lunes, 10 de agosto de 2020

LA TRAMPA DE ARRIMADAS

(Publicado en Diario16 el 2 de agosto de 2020)

Ciudadanos ha tendido una peligrosa trampa al Gobierno central. Su ofrecimiento a apoyar los Presupuestos Generales del Estado (PGE) a cambio de que Pedro Sánchez desconvoque la mesa de negociación con los partidos independentistas catalanes es una gran celada que demuestra el juego subterráneo, sucio podríamos decir, que en ocasiones practica el partido naranja cuando se trata de hablar de Cataluña. Ayer, el presidente del Grupo Ciudadanos en el Parlament, Carlos Carrizosa, dejaba caer que Moncloa “no tendría por qué” retomar la mesa de diálogo sobre el conflicto territorial si finalmente el partido naranja da su visto bueno al borrador de presupuestos.

El mismo Carrizosa se jacta de que su formación “está fastidiando el plan de chantaje” de ERC al Ejecutivo Sánchez y advierte además de que Gabriel Rufián solo apoyará los PGE si obtiene a cambio beneficios para los presos encarcelados por el referéndum del 1-O mientras que Cs los respaldaría con “mejoras para la gente”, según sus propias declaraciones. “El Gobierno, si obtuviera nuestro apoyo mediante nuestras aportaciones y mejoras para los Presupuestos que aprovechen todos los ciudadanos, no tendría por qué ceder al chantaje de ERC”, insiste Carrizosa en una entrevista con Europa Press.

La propuesta del portavoz naranja es del todo punto inasumible para el Gobierno de coalición. Si Sánchez aceptara los votos de Ciudadanos a cambio de cancelar la mesa de negociación en Cataluña estaríamos ante una de las mayores estafas políticas de los últimos años. El presidente socialista quedaría como un tramposo ante los catalanes, a los que ha prometido intentarlo todo para solucionar el conflicto, entre otras cosas abrir un proceso de diálogo y llegar a algún tipo de acuerdo beneficioso para ambas partes que ayude a superar la profunda crisis institucional abierta desde hace años. Ninguna cabeza en su sano juicio puede llegar a pensar que Pedro Sánchez empeñará su palabra a cambio de los diez escaños de Cs, dando portazo a los partidos catalanistas y liquidando la última baza para la reconciliación.

Si Ciudadanos cree que los Presupuestos Generales del Estado son buenos para España, desde el punto de vista social y económico, lo que debe hacer es apoyarlos sin reservas, sin condiciones y sin chantajes de ningún tipo. En política las cosas deben hacerse en función de si son buenas o malas para el pueblo, no con segundas intenciones, intereses partidistas ocultos o sectarismos ideológicos. Y desde ese punto de vista la propuesta de Carrizosa no puede tener otros calificativos que fullera, patética y desleal. El señor diputado por Ciudadanos sabe perfectamente que no hay otra manera de tratar de llegar a una solución al grave conflicto en Cataluña que abriendo un espacio de diálogo y negociación. Lo contrario, dar la espalda al problema, ignorarlo como si no estuviera ocurriendo nada, sería una gravísima irresponsabilidad, tanto como aceptar que la cuestión catalana no tiene solución y lo que nos espera en los próximos años es más tensión en las calles, más odio entre independentistas y unionistas, más motivo de fractura y enfrentamiento social.

El diagnóstico político de Carrizosa es totalmente erróneo y demuestra que el hecho de que alguien viva en Cataluña no significa que necesariamente entienda lo que está ocurriendo allí. Sin duda, él no es más que el mensajero del plan, ya que quien realmente está detrás de la maniobra es Inés Arrimadas. Desde Madrid, la líder naranja ha ordenado que todos en el partido se pongan ya en modo presupuestos, condicionando cualquier tipo de apoyo de la formación liberal al Gobierno a la previa cancelación de la mesa de partidos en Cataluña. Ahora se ve que el supuesto giro al centro de la presidenta de Cs era solo a medias, un viraje incompleto y solo por razones de puro pragmatismo, no de convicción política. Arrimadas ha apoyado a Sánchez en los peores momentos del estado de alarma simplemente porque no le quedaba otra, porque votar en contra hubiese supuesto ponerse definitivamente al lado del PP y de la extrema derecha. Dice la verdad Carrizosa cuando asegura que en el contexto del coronavirus “no es momento para batallas estériles, sino de arrimar el hombro e intentar trabajar juntos”. En eso han actuado con coherencia y sensatez. Sin embargo, cuando ha llegado la hora de retomar el enquistado y secular “problema catalán”, las posiciones reaccionarias de Ciudadanos han vuelto a aflorar. La rotunda negativa de Arrimadas a sentarse a negociar con Quim Torra y los demás representantes soberanistas no es más que radical cerrazón, ciego fanatismo y falta de visión política. Por no entrar a recordar que Ciudadanos aún mantiene vergonzosos pactos con los ultraderechistas de Vox en varias comunidades autónomas. Carrizosa queda muy bien con la parroquia cuando garantiza que no apoyará la moción de censura contra Sánchez que plantea la formación de Santiago Abascal. “No creo que sea el momento de que haya partidos que introduzcan elementos ajenos a lo principal, que es la lucha contra las consecuencias de la pandemia”, ha afirmado. Sin embargo, lo único cierto es que va de la mano del demonio verde en no pocos territorios del país.  

“Con nuestros diez diputados en Madrid estamos pudiendo ayudar a que las consecuencias de la pandemia sean probablemente menos traumáticas y las medidas que toma el Gobierno sean más ajustadas y más razonables”, persiste Carrizosa. Lo malo es que el juego sucio se le ve a la legua más allá de la buena intención que él y sus compañeros naranjas hayan podido demostrar a la hora de colaborar con el Gobierno para superar la pandemia. 

Si Ciudadanos pretende ser esa formación que “atempere” las políticas y haga las “cosas más razonables”, como dice el diputado catalán por Cs, debería hacer un ejercicio de realismo, superar la ensoñación de que no haciendo nada todo irá a mejor en Cataluña y sentarse a hablar con los independentistas hasta llegar a un principio de acuerdo. Así es como se resuelven las cosas en la vida. Lo demás es postureo, demagogia y un ejercicio estéril e inútil de la política.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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