lunes, 18 de noviembre de 2019

RIVERA Y EL CACHORRO

(Publicado en Diario16 el 4 de noviembre de 2019)

Básicamente, las redes sociales se inventaron para ligar, para dar envidia a los amigos y para enseñar vídeos de mascotas con los que obtener mucha popularidad y muchos seguidores. Albert Rivera, totalmente hundido en las encuestas, ha decidido sacar a pasear por Twitter a Lucas, el cachorro de Ciudadanos, en la absurda creencia de que los likes se terminarán convirtiendo en votos el 10N. En el vídeo se puede observar al líder naranja zarandeando y trajinando al pobre animal como si fuera un peluche, de arriba abajo y de abajo arriba, y mirándolo ansiosamente como quien ve un preciado talismán para ganar las elecciones. Solo le ha faltado decir aquello de “mi tesoro” o frotarlo como si fuese la lámpara mágica de Aladino. Mientras tanto, el pobre Lucas, que por lo visto acaba de abrir los ojos al mundo, se pregunta qué ha hecho él para merecer un jefe déspota que ya desde la más tierna infancia lo pone a trabajar en la política, fomentando la explotación perruna infantil.
Debe andar muy desesperado Rivera buscando un revulsivo definitivo que resucite a Cs y lo saque del fango en el que él mismo lo ha metido. Antaño, cuando un candidato se encontraba en apuros antes de unas elecciones, contrataba una campaña de publicidad in extremis, reclutaba figurantes, extras y jubilados con bocadillo, gorra y pin para reventar el último mitin en Las Ventas o le inventaba algún escandalazo urgente al rival poniendo en marcha el ventilador. Había una imaginación, una cosa profesionalizada, una seriedad. Hoy la política se ha banalizado tanto, se ha frivolizado tanto la democracia, que Rivera piensa que exhibiendo una mascota neonata y enterneciendo los corazones lacrimógenos del electorado podrá remontar en las encuestas a seis días de los comicios.
Algunos expertos en el engendro de las redes digitales creen que la táctica le puede dar resultado al candidato, ya que el personal se vuelve loco con los vídeos de perritos y gatitos. De hecho, a las pocas horas de poner su tuit, Lucas ya se había convertido en un auténtico fenómeno viral y era trending topic nacional. Por su parte, Íñigo Errejón ha instado al candidato de Ciudadanos a dejarse de “bobadas” y a “hablar en serio de política”, mientras Vox sacaba la foto de Santiago Abascal acompañado del tigre con el que metafóricamente acudirá al debate televisado de esta noche. Son los signos de los tiempos estúpidos que vivimos.
Sin embargo, más allá de análisis y especulaciones semióticas sobre el montaje de Lucas, lo normal es que Rivera pinche como pinchó con su cursi minuto de oro durante el debate televisado de las pasadas elecciones, cuando quiso ponerse en plan Bécquer y le dio por soltar un poema fallido sobre el silencio y Pedro Sánchez. Si un dulce cachorro es el “arma secreta” que necesita Ciudadanos para superar el descalabro bíblico que se avecina o una absurda frivolidad más del showman Rivera solo las urnas lo dirán. De momento, lo que tenemos es un hombre frustrado en su ambición de ser el líder de la derecha española (y de la ultraderecha) que ha entrado en pánico con los sondeos y se aferra a cualquier cosa, incluso a un tierno cachorrillo prematuramente destetado de la madre y lanzado al brutal circo de la política en un acto feo, insensible y mercantilista (por lo que tiene de recaudador de votos fáciles). Por si fuera poco, el infortunado caniche toy, según Rivera, ha sido entrenado para “hacer frente a todas aquellas personas que ataquen a Ciudadanos”, con lo cual tiene trabajo el infortunado animal.
De modo que el político catalán no ha entendido bien aquella frase de Kafka, quien llegó a asegurar que todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas sobre la vida se encuentran en el perro. En todo caso, la maniobra de Rivera recuerda inevitablemente a aquel otro lebrel de Esperanza Aguirre, el famoso Pecas, cuya cuenta de Twitter era gestionada por Isabel Díaz Ayuso, hoy sucesora de la lideresa en la Presidencia de la Comunidad de Madrid. Ya sabemos cómo han terminado una y otra: la primera en el juzgado para dar explicaciones sobre la trama Púnica y la segunda defendiendo al dictador Franco, con el consiguiente desprestigio y daño para la imagen de un perro al que nadie le ha preguntado si es derechas, de izquierdas o franquista, de ahí su injusta utilización que debería denunciar el Pacma ante la Junta Electoral Central.
Ahora Rivera sigue los pasos de Aguirre (esperemos que no la imite en todo) y saca a pasear a su chucho que, vista la cara de resignación del desdichado animal en las manos del maquiavélico político, demuestra que las mascotas de la derechona española llevan una vida de perros con mucho trabajo, estrés y responsabilidad laboral, una existencia como la de tantos españoles que no es precisamente para envidiar. Esperemos que Lucas no acabe como Rivera: como un juguete roto.

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