miércoles, 19 de agosto de 2020

EL DESPECHADO

(Publicado en Diario16 el 17 de agosto de 2020)

El abogado despedido de Podemos José Manuel Calvente está convencido de que el caso de presunta financiación ilegal que ha puesto en manos de un juez de Madrid va a ser la trama Gürtel del partido morado. Así lo ha dicho al menos en su cuenta de Twitter, donde arremete contra sus excompañeros, aquellos mismos camaradas a los que se abrazaba efusivamente en los mítines políticos y con los que levantaba el puño y cantaba la Internacional. “No estamos ante Gürtel o Filesa. Mucho peor. Estamos presuntamente ante presuntos sinvergüenzas que habrían metido la mano presuntamente en la caja del partido para su presunto beneficio y el de sus presuntos amigos. Yo sí respeto la presunción de inocencia”, insiste el letrado que fue responsable del control de las cuentas podemitas. Llama la atención el abuso del término “presunto”, ya que alguien que ha visto con sus propios ojos y ha vivido en sus propias carnes un asunto escandaloso y denigrante no se anda con tantos melindres legales o precauciones gramaticales. Lo escupe todo descarnadamente caiga quien caiga. Pero aceptemos que debe ser así por respeto constitucional.

El caso es que Calvente es un hombre que, por lo que sea −por idealismo y deseo de que resplandezca la verdad o por puro despecho−, ha decidido emprender la lucha titánica de los tribunales, una batalla en la que ha asumido el desgaste personal y profesional. Ya se sabe que en este país a los denunciantes de corrupción se les trata poco menos que como apestados y muchos de ellos incluso terminan siendo condenados a penas mucho más duras que las que se impone a los propios corruptos. En España el denunciante de las trapacerías de políticos y poderosos suele convertirse en un ser solitario, atormentado, un personaje homérico que acaba perdiéndose en el laberinto del Minotauro de la Justicia. La tarea de levantar las tapas de las cloacas acaba convirtiéndose en hercúlea y conseguir el estatus sagrado de testigo protegido, con escolta de la Guardia Civil, es poco menos que un privilegio imposible. Por eso, alguien que como él se decide a dar el paso más trascendental de su vida tiene que tener todas las pruebas bien guardadas en la carpeta y debe estar preparado para las preguntas incómodas del juez. ¿Ha hecho los deberes Calvente, lo tiene todo atado y bien atado, o por el contrario ha piado ansiosa e instintivamente, como un pichón que acaba de salir del huevo, dejando peligrosos cabos sueltos? Solo el tiempo dirá hasta dónde llegan sus acusaciones. Pero de momento puede decirse que lanzar una afirmación tan rotunda como que esto es la Gürtel de Unidas Podemos parece demasiado precipitado, sensacionalista, aventurado. Sobre todo porque, tal como se desprende de su visita al juez aireada por la prensa, ha declarado que la mayor parte de lo que sabe procede de la rumorología y de lo que otros le contaron.

Cuando hablamos de Gürtel nos referimos a la madre de todos los casos de corrupción detectados en la historia de España. Donativos ilegales de grandes constructoras, comisiones millonarias, lavado de dinero negro, sociedades interpuestas, adjudicaciones a dedo a empresarios y amigos y unas cantidades astronómicas que según la investigación judicial superaron los 120 millones de euros solo en contratos públicos. Todo ese manantial de suciedad no era más que la punta del iceberg, ya que la Policía nunca logró averiguar el montante total de aquella gigantesca organización criminal montada alrededor del Partido Popular para enriquecimiento y lucro de unos pocos. El caso Gürtel socavó los cimientos mismos de la democracia española y llenó de podredumbre todas y cada una de las Administraciones del Estado. Hasta donde ha declarado Calvente, no parece que su denuncia se parezca, ni de lejos, a la macrocausa que costó la moción de censura a Mariano Rajoy en el año 2018. El exabogado se refiere a una supuesta caja B de Podemos que en realidad era un fondo de ayuda para actividades benéficas. Una especie de bote o cepillo solidario por el que de ninguna manera han podido circular las monstruosas cifras que se detectaron en la trama de Francisco Correa y el tristemente célebre tesorero popular, Luis Bárcenas. Es materialmente imposible que de esa hucha en la que los cargos de Pablo Iglesias depositan el 15 por ciento de sus sueldos como diputados para fines sociales pueda salir semejante red criminal. Ni hay empresarios paganinis, ni suculentas comisiones, ni contratos públicos o sobornos. Si el dinero se ha repartido finalmente en sobresueldos para los miembros de Podemos, en lugar de que llegue a los parados y mujeres maltratadas, estaremos ante un feo asunto desde el punto de vista ético o moral que dañará la credibilidad del proyecto morado, pero policialmente tendrá escaso recorrido, ya que las aportaciones provenían de los propios afiliados.  

Calvente ha asegurado que Podemos no debería pasar a la historia como un partido manchado por la corrupción de “cuatro presuntos sinvergüenzas” que en su opinión “están enredando y confundiendo”. De esta manera, trata de presentarse a sí mismo como un héroe que lo hace todo por el bien del partido cuando en realidad está haciendo todo lo contrario: coloca a Unidas Podemos a la misma altura del betún que aquel PP emponzoñado de fango de Mariano Rajoy. Flaco favor a la causa. De ahí que su denuncia adolezca de cierta injusticia moral en su raíz y parezca más bien la clásica rabieta sin meditar y el típico “esto lo tengo que contar, así reviente todo”, que un acto altruista en pos de la verdad.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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