(Publicado en Diario16 el 21 de septiembre de 2019)
El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, se ha bajado los pantalones en público ante el duro y recio Ortega Smith, ese a quien en el partido conocen como ‘El Rambo de Vox’. Ya sabíamos que el PP madrileño sentía ciertas simpatías por los neofranquistas de Abascal, sus socios preferentes, de ahí las negociaciones que ambas partes han mantenido hasta poder formar gobierno local y regional. Pero ahora también sabemos que Martínez-Almeida, además de estar en sintonía política con el partido posfalangista, le tiene miedo reverencial y se humilla ante él.
El bochornoso espectáculo tuvo lugar el pasado jueves, durante el minuto de silencio en el Ayuntamiento de Madrid en homenaje a la última víctima del terrorismo machista. El acto pretendía ser una protesta ciudadana e institucional contra la violencia de género, pero allí estaba el comando del partido ultraderechista, con Ortega Smith al mando, para boicotearlo todo con una pancarta que rezaba: “La violencia no tiene género. Contra todo tipo de violencia intrafamiliar”. La concejala del partido de extrema derecha en el Ayuntamiento de Madrid, Purificación Cabello, ya había avanzado horas antes que su partido no acudiría al minuto de silencio al considerar que no era más que “una campaña publicitaria de la izquierda que abandona a los olvidados”.
En realidad el cartel de Vox no era más que una nueva provocación, una trampa muy bien puesta para el alcalde y un acto electoral que trataba de echar más leña a la hoguera de la crispación en el ya fogoso y cargado ambiente político que vive el país. De ahí que ese preciso momento en que los políticos ultras desplegaban su infame pancarta se convirtiera en una prueba de fuego espontánea para medir la talla política del alcalde, su estatura moral, su integridad y el grado de gallardía que debe tener el primer vecino de una gran capital del mundo como es Madrid. Y tal como era de esperar, Martínez-Almeida se achicó, se encogió, se vino abajo. Si en un primer momento daba la sensación de que el regidor se estaba encarando con el perdonavidas de Ortega Smith que le saca tres cuerpos, afeándole la despreciable performance electoral que Vox había puesto en escena mientras el cuerpo de la fallecida aún estaba caliente, pronto se vio que todo era postureo, hipocresía, y miedo. Mucho miedo.
Todo el mundo sabe que Ortega Smith es cinturón negro de kárate, exboina verde y niño bonito del jefe Abascal, que lo protege con su Smith & Wesson. Hay que tener los bemoles muy bien puestos para plantarle cara a alguien como él. Pero la política es un trabajo solo apto para valientes, ya lo demostró hace unos días Revilla cuando se enfrentó a un gamberro que insultaba al presidente del Gobierno en plena calle. Lo mínimo que se debe pedir al alcalde de una gran ciudad es que mantenga el tipo y no se achante ante un montón de músculos perfumados con Varón Dandy. “Esto es una realidad dramática, la primera causa de muerte en Madrid, y me gustaría que me hubieras comunicado que venías con una pancarta”, se limitó a reprocharle tímidamente a Smith, que en ese momento ya lo miraba con los ojos ávidos del águila real, el pollo imperial que va a engullir a su presa en toda su pequeñez. Fue como ver un documental de La 2. El feroz halcón ante el conejillo apocado; la taimada serpiente encorvada a punto de engullir al ratón. El fascismo totalitario aplastando la libertad y el honor de las mujeres sin que el sumiso alcalde levantara la voz. Y es que ya lo hemos dicho aquí otras veces. Martínez-Almeida no da la talla política para defender la democracia.
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