(Publicado en Diario16 el 24 de octubre de 2019)
Francis Franco ha ido con la bandera del abuelo a la exhumación. Quizá no sea consciente de que su impúdica exhibición del aguilucho puede tener consecuencias penales graves. Debería ser la Fiscalía la que abriera diligencias de oficio por un acto de exaltación de un régimen preconstitucional y genocida, pero mucho nos tememos que una vez más se le dejará hacer al fascismo, se hará la vista gorda y se le tolerará todo. De ahí que el traslado de la momia esté muy bien como medida higiénica para regenerar la democracia, pero sería mucho más eficaz que la Justicia se pusiera de una vez por todas manos a la obra con los nostálgicos del antiguo régimen que se saltan la ley.
Una democracia debe mostrar su “tolerancia cero” con los amigos del fascismo. De ahí que tampoco estaría de más que se revisaran las últimas declaraciones filofascistas de los dirigentes de Vox. Por cierto, Ortega Smith, en un lapsus que demuestra que cuando habla no sabe lo que dice, ha asegurado que el pueblo español va a “inhumar” a Pedro Sánchez en las próximas elecciones del 10N. Inhumar, no exhumar. Lo cual significa que el térmico y verborreico mandatario ultra lo que pretende en realidad es dejar a Sánchez en la Moncloa. Enterrado, pero allí. Justo lo contrario de lo que quería decir. Es una muestra más de cómo la ultraderecha es política basura, fast food, colza de garrafón para votantes de un programa con un único punto importante: extender el odio entre españoles.
En la misma línea se ha pronunciado un tal Rodrigo Alonso, diputado de Vox por Andalucía, quien acaba de asegurar sin despeinarse que hoy es el día en que se da “una patada a la Transición, nos cagamos en la Constitución y los progres fomentan el enfrentamiento”. Esa es la idea que tiene el partido de Santiago Abascal de lo que fue la llegada de la democracia a nuestro país: la continuación del franquismo, la pervivencia del Régimen bajo otra forma metamorfoseada, el “atado y bien atado”.
Ignacio Menéndez, un exlegionario uniformado con su traje verde, varios militares retirados y hasta un cura llegado para la ocasión desde Rumanía se han sumado a la concentración. Un aquelarre fascista, un circo friqui del totalitarismo que no debería haberse autorizado en el que no falta Tejero, un «rockabilly facha», la señora enlacada con el abrigo de visón y el «chino franquista». Ménendez el legionario ha sido de los primeros en llegar y desde primera hora ha intentado tomar posiciones para poder “rendir honores” a quien, ha explicado, es su “héroe”. Lo mismo ha hecho Marius Visovam, un cura rumano que se ha desplazado hasta Madrid para agradecer al dictador su “lucha contra el comunismo”.
“Franco es la espada más limpia del mundo”, ha proclamado a gritos, por su parte, Miguel María Martínez Villote, quien tiene enterrado en el Valle de los Caídos a un tío que “cayó en la toma de Bilbao”.
Los concentrados, unos 300 espartanos, han estado vigilados en todo momento por los agentes de Policía que controlan el acceso a las inmediaciones del cementerio donde va a ser trasladado el general. Allí han coreado vivas a Franco y arribas a España, y han tachado de “traidor” a Pedro Sánchez. El fascismo ya empieza a señalar a sus “botiflers”, al igual que hace el extremismo nacionalista que impone la violencia en las calles (los polos opuestos acaban tocándose). En su acto de protesta contra la exhumación, los nostálgicos del Régimen, entre vítores al golpista Tejero, han terminado abucheando “a los periodistas carroñeros”. Prensa española manipuladora. ¿Les suena de algo?
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