(Publicado en Revista Gurb el 4 de mayo de 2018)
Mil muertos y cientos de heridos
después, ETA deja las armas. Nunca un delirio de sangre resultó tan
inútil y absurdo. En el comunicado que emitió en los últimos días, con
el que pedía perdón solo a una parte de las víctimas y con el que
pretendía poner fin a su historia negra de asesinatos y mutilaciones,
reconocía que ha causado un "sufrimiento desmedido" y asumía su "responsabilidad directa" en la tortura a la que sometió a todo un país. "No debió producirse jamás ni prolongarse en el tiempo.
Somos conscientes de que en este largo periodo hemos provocado mucho
dolor, incluidos muchos daños que no tienen solución. Queremos mostrar
respeto a los muertos, los heridos y las víctimas que han causado las
acciones de ETA, en la medida que han resultado damnificados por el
conflicto. Lo sentimos de veras", aseguraba el texto en un lenguaje
inédito para unos terroristas que pretendían transmitir ahora la
humanidad de la que carecieron durante tanto tiempo. Sin embargo,
en el comunicado de hoy, probablemente el último de su nefasta historia
antes de la pantomima de mañana, cuando tratarán de escenificar el
final de la lucha armada, ni siquiera pide perdón y se limita a decir
que "no tiene miedo" a emprender la vía democrática. Una panda de
matones que hizo de la contradicción su propia esencia no podía terminar
más que con otro texto patético y ridículo para justificar lo
injustificable. No le servirá de nada a ETA tratar de aparentar un final
digno porque todo el mundo sabe cuál es su negro historial: 853
asesinados, más de 2.500 heridos y 10.000 extorsionados. Un dolor
infinito.
A las víctimas, el anuncio de ETA le ha
parecido una farsa y una falta de respeto, por lo que exigen a los
terroristas que se dejen de retóricas y digan de una vez por todas las
únicas palabras que deben pronunciar en la ansiada hora de su
liquidación: "nunca teníamos que haber existido". Por su parte, el
Gobierno se ha mostrado inflexible, como no podía ser de otra manera, y
ha descartado cualquier negociación o acercamiento de presos,
advirtiendo a los asesinos que serán perseguidos por la Justicia hasta
que sean esclarecidos los 358 crímenes todavía sin resolver. Los
asesinatos tienen que ser aclarados y sus autores pagar por sus
fechorías. De otra manera, pasando página, estaríamos enviando a los
familiares de las víctimas el injusto mensaje de que la muerte de sus
seres queridos y su sacrificio fue en vano.
En
cualquier caso, el anuncio de ETA llega cuarenta años tarde –los etarras
tenían que haberse ido a sus casas cuando murió Franco– y aunque quizá
no podamos perdonar que esa gente nos haya condenado a vivir bajo el
terror del coche bomba durante décadas, sí debemos seguir mostrando la
superioridad moral y la dignidad con la que siempre nos enfrentamos a
ese ejército de asesinos y ser magnánimos en la paz. El Estado de
Derecho ha ganado la batalla política y militar. En realidad la ganaron
todos los ciudadanos que no se doblegaron a las pistolas de los
encapuchados, tanto los del País Vasco que vivieron con el miedo al tiro
en la nuca como todas las personas de bien. Ahora solo cabe que la
banda, una vez anunciada su disolución, nos deje tranquilos por fin,
permita que las nuevas generaciones crezcan en paz y no aterrorizadas
como vivimos millones de ciudadanos y que pasemos página cuanto antes al
horror, honrando y agradeciendo a las víctimas su sacrificio. Mal
harían algunos (de uno y otro bando) en querer mantener encendida la
llama del odio. Afortunadamente la pesadilla ha terminado, algo que
parecía imposible hace solo unos años. ETA es historia y debemos
aprender de ella.
Viñeta: Ben
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