lunes, 18 de noviembre de 2019

DÍA DE LUTO EN LA DERECHA ESPAÑOLA

(Publicado en Diario16 el 25 de octubre de 2019)

El Trío de Colón vivió ayer una jornada de duelo por la exhumación de los restos de Franco. Lo reconozcan o no, durante todo el día a Casado y Rivera se les vio consternados, dolidos, apesadumbrados. Ni una sola declaración de condena del fascismo, ni una sola palabra de elogio para una operación –el traslado forzoso del dictador– que no hace sino fortalecer la democracia española. La reacción de Abascal fue todavía más airada y dura, pasando de la tristeza y la depresión por el desahucio del patriarca a la furia y la rabia desatada. Ver a ese señor con la vena hinchada y el dedo inquisitivo apuntando como su Smith and Wesson mientras escupe exabruptos sobre una tarima, en plan guerracivilista, da todavía más miedo que la horda de anarcos indepes como hormigas carnívoras destruyendo las calles de Barcelona.
Y no es para menos la congoja y el enojo que parece haberse apoderado de las derechas tras la mudanza del sátrapa al panteón de Mingorrubio. El rojazo Gobierno socialista les ha tocado lo que más quieren políticamente: el símbolo, la momia, el fetiche. A Casado la exhumación le cogió en un acto de precampaña y cuando los periodistas le preguntaron por el día histórico que se había vivido en el Valle de los Caídos, él pasó como de puntillas, eludiendo la cuestión y hablando de las cifras del paro, de lo mal que está la economía y del tiempo. Rajoy sabía salir más airoso cuando la prensa le ponía delante el incómodo toro del franquismo para que lo lidiara: se ponía hablar de la crisis del Real Madrid, soltaba un trabalenguas gallego de los suyos, daba un par de capotazos y problema resuelto. Pero a Casado le cuesta más, le lastra demasiado la tara franquista, el duelo y el luto que van por dentro, y por eso ayer le resultaba difícil hablar de ello, como alguien que ha sufrido el penoso trauma de perder a un ser querido.
El líder del PP quería mostrarse tranquilo y templado (conviene no perder los papeles y aparecer como un peligroso hooligan antes de unas elecciones) pero se le notó tenso, inquieto, mordiéndose la lengua y con ganas de entrar al trapo para decir todo lo que le pedía el cuerpo. De no haberse encontrado el país en época electoral seguramente habría dicho que Francis Franco es un gran tipo, que la anti España no ha muerto, tal como avisó el viejo, y hasta habría soltado algún que otro “arriba España con dos cojones”. Pero no era el momento de ponerse en plan nacionalista. Cargar demasiado a la derecha en estos momentos de convulsión y radicalismo puede costar veinte escaños el 10N y por ahí no. Uno puede ser un patriotero demagógico pero no tonto.
Por su parte, a Rivera se le vio más en su salsa. A fin de cuentas Ciudadanos nació para estos momentos críticos en los que la españolidad está supuestamente amenazada por la ofensiva separatista. No desaprovechó la oportunidad de comparar el aquelarre fascista que se montó en el cementerio de Mingorrubio –los Chicharro, Tejero, el rockabilly legionario, la señora bien del visón, el Chino facha de Usera y demás personajes del inframundo friqui franquista– con los “golpistas catalanes”. La jugada se veía venir. Por alguna razón, Rivera se siente como pez en el agua cuando se trata de maquillar la memoria del dictador mientras que Casado paga la factura, se le notan más las contradicciones, las neurosis, de ahí que el líder del PP rehúya meterse en el jardín del nacionalcatolicismo.
PP y Ciudadanos representan la derecha española africanista de siempre que por alguna extraña razón se resiste a romper con el pasado y condenar los crímenes del tirano. No han hecho la catarsis necesaria y siguen atrapados por el síndrome de Estocolmo y la fascinación por el general.
De Santiago Abascal poco más se puede decir. Está encantado de que haya estallado la segunda guerra civil y ansía el momento de hacer realidad sus fantasías bélicas más lujuriosas. No engaña a nadie y sigue acumulando votos entre los nostálgicos del régimen. Es clavadito a Franco, solo que con barba, tejanos paqueteros y la bomber repleta de insignias militaristas. Franquismo tuneado siglo XXI. El auténtico y legítimo sucesor del Tío Paco.

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