(Publicado en Diario16 el 1 de noviembre de 2019)
Tal como era de esperar, Esperanza Aguirre le ha dicho al juez García Castellón que ella no sabe nada de eso que llaman trama Púnica. Por supuesto, no estaba al tanto de la gestión económica, ni de la administración de las cuentas, ni de los contratos que se firmaban con unos fulanos de mal vivir. Ella solo se dedicaba a la cosa política y de cuando en cuando, por entretenerse un rato, se daba una vuelta por el partido.
De las cuentas se ocupaba el gerente Beltrán Gutiérrez, según le ha explicado al magistrado como tratando de quitarse el muerto de encima. Pero enseguida ha aclarado que no cree que hubiera una “caja B” para financiar al partido. “Jamás vi dinero en efectivo en el PP”, ha asegurado la dama del estanque dorado en el que nacían, crecían y retozaban ranas corruptas por doquier.
El instructor de la causa le ha preguntado a Aguirre por los supuestos fondos desviados de las arcas públicas tras la firma de contratos por servicios inexistentes, dinero negro que luego fue utilizado para financiar las campañas electorales autonómicas de 2007 y 2011 y las generales de 2008. Todos esos años el PP concurrió a las urnas supuestamente dopado, es decir, que según los primeros indicios y las investigaciones hacía trampas. Los populares siempre han sido un poco tahúres y el último escándalo que le ha salido en plena campaña al partido, hoy dirigido por Pablo Casado, es una serie de montajes, fakes y bulos propagados en las redes sociales con el fin de desmovilizar a la izquierda. Un gesto muy feo que dice muy poco del fair play que debería adornar a todo partido democrático. Aunque quizá sea ese el quid de la cuestión, que el PP todavía no es un partido cien por cien demócrata, visto cómo siguen defendiendo la memoria del dictador Franco.
Pero Aguirre insiste en que no sabía nada de lo que pasaba en el partido. En sus funciones como lideresa solo entraban la representación y la estrategia política, pero no la “gestión” o el “funcionamiento económico”. Ella solo se dedicaba a presidir, a lucir palmito y a tontear con la prensa, que para algo era la novia vestida de blanco de los madrileños. Del fango y de mancharse las manos ya se encargaban otros. De hecho, sólo dedicaba “una tarde a la semana” al partido, y a veces ni eso.
Aguirre ha tratado de convencer a los jueces de que ella era una señora bien que pasaba por allí, por los palacios de Génova, y que echaba unas horas en el partido jugando al mus con los empleados, eligiendo el color de las paredes y cortinas y haciendo el casting de altos cargos corruptos sin saber que lo eran, todo ello por puro altruismo claro. Aguirre era una engañada, una ilusa, una cándida inocente, alguien que cuando tenía delante a un Darth Vader de la corrupción solo veía a un hombre bueno y elegante.
En un momento del interrogatorio, el juez Manuel García Castellón ha tratado de apretarle las tuercas y ella se ha defendido leyéndole los estatutos del partido como si fuesen las tablas de la ley. “¿Lo ve, señoría? No tenía funciones ni de gestión ni económicas. Como tampoco las tiene el presidente nacional”, ha dicho pizpiretamente y con caidita de ojos.
Con todo, dicen las fuentes judiciales que el interrogatorio ha sido por momentos un tanto bronco, con algunos “rifirrafes” entre la investigada y las fiscales, lo que ha llevado al magistrado a intervenir en ciertas fases y a pararle los pies a la condesa consorte de Bornos. Un teatrillo de variedades que servirá para poco, ya que todo el mundo sabe que Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, Grande de España, está por encima del bien y del mal. Y no le tiene miedo ni a los municipales.
Viñeta: El Petardo
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