(Publicado en Diario16 el 6 de noviembre de 2019)
Las campañas electorales provocan al menos dos efectos inmediatos en todo candidato a la Moncloa: uno que suelen inclinarlo hacia cierto “hooliganismo” para movilizar y enardecer a las masas y otro que produce un aumento de la tensión a medida que se acerca la trascendental cita con las urnas. Aquel que sabe controlar el exceso de pasión para captar votos y logra mantener los nervios a raya, sin cometer demasiados errores, termina siendo el ganador.
Hoy Pedro Sánchez ha sufrido ambos síntomas típicos de campaña electoral. Se ha dejado llevar por el lenguaje duro sobre Cataluña para no perder votos entre el electorado español de centro-izquierda (como si ya diese por perdidos a esos cientos de miles de catalanes que aún votan al PSC) y al mismo tiempo le han traicionado los nervios, incurriendo en el que puede ser el mayor error de una campaña que hasta el momento estaba llevando de forma impecable, incluso con debate a cinco por medio.
El presidente del Gobierno en funciones, en unas extrañas declaraciones que no se comprenden en un candidato que ya va acumulando sus tablas, ha asegurado que la Fiscalía depende del Gobierno central, una afirmación con la que ha tratado de demostrar que su gabinete está trabajando duro para conseguir que la euroorden permita traer de vuelta al expresidente de la Generalitat de Cataluña, Carles Puigdemont, con el fin de que sea juzgado en España.
Como era de esperar, la declaración de Sánchez ha empezado a correr como la pólvora por las redes sociales y por las redacciones de todos los medios nacionales y extranjeros. Incluso alguna que otra asociación progresista de fiscales ha replicado a los pocos minutos “que la Fiscalía de este país es independiente y no tiene que obedecer las órdenes de ningún presidente del Gobierno”. Pero aún hay más: las palabras del candidato socialista no benefician en nada al futuro de la euroorden para la entrega de Puigdemont, ya que la Justicia belga puede entender ahora que existe una injerencia o intromisión del Poder Ejecutivo en el Poder Judicial del Reino de España.
Estamos sin duda ante un error de bulto del candidato socialista que inevitablemente le pasará factura en la recta final de la campaña electoral. Sánchez no solo ha puesto en duda el sistema de separación de poderes básico en todo Estado de Derecho, sino que además ha dado aire al mundo independentista −que lleva años denunciando que la Justicia española está mediatizada por el Gobierno−, y ha levantado ampollas en el estamento judicial. Ese minuto fatal es un gran fiasco para los intereses de Sánchez porque inconscientemente ha incluido un debate que no estaba en la agenda, un debate peligroso lleno de trampas, un debate que claramente le perjudica. En otras palabras, se ha metido en un jardín, ha pisado un charco que no debía, la ha pifiado, por decirlo en lenguaje coloquial.
Estas cosas suelen suceder en las “campañas exprés” que vivimos en los últimos años en España. Cualquier cosa que dice o hace un candidato se amplifica, cualquier idea arriesgada puede volverse contra él, cualquier ocurrencia o paso en falso puede costar unas elecciones. No sabemos el alcance que puede tener el resbalón presidencial, pero resulta obvio que podría tener su reflejo en las urnas. Además, no estamos ante un error con fácil enmienda. ¿Cómo se retracta un presidente en funciones que dice que la Fiscalía es un órgano más del Gobierno cuando durante la causa del “procés” defendió la independencia y la autonomía del Ministerio Público mientras los independentistas le exigían que influyese en el Tribunal Supremo para que no acusara de rebelión a los políticos encarcelados? Es imposible corregir una errata de ese calibre y al candidato del PSOE no le va a quedar otra que tirar balones fuera, mirar para otro lado o hablar del tiempo cuando se le pregunte sobre este espinoso asunto en los próximos días decisivos de campaña.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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