lunes, 4 de febrero de 2013

PACO, EL DEL FERRARI

(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 23 de noviembre de 2009)

Desde siempre, tener Ferrari, marcar Ferrari, calzar Ferrari, ha dado un caché, un estatus, un plus, un algo. El que tenía Ferrari es que era alguien, hincaba el llavero en la barra y se llevaba a la chai. Una cartera sin Ferrari aparcado a la puerta se queda en mero trozo de cuero muerto e insulso sin ningún valor ni glamour. Detrás del copazo y del filetón furtivo en el oscuro reservado debe ir siempre el carruaje rojo, simbólico, fálico, galáctico y principesco fabricado en Maranello. Si no, ya te puedes ir dando por don nadie, por piltrafilla, por mindundi. 
Viene esto a cuento del aireado garbeo en Ferrari que se dio Francis Camps, Franky Camps, Frankie goes to Hollywood, porque el presidente ya no hace política, hace cine de Scorsese, Casino y eso, mayormente. 
Uno cree que el rescate que hizo el premier valenciano de Alonso, Massa y Montemezolo en las arenas movedizas de Cheste ha sido un pulso, un bacarrá que el president le ha echado a Rajoy. Parece que lo tenía todo preparado, oyes. Sólo faltaban las chicas platino con el paragüitas rojo y el muslamen de acero. 
Ese desfile pseudomilitar, elíseo y triunfal de Cheste, ha sido el paseíllo de un Don Johnson sin traquillas que rodaba su último capítulo de Corrupción en Miami, o mejor, de corrupción en Valencia, que aquí ya tenemos montada toda la tramoya, las palmeras de oro, los pelícanos del Bioparc, los mafiosillos del multiholding gürteliano, las carreras monegascas, más el Infiniti de Ric, que siempre puede hacer bulto. 
Pero ni poniéndole el atrezo. FC es que no da el nivel Ferrari. Rita, por su carácter más indómito y racial, encaja mejor en el papel de copilota, de chica a la fuga, de teenager antisistema en plan Grease. 
Quiere decirse que esto ha sido un desafío en toda regla a la cúpula, un órdago al poder paterno/marianista. El día negro del congreso catalán, mientras Rajoy daba una charla de brasero sobre el código ético y otras paparruchas para viejas chochas, Camps y Rita volaban embriagados de turbulenta adolescencia, de brillantina y chicle de fresa, en el Pegaso azul, metálico y alado de Ferrari, como dos rebeldes con causa. Si tú me afusilas en una convención traidoresca, yo te avío en el morrazo con un Ferrari en las portadas del día siguiente. Si tú me das la barrila con el código ético ése, yo me pongo cavallino rampante, cavallino encabritado, como el escudo de Ferrari.
Lo malo es que esos diez minutos de Camps al volante del Ferrari han enterrado los cien años de carreras, palmarés, leyendas, premios, glorias y fama de la escudería legendaria. Desde ese día, cualquier pelagatos puede ponerse al mando de un Ferrari. Desde ese día, más vale hacerse de Maserati, de Hamilton, del coche de Miliki (vamos de paseo, pi, pi, pi). Si FC puede lucir Ferrari es que esa gama anda muy de capa caída. Para domar un buga como Ferrari y que te siente natural hay que ser chulo de cuna o play boy o rico o todo a la vez. Y por mucho que se esfuerce el honorable, no da la talla. Un vendedor de mercería con mucho trajín, como ha dicho Fraga, no puede entrar, no debería entrar nunca en el Olimpo excitante de Ferrari. Le viene grande el motor y la aventura, por eso se mostraba tenso, rígido, ortopédico, como quien lleva la ele en el Smart. Demasiado coche para un simple president regional, por mucho que estos años haya movido pesetamen cantidad, por mucho que haya dado cuartelillo y piastra a los financistas pata negra y bigote negro, por mucho que sea amigo, amiguito y amigacho del gang Orange Market. Un sello Ferrari hay que saberlo tripular con brazo firme de patrón bronceado, porque Ferrari es el yate exclusivo, elitista y diamantino de la carretera. 
Parece que esta derechona nacionalpeperista, tan patriotera ella, a la hora de la verdad no promociona los coches en paro de Figueruelas, sino que le tira más la patente italiani, macarroni, siciliani. Porca miseria. 
Con el numerito del Ferrari, FC ha querido dar un golpe de efecto: el gran salto de la política al star system. Pero para conducir Ferrari y no quedarse en nuevo rico o en Paco Martínez Soria, hay que tener clase y estilo. Lo cual que FC no lo tiene. FC está pasando por la Era Gürtel entre furgonetas y ferraris. Ya circula por cuenta propia, descontrolado, desmelenado, a your way, a la manera Sinatra. Está viviendo deprisa, como un James Dean de la política. Ahora, algún amiguete le ha puesto el Ferrari. Pero aún le falta mucho temple para llegar a chulazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario