(Publicado en Revista Gurb el 7 de octubre de 2016)
El PSOE sigue con su suicidio
televisado, retransmitido y a plazos. Tras el esperpéntico espectáculo
dado en el último comité federal, que terminó con la súbita liquidación
del secretario general, Pedro Sánchez, el partido sigue sumido en la
desorganización, la falta de liderazgo y la parálisis. Todo en el PSOE
parece haberse convertido en algo dramático, cuando no en un sainete
lleno de gestos esperpénticos, histriónicos, exagerados o ridículos, que
van restando los últimos gramos de seriedad y credibilidad que le
quedaban al partido de los 137 años de historia fundado por Pablo
Iglesias. Los socialistas se levantan cada mañana preguntándose cuál va a
ser el espectáculo de opereta del día, quizá una pelea en un plató de
televisión entre un sanchista y un susanista, un cruce de
descalificaciones entre compañeros de partido o una declaración absurda
del último iluminado de la última baronía de España dispuesto a
convertirse en el nuevo Felipe González del siglo XXI.
A estas horas ya puede decirse que la
gestora que se ha montado, deprisa y corriendo, no convence a la mitad
del partido, ya que no es más que un grupo de caras provisionales,
hombres y mujeres de paja cuya única finalidad es tapar a la boca a los
partidarios de Sánchez para que parezca que alguien manda en el PSOE.
Esta especie de gallinero y falta de coherencia interna en la que se
encuentra sumido el partido explicaría declaraciones como las realizadas
en las últimas horas por el presidente de la gestora, Javier Fernández,
quien sorprendentemente ha llegado a afirmar que "el PSOE se estaba
podemizando", razón por la cual los críticos hostiles a Sánchez
decidieron dar el definitivo golpe de mano. ¿No será al contrario, que
el PSOE se está peperizando, señor Fernández? O las lágrimas de Susana
Díaz, a quien de repente le han entrado las prisas por coser un costurón
que ella misma ha abierto y que quizá ya no tenga remiendo posible, ni
siquiera con la mejor máquina de coser Singer. O el gesto del diputado
del PSOE por Madrid Eduardo Madina, quien tras participar en la conjura
de los necios contra su secretario general ahora ha decidido renunciar a
sentarse en el Congreso de los Diputados por delante de él, y le ha
cedido su asiento, como tratando de dar una imagen de caballerosidad,
fair play y respeto con el enemigo derrocado y vilipendiado. Por mucho
que se esfuerce Madina en teatralizar gestos grandilocuentes, esa unidad
ya no existe.
La cordura parece haberse perdido
definitivamente en las filas socialistas y hasta Ximo Puig, un hombre
habitualmente cartesiano y comedido en sus opiniones, acaba de decir
algo tan pueril y fuera de lugar como que "si el PP piensa que tiene al
PSOE arrodillado, se equivoca". Evidentemente que el PP tiene al PSOE,
no ya de rodillas, sino boca abajo, maniatado, amordazado y a su merced.
Jamás a lo largo de su historia se ha visto el PSOE tan humillado, tan
vencido y tan debilitado por la derecha y eso ha sido gracias a los
conspiradores del ala liberal que decidieron acabar de un plumazo con el
rojo y bolivariano Sánchez, gracias a esos que se hacen llamar "los
críticos" que no midieron bien las consecuencias que tendría su acción
irreflexiva y fatal. Pero parece que en Ferraz, en los últimos días, se
ha impuesto la estrategia del avestruz, mirar para otro lado, cerrar los
ojos a la evidencia, apelar a las palabras vacías y huecas, recordar
los viejos tiempos de esplendor en la hierba y esperar a que escampe la
tormenta. Nada de eso evitará que las aguas del socialismo sigan
revueltas, ya que los dos sectores enfrentados se han jurado odio
eterno. Todos en el partido saben a estas alturas de la película que el
daño al partido es irreparable y que la reconciliación entre ambos
bandos, a corto y medio plazo, resultará imposible. El golpe de mano
contra el líder nombrado por la militancia ha sido demasiado cruento,
demasiado violento y humillante, y muchos simpatizantes y votantes se
preguntan ahora si esa operación quirúrgica era realmente necesaria por
el bien del PSOE o fue orquestada en realidad por el bien de algunos y
de sus intereses personales.
Mientras las horas avanzan y cada vez
queda menos tiempo para que se agote el plazo constitucional e ir a
terceras elecciones, los dirigentes del partido guardan silencio sobre
la estrategia que van a seguir en las próximas semanas. Como si el
silencio no fuera, en esta situación crítica, tan letal como la cicuta.
Unos barones apuestan abiertamente por la abstención para que Rajoy
pueda gobernar de una vez, desbloqueando la situación en la que se
encuentra el país desde hace casi un año, mientras el ala más
progresista y leal a los fundamentos históricos del PSOE, representada
por José Antonio Pérez Tapias, cree que el partido no encontrará una
salida al callejón en el que se ha metido él solito mientras no mire
hacia las fuerzas de izquierda, sobre todo a Podemos, y pacte con ellas
una unidad de acción que siga diciéndole a Rajoy aquello de que "no es
no". El dilema sigue abierto y la ejecución de Sánchez no ha servido
para cerrar filas ni para pactar una línea única de actuación frente a
la investidura de Rajoy, pese a que ya ha transcurrido casi una semana
desde el dramático comité federal. Todo sigue en el aire, no hay un
criterio único respecto a lo que se debe hacer, ni agilidad en la toma
de decisiones, ni coincidencia en las medidas que se deben adoptar hoy
mismo sin más dilaciones ni delaciones. No hay coherencia, ni cohesión,
ni sensación, no ya de partido fuerte dispuesto a acceder al Gobierno,
sino de partido preparado para llevar a cabo una mínima labor de
oposición al PP. El PSOE, envuelto en una guerra absurda y kafkiana, una
riña de patio de colegio entre niños malcriados de familias bien que no
han sabido afrontar sus problemas, atajarlos y crecer con madurez, está
ahora mismo tan paralizado como el propio país. Ha sido una guerra que
no ha hecho sino desangrar al partido un poco más de lo que ya lo
estaba. El PSOE ha claudicado de todo y ya solo espera el momento de que
alguien le ponga el papel delante para firmar el armisticio total sin
concesiones. Es cuestión de días que Rajoy anuncie que irá a terceras
elecciones para lograr, esta vez sí, su ansiada mayoría que le permita
gobernar. Ya no necesita al PSOE para nada y en los comicios del 18D le
dará la puntilla histórica. Pero todavía hay barones nostálgicos que, en
su delirio, dicen que el partido se levantará, cicatrizará sus heridas y
volverá a ser fuerte, como antaño, como siempre. Vanas ensoñaciones.
Aún no se han dado cuenta de dónde se han metido. Ellos y el partido.
Ilustración: L'Avi
Ilustración: L'Avi
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