miércoles, 12 de agosto de 2020

MIGUEL BOSÉ

(Publicado en Diario16 el 11 de agosto de 2020)

Miguel Bosé cree que existe un plan secreto, macabro y supremacista de las élites para conseguir el control de la población mundial mediante la propagación de la pandemia. De esta manera, el coronavirus sería obra de Bill Gates, de algunos gobiernos cómplices como el de Pedro Sánchez, de la poderosa industria farmacéutica interesada en fabricar vacunas, microchips y polvo inteligente y de las redes 5G. Todo cabe en la teoría conspiranoica de Bosé, antes rey del pop y hoy rey del bulo y la desinformación que se expanden como la pólvora, a través de las redes sociales, como el más mortal y contagioso de los virus.

Muchos son los genios que han acabado en las redes de las teorías de la conspiración, como Philip K. Dick, maestro de la ciencia ficción, que se volvió loco al creer que la CIA lo perseguía noche y día. Bosé está convencido de que alguien quiere controlar nuestras mentes y de que un siniestro Gobierno en la sombra nos quiere matar a gripazos y neumonías. Por eso ha decidido dar un paso al frente para convertirse en el nuevo Neo, un héroe salvador que viene para rescatar a los humanos del sórdido mundo Matrix. De hecho, forma parte de un movimiento ciudadano al que llama La Resistencia. Su delirante campaña en Twitter contra las vacunas no solo es disparatada porque no aporta ni una sola prueba en contra de la eficacia de unos tratamientos científicos que han salvado a millones de personas de enfermedades como el sarampión, la varicela, las paperas y la rubéola, sino que además es irresponsable, ya que pone vidas humanas en peligro. Hablamos de un famoso crepuscular que, pese a haber entrado ya en la decadencia artística y profesional, goza todavía de un gran poder de influencia en la sociedad. Sus opiniones alimentan la desinformación y ya se sabe que la ignorancia es la enfermedad que más ha matado a lo largo de la historia. Alentando teorías medievales y anticientíficas, el bueno de Miguel está contribuyendo a propagar un mal mortífero y letal, como aquel Don Diablo de su famosa canción que se escapaba y andaba suelto por rincones y cajones, “ten cuidado yo lo digo por sí…”

Los derechos humanos y las causas civiles necesitan de ídolos, líderes, rostros con carisma que los defiendan y exciten el pensamiento crítico en la sociedad. Pero de ahí a contar fábulas distópicas y burdos cuentos de alianzas del mal, duendecillos verdes y terraplanistas hay todo un mundo. Bosé, al colocarse de lado del bulo, la superchería, el primitivismo naturista y los cuentos de brujas y viejas ha perdido una preciosa oportunidad de hacer un gran bien concienciando a la gente sobre la necesidad de vacunarse. Como dijo el añorado Carl Sagan, “demostrar la superficialidad de la superstición, la pseudociencia, el pensamiento new age y el fundamentalismo religioso es un servicio a la civilización”. No cabe la menor duda de la sensibilidad y de la buena fe del gran artista español que, no lo olvidemos, ha llevado a cabo importantes proyectos solidarios para ayudar a los niños pobres de América Latina. Lamentablemente, en este caso ha tomado partido por el bando equivocado, el de los enloquecidos marcianos del planeta Raticulín. Verlo en la televisión con esas profundas ojeras renegridas y esa barba de astrólogo o vidente obsesionado con la bola de cristal, oírlo hablar de microchips y nanobots que pretenden controlar a la raza humana y reducirla a la categoría de borregos, produce una gran tristeza y desolación. Bosé siempre fue un icono, un hombre comprometido con la causa de la justicia social, un referente de la izquierda y la transgresión durante los duros años del tránsito de la dictadura a la democracia. Fue víctima de la incomprensión y el fanatismo reaccionario macho y recalcitrante, que quiso etiquetarlo, ridiculizarlo y encerrarlo para siempre en un armario, aunque él supo triunfar gracias a su innegable talento musical y a su calculada ambigüedad. Hoy es un claro ejemplo de esa generación que ha pasado de los valores políticos humanistas al irracionalismo intelectual, extraviándose por los desvariantes senderos de la chaladura friqui. Cuando Bosé ataca al Gobierno de Pedro Sánchez y le acusa de propagar la pandemia no anda muy lejos de la forma de pensar de los nuevos líderes de la extrema derecha negacionista que se mofan de la mascarilla comunista del doctor Simón y de las distancias de seguridad. Fascismo, desinformación y esoterismo siempre van de la mano.

Las vacunas libraron al género humano de una colección de epidemias. Hoy, el día que Rusia anuncia que ha desarrollado el primer antídoto contra el coronavirus, hay que alegrarse por este avance médico, aunque haya que acogerlo con todas las reservas, ya que es cierto que el descubrimiento viene marcado por las prisas y la relajación de los protocolos experimentales de seguridad. La muerte de millones de enfermos en todo el mundo justifica que los gobiernos tomen decisiones arriesgadas. Pero Bosé no entiende que el planeta necesita el remedio milagroso como agua de mayo y mete a todas las vacunas en el mismo saco, obviando que antes de la jeringuilla protectora la gente moría de tuberculosis, tétanos y fiebre amarilla. Tristemente, nuestro artista más genuino y rompedor ha quedado como una de aquellas divas del cine mudo que cuando veían pasar su momento celebrity hacían todo lo posible por volver a captar la atención de los focos. Una Norma Desmond de la canción española olvidada por las cámaras que, refugiada en su apartada mansión de México, entre recuerdos, fotografías amarillentas y discos de platino, intenta recuperar el esplendor del pasado a golpe de tuit escandaloso y una extraña ideología conspiranoica que degrada su más que notable figura artística.

 Viñeta: Igepzio

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