(Publicado en Diario16 el 17 de septiembre de 2019)
Iremos a unas nuevas elecciones, las cuartas en cuatro años. Tras la constatación por parte del rey Felipe VI de que ningún candidato ha conseguido los apoyos necesarios para formar Gobierno, se desprenden diez conclusiones inmediatas:
Uno. La parálisis institucional se ha convertido en un problema endémico, un bloqueo enquistado que amenaza el buen funcionamiento de la democracia en nuestro país.
Dos. Como consecuencia de lo anterior, España necesita con urgencia una reforma constitucional que adapte su Carta Magna a los nuevos tiempos y a la nueva situación de inestabilidad y multipartidismo que vivimos, ya que las normas tal como se formularon en 1978 han quedado obsoletas. El modelo Suárez/Juan Carlos parece definitivamente agotado y el artículo constitucional sobre las mayorías necesarias para la investidura del presidente debe ser objeto de una profunda revisión.
Tres. Los cuatro principales partidos políticos han mostrado su ineficacia para llegar a acuerdos que tengan en cuenta el interés general del país y se han movido por intereses personalistas, electoralistas y estratégicos. Curiosamente, PNV y ERC han demostrado en algunos momentos de este farragoso proceso mucho más sentido de Estado que los partidos nacionales.
Cuatro. Derivada del punto anterior, se constata la preocupante y alarmante falta de altura de miras de los cuatro líderes que han participado en este nuevo fracaso político. Ni Sánchez, ni Casado, ni Rivera, ni Iglesias han sabido dar la talla ante una situación de tal gravedad. Todos ellos se han comportado como niños jugando con algo tan trascendente como el futuro del país.
Cinco. El espíritu de consenso, básico en la Transición española, se ha roto definitivamente. Hoy la política se mueve con otras coordenadas y parámetros, como el rupturismo, el frentismo, el culto al líder y el egoísmo partidista. Así es difícil construir un proyecto de país.
Seis. La izquierda española sale seriamente tocada del traspié. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pierden una oportunidad de oro, casi única, de rearmar a la izquierda de nuestro país y construir una alternativa a las políticas neoliberales que avanzan en toda Europa. Ambos lo tendrán difícil durante la campaña electoral para explicar todo lo que ha pasado durante estos meses: el presidente en funciones para aclarar por qué descartó tajantemente el Gobierno de coalición con Unidas Podemos a partir del mes de septiembre cuando lo había propuesto antes del verano; el líder de la formación morada para razonar por qué en el último momento no hizo lo que más convenía al país, que no era sino abstenerse y dejar que gobernara un partido progresista.
Siete. Ir a nuevas elecciones supone jugar a la ruleta rusa. Por mucho que digan las encuestas de Tezanos, nadie sabe lo que puede pasar cuando se abren las urnas. Lo normal es que gane el PSOE y que el tablero político siga manteniendo el mismo equilibrio de fuerzas. Es decir, más bloqueo institucional. Pero tampoco se puede descartar una fuerte abstención ciudadana o incluso que el bloque de las derechas (PP-Cs-Vox) logre una mayoría suficiente para gobernar, lo que consumaría el desastre total para la izquierda española. Por no hablar de otra cuestión: la historia demuestra con una certeza matemática que después de cada fracaso de una democracia liberal, el hartazgo, la desafección y la rabia de los ciudadanos hacia sus políticos siempre cuaja en un incremento de la extrema derecha.
Ocho. El sistema de monarquía parlamentaria en general sale seriamente tocado y muestra graves deficiencias de funcionamiento. El papel del rey también sufre un desgaste, ya que buena parte de la ciudadanía pasará la factura correspondiente, es decir la cuota de responsabilidad en el fiasco, a una Jefatura del Estado que en tiempos del bipartidismo y de las grandes mayorías pasaba desapercibida pero que en la actualidad queda en evidencia por su nula eficacia en lo que se refiere a las funciones de arbitraje para resolver conflictos institucionales, intermediación y moderación entre las fuerzas políticas.
Nueve. Los graves problemas del país vuelven a ser aparcados por la falta de Gobierno. En el mejor de los casos nos iremos a febrero, cinco meses más en los que la actividad parlamentaria será casi nula. Leyes tan necesarias como la de presupuestos, la de reforma laboral, la derogación de la ley mordaza y la de eutanasia quedarán aplazadas. Por otra parte, la inestabilidad institucional influirá en la economía, siempre sensible a las turbulencias políticas. Los expertos vaticinan una nueva recesión mundial que a España le llegará en precario.
Diez. La democracia española se enfrentará a importantes acontecimientos históricos en los próximos días como la sentencia del procés y la salida del Reino Unido de la Unión Europea, el famoso Brexit. ¿Cómo puede un país serio afrontar semejantes enormes desafíos sin un Gobierno estable que tome las decisiones trascendentes?
Viñeta: Artsenal
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