martes, 9 de abril de 2013

EL DUQUE SE VA A CATAR


Al duque de Palma el Rey le ha buscado un exilio dorado o negro (según se mire) en Catar. Dicen que se va a dedicar al balonmano, de donde no debió haber salido nunca. Pobres cataríes, no saben lo que se les viene encima. Las diez plagas de Egipto serán una brisa marina al lado del huracán de codicia y escándalo que persigue a don Iñaki. Que se anden con cuidado los jeques del petróleo, que el duque juega de vicio y tiene un giro de muñeca hábil, rápido, visto y no visto, un giro de muñeca de tahúr avezado, jugador y trilero. El duque es como un maestro de esgrima infalible y donde pone el ojo pone un pedazo de fundación deportiva que deja sin un duro a un país. Ya me imagino yo el desierto de Catar sembrado de fundaciones benéficas con ánimo de lucro, fundaciones como pozos de petróleo. No va a quedar un solo oasis sano en el desierto cuando llegue el duque. Don Iñaki, si le dejan campo abierto, te revende un desierto a comisión en bolsitas de arena fina; Don Iñaki, lejos de la censura coñazo de su suegro el Rey, se pone a su nombre unos pozos de petróleo en un plis plas; un Iñaki a sus anchas libre de jueces y fiscales y haciendo negocio fuerte en Oriente Medio monta unos campeonatos de esquí sobre dunas, expropia para su bolsillo el Mar Rojo, pone en venta las palmeras del Valle de los Reyes, las pirámides cairotas, el Monte de Sinaí. El duque de Palma, cuando se pone, se pone las botas, no deja reino con corona, y se lleva para su casa de Pedralbes hasta los tapices de palacio. Las princesas cataríes, por su parte, que vayan metiendo las bragas repletas de petrodólares en el Catarí Bank, porque llega al Golfo el golfo más rápido, el duque empitonado, que viene a ser lo mismo que em-pal-ma-do, y estamos en horario infantil. Urdangarín arrambla con todo, es el duque de Catar que viene a catar, el caballero más turbante, el ladrón de Bagdad. Que tiemblen las huríes, jamelgas, danzarinas del bajo vientre, ciclistas en bolas y corinas rubiazas de aquellas tierras arábigas y tórridas, porque don Iñaki siempre está abierto a las relaciones internacionales, de forma altruista, claro. Don Iñaki intriga muy palaciegamente y eso los jeques, como son medio lelos y están ciegos de dinero negro, aún no lo saben. Un duque español arribista y ambicioso suelto por ahí, por el desierto, es un peligro público para un Estado y te hunde una monarquía saudí, te monta una guerra en seis días, te arrastra a una guerra santa, le birla por piezas las ojivas nucleares a Al Qaeda o te jode el frágil equilibrio en Oriente Medio. Uno cree que los cataríes se lo deberían pensar dos veces antes de dejar entrar en el país a don Iñaki, porque luego entronca con alguna princesa cursi y pasa lo que pasa.

Tiene bemoles que después de siglos de conquistas, de guerras y tejerazos, después de tomos sangrientos de Historia, los borbones vayan a claudicar por un yerno, un simple yerno, un marido de la hijísima, un quinqui de sangre azul, un manos que sabía pillar, un piernas que sale por patas y se pone de cero a cien en un segundo cuando escapa de los paparazzi por las calles de Washington. El Rey le ha buscado un exilio con poca grandeza, como le corresponde. Pero cuidado, señores moritos, que va para allá un manos.      .             

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