(Publicado en Levante-Emv de Castelló el 29 de marzo de 2010)
Si al hombre le gusta vivir bien, también le gusta tener una mortalidad digna, y no parece muy lógico ni muy digno que a uno le hagan el vacío en el más allá o que lo dejen abandonado a la virulé mortuoria.
Quiere decirse que un gobierno que no se preocupa por sus muertos difícilmente puede preocuparse por sus vivos. Acuérdese el lector de lo que escribió Quevedo: «Escucho con mis ojos a los muertos y vivo en conversación con los difuntos». Para Quevedo todos somos un poco difuntos, todos estamos muriéndonos desde que nacemos. Para el PP municipal, también hay clases en esto de morirse, por eso castiga a algunos con una eternidad proletaria, chapuza, agrietada, ruinosa. Alguien en el ayuntamiento debería plantearse que éste es un país egipciaco que adora a sus muertos. Pero el cementerio es un distrito que no le interesa al PP, quizás porque no deja suficiente negocio, porque es un secarral yermo de huesos y tumbas, y claro, de ahí no sale ni un mal plan de urbanismo, ni un campo de golf, ni un yate dorado, ni una Copa América, ni un traje de corte gürteliano.
Pero al cementerio vamos todos al menos una vez en nuestra vida, o en nuestra muerte, porque todos los muertos son de la misma clase social, o sea que la muerte es la máxima expresión de la lucha de clases, sólo que bien hecha, eso se le pasó a Marx.
El olvido de los muertos del pueblo parece una tara congénita de los diversos gobiernos populares que hemos ido sufriendo estos años.
Se olvidaron de los del 11-M y jugaron a las conspiraciones durante años. Se olvidaron de los soldados del Jak cuando Trillo hizo aquel revoltijo infame de miembros, nombres y almas. Se olvidaron de los de la Guerra Civil (de esos ni hablar, sobre todo si son rojos). Y el alcalde Alberto Fabra quiere echar tierra sobre el camposanto del parque Ribalta, para que pueda pasar el TRAM o bus guiado (por mucho que le cambien el nombre no dejará de ser un tocomocho con ruedas).
Esta derecha no tiene memoria. Desmemoriado parece que ha quedado el diputado Martínez Pujalte desde que se rasuró el bigote. Ahora se le olvida apretar el botón en los debates, como el del IVA. Por unas cosas o por otras, al gobernante popular siempre se le acaba olvidando apretar el botón urgente y necesario del ciudadano. Eso es porque la derecha está en otras cosas, en el pim pam pum contra Garzón, en desbragar la democracia a golpe de juez falangista, en el acoso y derribo a Zapatero, Marianico presidente. Están jugando a la gallinita ciega. Ahora quieren olvidarse de esos cadáveres anónimos y dieciochescos que no pueden descansar en paz porque se les viene abajo la choza del otro barrio. De acuerdo, algunos son muertos muy muertos y viejos, muertos románticos, becquerianos, que tienen más de cien años. ¿Pero acaso tiene edad la muerte?
Larra vio que Madrid era un cementerio con un millón de cadáveres. Probablemente el cementerio de Castelló nunca tendrá un millón de occisos, pero va camino de ser la necrópolis del millón de olvidos.
Nos hipotecan en vida y nos estafan en la muerte. Nos condenan a una eternidad con goteras. Si nos descuidamos, nos entierran en la cuneta. Por rojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario