(Publicado en Diario16 el 30 de julio de 2020)
Pablo Casado no se fía de lo que pueda hacer el Gobierno de Pedro Sánchez con los 140.000 millones de euros en ayudas a fondo perdido y préstamos que Europa ha adjudicado a España para la reconstrucción del país tras la pandemia. Por eso quiere que Moncloa nombre un Alto Comisionado para debatir sobre el destino de los fondos y evitar así “el peronismo, el clientelismo y esos planes E verdes y digitales que el Gobierno ya empieza a esbozar”. El mundo es una caja de sorpresas. Resulta que Casado, el líder de una formación política salpicada por la trama Gürtel, Púnica, Lezo y tantos trapicheos organizados durante años, recela y sospecha ahora de los socialistas y de lo que Sánchez y sus ministros puedan hacer con el maná caído del cielo de Bruselas. Casado es así, un espíritu de contradicción, un oxímoron en sí mismo. Muy laxo y permisivo con el dinero que se robó en Génova 13 durante las décadas del aznarismo/marianismo (y del que por cierto nunca habla) y muy estricto y exigente con las ayudas que se ha trabajado Sánchez, navajeando duramente con los holandeses, y que servirán para levantar las maltrechas empresas y economías familiares de los españoles.
“Si usted quiere que hablemos de verdad de los fondos de reconstrucción desde un punto de vista independiente y profesional, nombre un Alto Comisionado como han hecho otros países”, exigió ayer el jefe de la oposición durante el debate sobre la reconstrucción del país y el Plan Marshall aprobado por el Consejo Europeo. El presidente del PP, tan bromista él, animó al Gobierno a “pactar” ese Alto Comisionado con el Partido Popular (que es tanto como exigirle la parte de la tarta que cree que le corresponde) y sugirió que hay “ex gobernadores del Banco de España y ex gobernadores del Banco de Pagos de Basilea” que podrían “ayudar” en esta tarea de control. Por descontado, todos los candidatos serían del PP.
La idea de Casado de poner luz, taquígrafos y transparencia a los convoyes llenos de dinero que van a llegar de la UE se antoja ciertamente excelente. Efectivamente, el Alto Comisionado sería un gran instrumento de control del dinero público que tantas veces se perdió por el sumidero de las comunidades autónomas gobernadas por los caciques de la gaviota. Y candidatos no le faltan a Casado. Así, para el programa de ayudas a pequeñas y medianas empresas se podría nombrar como directores a Francisco Correa y Álvaro Pérez el Bigotes, que ambos saben mucho del mundo empresarial y siempre se les ocurre algo que hacer con el dinero de la Administración. A Jaume Matas, por su parte, siempre se le podría encargar que organizara las ayudas para recuperar el moribundo turismo. Es un gran conocedor del sector hostelero de Mallorca y haría un gran papel ahora que se trata de abrir corredores para que algún que otro inglés despistado se deje caer por las islas. En esa línea, Luis Bárcenas podría echarle una mano a su compañero de partido, ya que el ex tesorero del PP era un gran experto en viajes al extranjero y controlaba como nadie el mercado suizo.
Para organizar las subvenciones europeas que deben servir para sostener y financiar la Sanidad pública se podría colocar sin problemas a algún gestor de la siempre eficaz escuela privatizadora del PP madrileño, uno de esos duros aguirristas neoliberales que lo venden todo al por mayor, desde las vendas quirúrgicas hasta la comida de los hospitales, gente siempre preocupada por los hospitales y centros de salud públicos. A buen seguro que Ignacio González y Francisco Granados estarían dispuestos y se ofrecerían como voluntarios ahora que empiezan a estar al corriente con la Justicia y tienen tiempo libre. Experiencia en cómo gestionar el dinero de los ciudadanos, para que todo vaya a parar a donde tiene que ir, no les faltaría.
El PP anda sobrado de cantera de funcionarios para dirigir el Alto Comisionado de Casado, políticos que han jugado durante años con el parné de los españoles y que podrían ocupar algún carguete. Por ejemplo, Rodrigo Rato, que podría encargarse de las ayudas sociales, las pensiones, la dependencia y el ingreso mínimo vital para los hambrientos de la crisis. Hoy por hoy, Rato se ha dejado lo de las tarjetas black, un mal vicio del pasado, una mala adicción que lo tenía consumido y enganchado, y se ha rehabilitado como un místico budista que a fuerza de meditación, de ayuno y de libros de autoayuda ha visto por fin la luz. Su enfoque humanista podría ser de gran ayuda y hasta podría dar buenos consejos a los desesperados de las colas del hambre a pie de calle.
Cómo no, en la lista de Casado para organizar el Alto Comisionado no puede faltar otro nombre ilustre, Eduardo Zaplana, que como ex ministro de Trabajo que fue podría encargarse de las ayudas y fondos para el fomento del empleo. Solo en el último mes, un millón de trabajadores se han ido al paro por culpa de la maldita pandemia y Zaplana podría trabajar en ese terreno. Además, con tanta puerta giratoria como ha atravesado en su dilatada carrera profesional ha acumulado ingentes conocimientos de cerrajería y ese bagaje didáctico podría ser muy aprovechable para los cursos de formación.
Ayer, durante la sesión en el Congreso, Casado se enfadó mucho con Sánchez porque no cuenta con el PP para controlar todo ese maná europeo que va a llovernos de Bruselas. Hasta le acusó de peronista y clientelar y de no tener humildad y de seguir con una “política de barra de bar, descalificando y haciendo la oposición a la oposición”. Qué desconfiado es este Pedro Sánchez. ¿Cómo se le ocurre no contar con los grandes políticos del PP de toda la vida para gestionar juntos esas ayudas tan suculentas por el bien de España? Total, que se perdieran 100.000 millones de euros en corrupción en los años de Aznar y Rajoy es solo una simple anécdota de la que nadie se acuerda ya. Tampoco es para ponerse así, hombre.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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