, como ocurre en cualquier democracia que se precie. De modo que estamos ante un intolerable ataque a uno de los pilares fundamentales del Estado de Derecho que exigía algo más que una simple nota de condena.
La FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) emitió un comunicado contra el boicot ultraderechista calificándolo de “un nuevo paso en su intolerable estrategia de hostilidad hacia los medios de comunicación”. Y reiteró que “el veto supone una grave vulneración del derecho constitucional a la libertad de expresión, que ampara a su vez los derechos de prensa y de información, pilares fundamentales de nuestra democracia”.
La nota de prensa de los representantes de los periodistas fue ajustada y necesaria. Sin embargo, se quedó corta. Contra el populismo neofranquista no bastan buenas palabras o escritos de queja más o menos expresivos y contundentes. Se impone una estrategia común, una unidad de acción de la prensa en general para plantar cara a la imposición, la mordaza y la abolición de las libertades que pretende instaurar en nuestro país la ultraderecha emergente.
De ahí que lo más importante de todo hubiese sido adoptar una serie de medidas ante el ataque de Vox contra la libertad de prensa. La primera de ellas, sin duda, debería haber sido que todos los medios de comunicación, en bloque, hubiesen dejado de asistir a los actos de partido de la formación verde como forma de protesta. Ante el boicot totalitario neofascista la respuesta inmediata debería haber sido otro boicot, un plante en toda regla: dejar de informar sobre un grupo político que impide que la información fluya libremente. En Estados Unidos, país que suele ir por delante en todo lo que se refiere al sagrado derecho a la información, los informadores ya decidieron retirarse en comandita de algún que otro acto de Donald Trump para protestar contra sus formas dictatoriales contrarias a la democracia. Los periodistas españoles deberían haber consensuado una acción similar. Otra cosa es que algunos medios de comunicación hayan decidido ponerse de lado del fascismo como voceros de sus mentiras y sus maneras antidemocráticas. Con esos ya no se podrá contar porque forman parte del universo verde Vox y están contaminados por su misma ideología ultraderechista. Pero sí podría haber apoyado el boicot a los actos de Abascal y los suyos un importante número de medios de comunicación, seguramente la inmensa mayoría, que se siguen manteniendo fieles a los principios democráticos.
Es algo sabido que Vox, al igual que sucede con otras formaciones populistas de extrema derecha en el resto del mundo, no necesita de la cobertura de la prensa convencional para darse propaganda entre sus masas, ya que se mueven en las redes sociales, principal foco de captación de adeptos y simpatizantes. Pero al menos esa reacción casi unánime de toda la prensa española hubiese sido un gesto simbólico crucial por lo que tenía de fortalecimiento de nuestra democracia, un buen contraataque que quizá hubiese hecho recapacitar a los dirigentes de la formación ultra. Porque se empieza por no dejar pasar a un periodista a un acto público y se acaba por cerrar aquellos medios de comunicación que sean poco amables con el régimen totalitario que se trata de imponer.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

ARRIMADAS

(Publicado en Diario16 el 12 de noviembre de 2019)

