Entró en la historia de España por los aires, con el Dragon Rapid y en secreto, y va a salir de ella de la misma manera: en helicóptero y con la máxima discreción. Hoy es un día histórico, una jornada que quedará marcada para siempre en el calendario y que mejora nuestra imperfecta democracia, como acaba de decir Zapatero, el presidente que un día decidió que ya era hora de sacar a Franco del Valle de los Caídos.
Lamentablemente la exhumación no nos permitirá viajar al pasado para evitar el traidor alzamiento del 36, ni la sangrienta Guerra Civil que costó un millón de muertos, ni la posterior dictadura militar, una de las más crueles que se recuerdan. Pero a ningún demócrata le cabe la menor duda de que, aunque tarde, era necesario (por eso que llaman higiene democrática) sacar al tirano de su nauseabundo altar, donde ha sido venerado durante 40 años como un gran hombre, como un héroe, como un santo. Incluso como un dios. Lo triste es que cientos de miles de españoles que dieron la vida en su lucha contra el dictador, que cayeron en las trincheras, en las cárceles y campos de concentración franquistas o en el exilio, no podrán ver cómo los operarios sacan hoy el féretro del megalómano monumento y lo trasladan a Mingorrubio.
Pero de alguna manera, lo verán los cónyuges y hermanos de las víctimas que aún vivan. También los hijos, los nietos y bisnietos. Varias generaciones que no han vivido en sus carnes las penurias de una guerra civil y una férrea represión, jóvenes que siempre han disfrutado de una existencia placentera en paz y libertad y que hoy recibirán una lección de historia práctica. Si la exhumación va a servir para algo va a ser para que toda esa gente de menos de treinta años que en su error piensa que la democracia es algo que viene por derecho, con el pack de la vida, aprenda que no es así. La democracia es un bien escaso y preciado del que solo disfruta un pequeño porcentaje de la población mundial. La democracia hay que trabajársela cada día, pelearla, cuidarla, porque en cualquier momento, de la noche a la mañana, aparece un salvapatrias con bigote (o barba) y nos da un cuartelazo para robárnosla. La democracia es como una planta que si no se riega se marchita.
Pese a quien le pese, los jerarcas franquistas y sus simpatizantes se fueron de rositas sin pasar por los tribunales para rendir cuentas por tantos juicios sumarísimos, tantos consejos de guerra y tantos crímenes y cunetas en el paredón. Y siguieron prosperando en democracia como lo habían hecho en dictadura. Mientras tanto, a la otra parte de los supuestos “reconciliados”, los demócratas y republicanos, no les quedó otra que taparse la nariz y mirar para otro lado para lograr la ansiada libertad y seguir viviendo. Ese fue el alto precio que tuvieron que pagar por la democracia para sus hijos: nada más y nada menos que tragarse el dolor, la humillación y la represión de cuatro décadas de terror. Pero aquella fábula de la Transición al menos sirvió para una cosa: para que, una vez muerto Franco, no termináramos otra vez a tiros. Aunque solo sea por eso, el gran cuento setentero debe darse por bueno.
El 24 de octubre de 2019 será una fecha histórica por muchos motivos, pese a que un sector de la izquierda obtusa y sectaria pretenda restarle importancia: los familiares de las víctimas empiezan a ganar la batalla por la reparación y la dignidad; la derecha española queda retratada al no haber roto con el patriarca dictador; el prior falangista Cantera (lo más reaccionario del nacionalcatolicismo) sale derrotado; el sector franquista de la Justicia (los Yusty Bastarreche y otros togados) quedan desautorizados en su intento de paralizar el proceso de exhumación; el Tribunal Supremo y las demás instituciones recuperan parte de la credibilidad perdida; a los Franco se les envía el mensaje de que ya no son los intocables “señoritos del pazo” (aunque el Estado debería investigar cómo amasaron sus inmensas fortunas); y la democracia (más vale tarde que nunca) pone en su sitio al dictador. Aunque quizá, a fin de cuentas, a la momia no la estemos exhumando definitivamente, sino solo cambiándola de lugar, aireándola con un paseíllo en helicóptero que algún nostálgico ya sueña con que sea un viaje de ida y vuelta para que el tirano pueda regresar algún día a su residencia habitual.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
Lo de Franco en 1936 no fue un golpe de estado, sencillamente, porque no había estado, la república era un caos absoluto, hasta el punto de que son unos policías y guardias civiles, es decir, los encargados de proteger a personas y bienes los que asesinan al jefe de la oposición D. José Calvo Sotelo. Franco simplemente se puso al lado de los españoles "que no se resignaban a morir", como dijo Gil Robles, nada sospechoso de franquismo. La República consiguió serlo solamente de la izquierda más extrema y de los terroristas, por eso acabó con una sublevación militar, a la que se unieron, de forma entusiasta, los civiles de media España. Podéis llamar tirano y lo que os de la gana a Franco, pero él no empezó la guerra civil. La guerra civil la empezó la izquierda los días 10 y 11 de mayo de 1931, cuando primero en Madrid, y luego en toda España ardieron simultáneamente (¡qué casualidad!) muchas iglesias y conventos, con obras de arte y bibliotecas impresionantes. Eso no lo queréis reconocer, pero fue el chupinazo de la guerra. El que siembra vientos, recoge tempestades
ResponderEliminarEn España ¿Está prohibido ser franquista? Esto sí que es una novedad, me recuerda a la Policía del Pensamiento, de la que habla George Orwell en "1984". ¿Se va a prohibir entonces la paga extra de julio, invento del Régimen de Franco? Mejor sería que se prohíba a las ministras inútiles viajar con su séquito a USA, a enseñarles lo que es la libertad, ¡toma ya!. Y es que no se puede dar carrera a un "mago" (aldeano), como dicen en Tenerife
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