(Publicado en Revista Gurb el 4 de mayo de 2018)
Más allá de los botes de crema y de los másteres falsos,
el caso Cifuentes viene a demostrar el alto grado de degradación moral
al que ha llegado buena parte de nuestra clase política. Ver cómo un
vigilante de seguridad conduce a una persona de su relevancia pública
hasta un cuartucho tétrico y cutre, verla revolver el bolso
nerviosamente, ansiosamente, buscando una factura que no existía, y
verla sacar esos dos frascos hurtados de mala manera, no solo produce
estupor e indignación, sino cierta compasión humana hacia alguien que
necesita ayuda urgente porque sin duda sufre algún tipo de trastorno
psicológico como puede ser la cleptomanía. Después de ese vídeo sórdido
se comprenden muchas cosas: se comprende el delirio en el que la
presidenta ha estado viviendo desde que fue cazada con un título falso;
se comprende su obstinación irracional por aferrarse a un cargo cuando
todas las pruebas la incriminaban y su posición resultaba de todo punto
insostenible; y se comprende ese aire de diva decadente, en plan Gloria
Swanson en aquella vieja película de Wilder, ese monólogo paternalista y
ese "no me voy, me quedo, me voy a quedar" con el que se dirigió a los
madrileños el día que saltó todo el escándalo. La presidenta de Madrid
ya es historia, y su dimisión debería servir para que se abrieran las
ventanas del Gobierno regional y entrara algo de aire puro. También
debería servir para que se investigara hasta sus últimas consecuencias
la red de espionaje que supuestamente se tejió en el PP madrileño, las
luchas mafiosas entre familias y clanes rivales, las cloacas del Estado
que han corroído a las instituciones en aquella comunidad autónoma. Para
todo eso debería servir el aciago y tristemente célebre caso Cifuentes,
pero mucho nos tememos que una vez más, todo será inútil. El PP
cambiará un cromo por otro, se abrirá una nueva comisión de
investigación que no servirá para nada, y a seguir tirando, porque la
mayoría de sus dirigentes tienen cadáveres en el armario. Solo un cambio
en la mentalidad de una ciudadanía que castigue duramente a los
gobernantes corruptos, como debería suceder en una democracia sana y
eficaz, podría salvarnos de esta situación de auténtica degeneración
moral. Lamentablemente, estamos muy lejos de esa utopía porque a fin de
cuentas los políticos no son más que reflejos de nuestro propio espejo,
representantes de una sociedad que por lo visto en los últimos años está
podrida desde la raíz hasta las hojas.
*****
Y justo cuando Cifuentes
parecía definitivamente derrotada va y estalla un nuevo escándalo de
rencillas y conspiraciones en Podemos. Estos chicos no tienen remedio.
Parecen expertos en el arte del harakiri político. La historia parte de
un misterioso comunicado interno difundido por Telegram que alguien, sin
duda una mano poco inocente, ha hecho público esta tarde. El papelón
remite a conspiraciones, a disputas internas por sillas y sillones, a
cosas feas entre supuestos camaradas de trinchera. En resumen y sin
ánimo de aburrir, en el texto se habla de una candidatura formada por
Errejón (presidente) y Bescansa (vice) a la Comunidad de Madrid; de
hacerle el vacío al oficialista Espinar; y de, agárrense que vienen
curvas, disputarle el liderazgo al jefe, hacerle la cama, o sea
descabalgar a Pablo Iglesias del poder. Una rebelión en toda regla que
ni en los mejores sueños del juez Llarena. Nada más conocerse la nota,
como no podía ser de otra manera, se ha desatado el terremoto político
en la formación morada. Bescansa dice que ella no sabe nada del
documento, que habrán sido unos asesores misteriosos que andan por
libre. Errejón califica el escrito de "delirante" y asegura que por "ahí
no van por buen camino", ya que él busca una candidatura de integración
para arrebatarle el poder a la dama rubia de los másteres basura. Y
fuentes de Podemos confirman que Iglesias se ha cogido un rebote de tal
calibre que la coleta le cimbreaba como un látigo enfurecido entre sus
manos. Vuelven a sonar tambores de guerra en Podemos. Vuelven las
purgas, las refriegas, las cabezas cortadas. Los fantasmas de Vistalegre
se levantan de sus tumbas como los de Sleepy Hollow. El PP compra
palomitas y se sienta en primera fila para contemplar una segunda
entrega de la peli de terror protagonizada por errejonistas y pablistas.
Cifuentes, tras semanas de angustia, podrá respirar aliviada unos días,
ya que la prensa se olvidará de ella mientras los muchachos de Podemos
se arrean duro y buscan al cerebro y traidor de la cosa. Y luego nos
preguntamos por qué la izquierda española está hecha unos zorros. Si es
que tenemos lo que nos merecemos.
Ilustración: Artsenal
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