¿Y después de la dimisión de Albert Rivera, un líder con maneras presidencialistas, qué queda realmente de Ciudadanos? El partido naranja nació con la aspiración de influir en los gobiernos, de ser la gran “bisagra” del bipartidismo, pero después del terremoto del 10N, descabezado de liderazgo y con 10 misérrimos escaños (por debajo incluso de Esquerra), ni siquiera servirá para esa función. En las elecciones del pasado domingo, Cs no solo ha perdido 2,5 millones de votos, sino lo que es aún peor: toda utilidad como proyecto político. Y ya se sabe que cuando un partido acaba siendo inservible solo le queda poner el cartel de “Se Traspasa” en la puerta.
Con todo, parece que los supervivientes del naufragio electoral aún creen posible reflotar el barco. Manuel Valls, un hombre experimentado y con formación política que en un principio quiso ayudar al proyecto de Rivera (hoy ya está desligado por desavenencias con la dirección) cree que será difícil remontar el vuelo, “aunque vivimos tiempos convulsos donde todo es posible”.
El primer gran problema que se le plantea a Ciudadanos (y tiene un buen surtido de contratiempos) es el de la sucesión. Después de que Rivera haya arrojado la toalla la siguiente estación será la convocatoria de la Asamblea General, que debe elegir a un nuevo presidente y marcar la hoja de ruta en los próximos meses. La primera cuestión parece resuelta, ya que tiene nombre propio: Inés Arrimadas. Posee el carisma necesario, es una luchadora que no se arredra ante las dificultades y podría ser el revulsivo que necesita el proyecto en estos momentos. Además cuenta con el apoyo de la cúpula –“o Inés o desaparecemos”, han llegado a decir desde las altas esferas del partido− de manera que parece reunir los avales necesarios para optar al puesto.
Ahora bien, la pregunta que cabe plantearse es si Arrimadas no será la versión de Albert Rivera en mujer. Es decir, una apuesta por el continuismo y el más de lo mismo que profundizaría aún más en la crisis del partido. El discurso de la delfina se parece notablemente al del jefe dimitido, no solo en el fondo sino en las formas, no solo en lo que se refiere a la dureza con la que exige medidas excepcionales contra el “procés” independentista en Cataluña (aplicación del artículo 155 de la Constitución, Ley de Seguridad Nacional y cumplimiento íntegro de las penas para los condenados por el Tribunal Supremo) sino también en la antipatía que demuestra y que llega casi a la alergia hostil contra el presidente del Gobierno en funciones y ganador de las elecciones generales, Pedro Sánchez. Arrimadas ha llegado a decir que Sánchez es un “presidente fake” y “un peligro para España”. Con esa carta de presentación será difícil que pueda llegar a entenderse con el PSOE cuando lo que parece necesitar ahora al partido es un giro al centro y mostrar disposición al diálogo con los socialistas para favorecer la gobernabilidad de España. Recuperar el papel de herramienta política útil es imprescindible para la supervivencia de Ciudadanos. Lo contrario, seguir con la matraca del veto al sanchismo y con el mensaje ultranacionalista, tratando de comerle espacio a Vox, supondría la completa extinción del partido. De cualquier modo, falta saber si Arrimadas, a la que se ha visto muy afectada por la debacle del domingo, finalmente está dispuesta a dar el paso al frente.
En cuanto al programa a seguir, parece obvio que Cs debería retornar a sus orígenes: alternativa constructiva al bipartidismo; apuesta decidida por la regeneración y la lucha contra la corrupción; y recuperar la economía en su discurso ofreciendo soluciones reales a los problemas de la ciudadanía. Más política práctica y real y menos patriotismo del barato. El problema es que para hacer todo eso primero debería romper lazos de amistad con el PP y sobre todo con Vox, algo que no parece que Arrimadas esté en disposición de hacer.
Ya pasó la hora de seguir con el luto por el dimitido Rivera, al que se ha despedido como un héroe cuando ha sido el causante directo del descalabro. Ciudadanos no tiene tiempo para las lágrimas ya que pese al batacazo en las urnas aún posee una amplia presencia en las instituciones, con siete diputados en el Parlamento Europeo y tareas de gobierno en cuatro comunidades autónomas y 400 ayuntamientos. Dimitir también de sus obligaciones sería una irresponsabilidad y ocasionaría un grave daño a un país que ya tiene bastantes problemas de parálisis institucional. Por eso, si quiere seguir vivo, Ciudadanos tiene que elegir: o cambiar de rumbo hacia la moderación, hacia un proyecto auténticamente reformista y liberal, o firmar su definitiva liquidación.

ESPAÑA S.A.: UN MODELO AGOTADO


(Publicado en Diario16 el 12 de noviembre de 2019)

