lunes, 18 de noviembre de 2019

ARRIMADAS

(Publicado en Diario16 el 12 de noviembre de 2019)

¿Y después de la dimisión de Albert Rivera, un líder con maneras presidencialistas, qué queda realmente de Ciudadanos? El partido naranja nació con la aspiración de influir en los gobiernos, de ser la gran “bisagra” del bipartidismo, pero después del terremoto del 10N, descabezado de liderazgo y con 10 misérrimos escaños (por debajo incluso de Esquerra), ni siquiera servirá para esa función. En las elecciones del pasado domingo, Cs no solo ha perdido 2,5 millones de votos, sino lo que es aún peor: toda utilidad como proyecto político. Y ya se sabe que cuando un partido acaba siendo inservible solo le queda poner el cartel de “Se Traspasa” en la puerta.
Con todo, parece que los supervivientes del naufragio electoral aún creen posible reflotar el barco. Manuel Valls, un hombre experimentado y con formación política que en un principio quiso ayudar al proyecto de Rivera (hoy ya está desligado por desavenencias con la dirección) cree que será difícil remontar el vuelo, “aunque vivimos tiempos convulsos donde todo es posible”.
El primer gran problema que se le plantea a Ciudadanos (y tiene un buen surtido de contratiempos) es el de la sucesión. Después de que Rivera haya arrojado la toalla la siguiente estación será la convocatoria de la Asamblea General, que debe elegir a un nuevo presidente y marcar la hoja de ruta en los próximos meses. La primera cuestión parece resuelta, ya que tiene nombre propio: Inés Arrimadas. Posee el carisma necesario, es una luchadora que no se arredra ante las dificultades y podría ser el revulsivo que necesita el proyecto en estos momentos. Además cuenta con el apoyo de la cúpula –“o Inés o desaparecemos”, han llegado a decir desde las altas esferas del partido− de manera que parece reunir los avales necesarios para optar al puesto.
Ahora bien, la pregunta que cabe plantearse es si Arrimadas no será la versión de Albert Rivera en mujer. Es decir, una apuesta por el continuismo y el más de lo mismo que profundizaría aún más en la crisis del partido. El discurso de la delfina se parece notablemente al del jefe dimitido, no solo en el fondo sino en las formas, no solo en lo que se refiere a la dureza con la que exige medidas excepcionales contra el “procés” independentista en Cataluña (aplicación del artículo 155 de la Constitución, Ley de Seguridad Nacional y cumplimiento íntegro de las penas para los condenados por el Tribunal Supremo) sino también en la antipatía que demuestra y que llega casi a la alergia hostil contra el presidente del Gobierno en funciones y ganador de las elecciones generales, Pedro Sánchez. Arrimadas ha llegado a decir que Sánchez es un “presidente fake” y “un peligro para España”. Con esa carta de presentación será difícil que pueda llegar a entenderse con el PSOE cuando lo que parece necesitar ahora al partido es un giro al centro y mostrar disposición al diálogo con los socialistas para favorecer la gobernabilidad de España. Recuperar el papel de herramienta política útil es imprescindible para la supervivencia de Ciudadanos. Lo contrario, seguir con la matraca del veto al sanchismo y con el mensaje ultranacionalista, tratando de comerle espacio a Vox, supondría la completa extinción del partido. De cualquier modo, falta saber si Arrimadas, a la que se ha visto muy afectada por la debacle del domingo, finalmente está dispuesta a dar el paso al frente.
En cuanto al programa a seguir, parece obvio que Cs debería retornar a sus orígenes: alternativa constructiva al bipartidismo; apuesta decidida por la regeneración y la lucha contra la corrupción; y recuperar la economía en su discurso ofreciendo soluciones reales a los problemas de la ciudadanía. Más política práctica y real y menos patriotismo del barato. El problema es que para hacer todo eso primero debería romper lazos de amistad con el PP y sobre todo con Vox, algo que no parece que Arrimadas esté en disposición de hacer.
Ya pasó la hora de seguir con el luto por el dimitido Rivera, al que se ha despedido como un héroe cuando ha sido el causante directo del descalabro. Ciudadanos no tiene tiempo para las lágrimas ya que pese al batacazo en las urnas aún posee una amplia presencia en las instituciones, con siete diputados en el Parlamento Europeo y tareas de gobierno en cuatro comunidades autónomas y 400 ayuntamientos. Dimitir también de sus obligaciones sería una irresponsabilidad y ocasionaría un grave daño a un país que ya tiene bastantes problemas de parálisis institucional. Por eso, si quiere seguir vivo, Ciudadanos tiene que elegir: o cambiar de rumbo hacia la moderación, hacia un proyecto auténticamente reformista y liberal, o firmar su definitiva liquidación.

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