(Publicado en Revista Gurb el 20 de abril de 2018)
No vamos a ser nosotros quienes
defiendan aquí a Willy Toledo, un hombre excesivo por momentos
desenfrenado e irreflexivo con una especial habilidad para meterse en
charcos extraños. Pero que la Justicia lo haya citado a declarar por "cagarse en Dios y en la Virgen María", como cuenta hoy toda la press,
es la noticia más descabelladamente surrealista y absurda que se ha
producido en este bendito país en los últimos años.
Creíamos haber visto de todo: autos de
fe sacramentales contra artistas segundones que jugaban a Andy Warhol
con la imagen de Cristo; tuiteros condenados a la perpetua por bromear
con Carrero Blanco; pobres titiriteros perseguidos como si fueran
peligrosos terroristas de ISIS; y hasta raperos sometidos a estrecha
vigilancia por unos estribillos baratos. Pero esto, lo de procesar a
alguien por echarle un truño al Altísimo –cuando eso es algo que ha
hecho el español de toda la vida–, ya parece algo excesivo,
desproporcionado, salido de madre.
Toledo, quien soltó en su muro de
Facebook que le “sobra mierda para cagarse en el dogma de la Santidad”
(algo tan escatológico y cochino solo puede recibir un chorreón de
lejía, pero nunca una querella por lo penal) ha anunciado que no acudirá
a su cita con semejante "farsa judicial" y quizá esa haya sido la
afirmación más sensata y coherente que ha salido de su boca en mucho
tiempo. Así que ya vemos al pobre Willy con el petate a la espalda y
desfilando camino del exilio de Bruselas o de Berlín o de la sucia
Suiza, que es donde al final vamos a terminar todos los que nos
dedicamos a este ruinoso negocio de criticar y satirizar lo que nos
parece mal. De modo que huye Willy, pírate, hazte un Puigdemont, ábrete
en plan Anna Gabriel, date puerta, pon pies en polvorosa, y que esta
sagrada neoinquisición de nuevo cuño, este revival nacionalcatolicista
que nos ha vuelto a caer en desgracia, cuando ya lo dábamos por
exitosamente superado, no pueda atraparte. Lárgate, corre, corre, corre,
que te van a echar el guante, como decían los de Leño (¡ah los ochenta,
qué tiempo tan feliz y tan lleno de dulce libertinaje!).
Si la religión es el opio del pueblo,
como decía don Carlos, algunos jueces llevan un chute de más. No hay
sido Willy el que la ha cagado esta vez, sino sus señorías. Quizá sea la
ola de conservadurismo que nos invade y se extiende incontrolable por
toda Europa, como advierte Manuel Valls. Quizá sea que cuando el
fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es casi incurable,
como dice Voltaire. Pero ya no cabe duda: España ha entrado en una fase
de neurosis aguda que va a necesitar de muchos psiquiatras políticos
para sacarla del diván. Si la Justicia quiere procesar a alguien como
Willy por echarse unos juramentos y rilarse y excrementarse en la
divinidad (con mal gusto, no vamos a negarlo), tendremos que empezar a
acostumbrarnos a ver redadas de la UCO en bares y estadios de fútbol, en
mercados y verbenas, donde el español se caga en Dios no solo por mala
educación, sino por norma, por costumbre y por añeja tradición patria.
Un español que no le ha plantado un pino al Todopoderoso al menos una
vez en la vida no es un español, y con esta manía persecutoria que les
ha entrado a algunos magistrados de llevar al estrado a todo el personal
que no sea un mojigato o un afín al Gobierno popular van a terminar
hasta con la blasfemia y el insulto. Que es tanto como querer terminar
con el mismísimo Quevedo. Y por ahí no.
Viñeta: El Koko Parrilla
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