España ha tocado fondo. Sánchez podría convocar diez elecciones más y el resultado sería siempre el mismo: la ingobernabilidad de un país cuyo sistema político, social y económico ha entrado en caída libre. La imposibilidad de pacto alguno entre los partidos y la atomización del Parlamento demuestran que el modelo de democracia española instaurado en 1978 ha entrado en una crisis mucho más profunda de lo que se intuía hasta ahora. La meteórica irrupción del populismo de extrema derecha y el crecimiento de las fuerzas independentistas son síntomas evidentes de la gangrena que sufre el enfermo y de que la ciudadanía está harta de que los partidos y los políticos gobiernen a sus espaldas y en contra de sus intereses reales.
El edificio construido en la Transición se tambalea, las instituciones hacen aguas. No solo los poderes Ejecutivo y Legislativo sufren la terrible parálisis, también el Judicial, aquejado de numerosos males como la falta de recursos, el colapso de papel en juzgados y tribunales, la sobreprotección de la banca (véase caso Banco Popular o sentencia de las hipotecas) y la infiltración de jueces peligrosamente simpatizantes con el antiguo régimen. No hace falta decir que instituciones fundamentales para el funcionamiento del Estado como las fuerzas de seguridad del Estado, el cuerpo de inspectores de Hacienda que debe luchar contra el fraude fiscal, los ayuntamientos y administraciones autonómicas se ven aquejados de una alarmante falta de inversión que hace tambalear aún más los cimientos de nuestra democracia. Las cloacas del Estado apestan con sus Villarejos extendiendo la mugre por todas partes y tampoco la monarquía, garante y símbolo del sistema, atraviesa por sus mejores momentos tras los casos de corrupción detectados en los últimos años.
Pero con ser graves los males anteriormente descritos, ninguno es tan letal para el futuro inmediato de nuestro país como esa nefasta concepción que de España tienen las élites financieras y la casta política como un inmenso negocio que han sabido explotar hasta la última gota, no solo con los gobiernos del PP, sino también del PSOE. El gran capital especulativo siempre ha visto a la piel de toro como un gran chollo, una bicoca a esquilmar como en su día los conquistadores españoles esquilmaron las colonias de ultramar. En las últimas cuatro décadas de democracia, salvo períodos aislados, no se ha sabido (o no se ha querido) consolidar los cimientos de una nación verdaderamente avanzada, moderna, próspera y basada en el reparto de la riqueza y en la igualdad económica. España, lejos de ser un país, ha sido España SA, una empresa a exprimir, un gran solar vendido por parcelas donde las grandes multinacionales nacionales y extranjeras, los bancos y las grandes fortunas han entrado a saco. Se ha especulado con el ladrillo poniendo en peligro la economía y entornos naturales únicos como el Mar Menor en Murcia o la Albufera en Valencia (ambos al borde de la extinción); se han privatizado servicios públicos esenciales para el Estado de Bienestar como la sanidad, los transportes y la educación; se ha reconvertido (ay ese eufemismo) la floreciente industria española en otras actividades estériles; y la agricultura se ha empobrecido tanto que los cultivadores de naranjas de la Comunidad Valenciana, por poner un ejemplo, prefieren quemar sus campos y replantar aguacates porque sembrar cítricos es una auténtica ruina. Ahora importamos las naranjas de Marruecos pese a que las nuestras eran las mejores del mundo, un fenómeno parecido a cuando antaño perdimos el monopolio de la cotizadísima oveja merina castellana y otros países supieron sacarle provecho. En España tenemos las mejores fresas que se pierden porque los sueldos de los jornaleros son ínfimos y nadie quiere recogerlas; la mejor leche del planeta, la que da la vaca asturiana, se halla hoy en decadencia por el abandono estatal y las abusivas cuotas lácteas europeas; los mejores pescados y mariscos se ven arruinados por la sobreexplotación y la suciedad de los mares; y el mejor aceite, nuestro oro líquido, con el tiempo también se acabará perdiendo. Y todo ello sin contar con que pese a que España sigue siendo el país con mayor potencial de energía solar del mundo nos siguen tomando el pelo los jeques árabes del petróleo.
Así es este país, un país que tiene potencial para ser rico, un país que pese a sus recursos siempre acaba sumido en la miseria por la gobernanza de esas élites políticas, aristocráticas y financieras que han terminado por expoliarlo. Todo eso se ha hecho con la complicidad de los dos grandes agentes del bipartidismo (PP y PSOE) que han sustentado el gran negocio (para unos pocos, por supuesto) que ha sido siempre esta nación. Ambos partidos, que se han alternado camastrona y perezosamente en el poder, han tolerado y permitido las prácticas de rapiña de especuladores, terratenientes, grandes de España y políticos aprovechados expertos en puertas giratorias. Una vez más, como ocurrió en el Siglo de Oro, los corruptos le han chupado la sangre al español, que se lamenta de vivir en el país con más paro del mundo, con los sueldos más bajos y los más altos índices de precariedad laboral y desigualdad. Este sigue siendo el lugar de Europa donde más políticos han pasado por el juzgado por forrarse con dinero público que no les pertenecía (muchos por cierto ya están en la calle o con cuentas a buen recaudo en paraísos fiscales). Más de 100.000 millones en corruptelas varias, nada más y nada menos. Por no hablar de la inmensa estafa del rescate bancario pagado a tocateja por el sufrido españolito.
Así hemos estado muchos años, demasiados quizá, largas décadas en las que las élites se han aprovechado de la paciencia de los españoles (y por qué no decirlo, de cierto conformismo heredado de los tiempos franquistas). Ayer los analistas financieros advirtieron que la ingobernabilidad de España puede conducirnos a una posible rebaja del “rating” de la deuda soberana. El gran capital extranjero empieza a dudar de que podamos formar un Gobierno estable capaz de hacer frente a los retos del país. Nos han colgado el cartel de estado fallido, como muchos del tercer mundo. Un síntoma más de que hemos llegado al final del callejón sin salida. Y lo que es aún peor: si miramos a nuestro alrededor solo vemos políticos odiándose y enfrentándose entre el alboroto vocinglero y la mediocridad más absoluta. Ni un solo atisbo de esperanza de que alguien cuerdo y sensato aborde las reformas necesarias antes de que todos acabemos hundiéndonos definitivamente.