miércoles, 2 de octubre de 2019

UN SEÑOR DE BILBAO

(Publicado en Diario16 el 18 de septiembre de 2019)

Tras el enésimo fracaso de España como país quedaba la guinda del pastel, el último episodio vergonzante para consumar el disparate, el esperpento nacional y la ceremonia de la confusión: una epiléptica sesión de control al Gobierno rebosante de descalificaciones, insultos, rencillas aireadas, exhibición de odios enquistados y navajeos cainitas. ¿Qué sentido tenía este trámite parlamentario precisamente hoy, cuando ya se sabía que nos llevaban de nuevo a elecciones? ¿Qué necesidad había de una absurda sesión de control al Gobierno cuando paradójicamente seguimos sin Gobierno? Ante tanto sarcasmo estomagante e insoportable, lo mejor hubiese sido que Meritxell Batet hubiese suspendido el acto. Así al menos habría ahorrado al país, y a millones de españoles atónitos con el espectáculo humillante de sus políticos, un nuevo trance ignominioso.
Sin duda, quien mejor ha sabido leer la situación dramática que vivimos ha sido Aitor Esteban, portavoz del PNV. Tenía que ser un nacionalista el que afeara la incompetencia y la chapuza nacional. “Si no saben llegar a acuerdos que se vayan a sus casas”, ha sugerido alto y claro el diputado vizcaíno. Paradójicamente, frente a las soflamas patrioteras de unos y el tacticismo electoralista de otros, el líder nacionalista vasco es de los pocos diputados que han estado a la altura y que han sabido remar en la búsqueda de una solución al bloqueo que sufre el país. Esta mañana, a la entrada del Congreso, Esteban mostraba su decepción y hacía un análisis acertado y sincero sobre el fracaso de los partidos españoles en el intento de investidura de la malograda XIII Legislatura.
Para el portavoz del PNV, el PSOE no ha querido negociar en ningún momento con Unidas Podemos, por eso ha ido “dando largas” a Pablo Iglesias desde que se conoció el resultado de las pasadas elecciones del mes de abril. Pero es que además, según el diputado peneuvista, la formación morada tampoco ha sabido estar, ya que por inexperiencia no ha calibrado con quién se jugaba el póker decisivo. De esta manera, los de Podemos “se han pasado de frenada y se han creído los reyes del mambo”, es decir, han tensado demasiado la cuerda de la negociación y han jugado con 42 escaños como si tuvieran mayoría absoluta.
La radiografía de Esteban es perfecta. De este fracaso como país salen mal parados todos los partidos, con diferentes cuotas de responsabilidad en función del grado de poder que ostentaban. El PSOE en primer lugar porque a Pedro Sánchez le correspondía la tarea de formar un Gobierno.
El análisis sosegado y racional de Esteban contrasta con el gallinero, el griterío colegial y la barahúnda en que se ha convertido el hemiciclo esta mañana. La ministra Carmen Calvo y su interlocutora de pactos frustrados de Podemos, Ione Belarra, han subido a la tribuna como si bajaran al barro. Allí se han dado estopa a placer, como si necesitaran relajar tensiones después de tantos meses a fuerza de gimnasio y golpes. Nada nuevo ha salido de ese intercambio de ganchos de derecha, solo más de lo mismo: atribuciones de culpa, reproches constantes y las mismas palabras muertas y cansinas de siempre. La escenificación de la inutilidad más absoluta de los dos principales partidos de la izquierda española.
Luego llegó el momento de la violenta ofensiva dialéctica del impostado Pablo Casado, que ha vuelto a la carga y a su habitual táctica de la crispación acusando a Pedro Sánchez de haber ofrecido a los españoles la “incapacidad más fatua y solemne, la nada con sifón”. A Casado le ha dado últimamente por la poesía parlamentaria, lo cual produce aún más enojo e indignación en estos momentos en los que nadie está para bromas. “Se le ha visto el plumero señor Sánchez, usted tenía un viaje a Nueva York previsto en medio de la investidura; el único que ha fracasado es usted y no es de fiar”, ha revelado. Tan lamentable ha sido la posición del PP en todo el proceso como la actitud pasota de su líder, que ha actuado como si no fuera con él algo tan importante como la estabilidad de España. Así son estos patriotas de nuevo cuño.
Llama la atención el silencio de Albert Rivera y Pablo Iglesias, que asistían a la trifulca de patio de vecinos como esos culpables de algo que prefieren no asomar la cabeza. Llegado su turno, un lacónico Sánchez ha entrado en escena en medio del clima de depresión general, aunque metiéndose ya hasta las cachas en campaña electoral y en tono claramente mitinero. El candidato no investido ha acusado a la derecha de bloquear la formación de un Gobierno en España. Nada nuevo bajo el sol.
Una vez más, ha tenido que ser Gabriel Rufián quien se lo vuelva a explicar: “¿Cómo cree que se fueron los ciudadanos a la cama anoche? ¿Contentos por ir de nuevo a votar? La gente está hasta los bemoles. Cuanto más fuerte es el PSOE más se acerca usted a la derecha. Han perdido una oportunidad histórica”, ha alegado.
Y faltaba Cayetana Álvarez de Toledo en su habitual estilo surrealista, faltón y de inquietante psicoanalista argentina. “La comedia del progresismo ha terminado porque es finita”. Para decir eso mejor no decir nada. Porque hoy era día para que todos callaran y se fueran a sus casas. Como sugiere Aitor.

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