(Publicado en Diario16 el 5 de agosto de 2020)
La noticia del exilio de Juan Carlos I ha cogido fuera de juego a la extrema derecha española. Vox había construido todo su edificio ideológico y sus planes de futuro para el país sobre la Monarquía como piedra angular de su programa político y de buenas a primeras el rey emérito, fundador del Régimen del 78, decide dar la espantada y abandonar España −que es tanto como asumir su responsabilidad y declararse culpable de sus negocios ocultos durante tantos años− de tal forma que todo el castillo de naipes de los neofranquistas se viene abajo con estrepito. A la formación de Santiago Abascal le queda la bala de Felipe VI y a su figura se seguirá aferrando para mantener viva su propuesta de modelo de Estado tradicional, centralista, monárquico y clasista que privilegia a las élites financieras, aristocráticas y empresariales.
El golpe ha sido duro y a esta hora la consigna en el partido verde parece ser la de guardar silencio. Llama poderosamente la atención que el ejército tuitero y de bots de Abascal esté siendo cauto estos días a la hora de interpretar la histórica noticia sobre el exilio del viejo monarca. A Vox le está costando valorar las informaciones sobre el rey emérito, en buena medida porque respaldarlo ahora sería tanto como apoyar a alguien que está siendo investigado por fraude a Hacienda, cobro de comisiones ilegales y blanqueo de capitales. Un discurso de exculpación sería contraproducente y en Vox parece que se ha dado la orden de no mostrar demasiado fervor y fidelidad a la figura de Don Juan Carlos mientras no aclare el embrollo del caso Corinna. Porque Abascal puede ser un ultrapatriota que siempre va a pecho descubierto, pero no es un loco ni un ciego y sabe, porque lo vivió en el Partido Popular, que poner la mano en el fuego por un supuesto implicado en un asunto turbio (o como decía Mariano Rajoy de su tesorero Luis Bárcenas por “ese señor del que usted me habla”) no es bueno para el negocio. El hedor a corrupción termina espantando a la clientela, o sea al votante con sentido común que termina buscando nuevos proyectos políticos emergentes. Esa lección la ha aprendido bien Pablo Casado, que cuando se encuentra en la tribuna de oradores del Parlamento, insultando y dando estopa a Sánchez, mira hacia arriba, ve los esquilmados escaños populares tras años de ladrocinio y corruptelas, y recuerda con nostalgia aquellos tiempos gloriosos de las mayorías absolutas.
De manera que Vox ha decidido que su postura oficial en este escabroso asunto zarzuelero no puede ser otra que considerar que el exilio del patriarca de la Transición y su voluntad de instalarse fuera de España es una “decisión personal” del propio monarca. Al mismo tiempo, se guarda los vítores y vivas para el hijo y sucesor, a quien consideran “la cabeza de la Nación” y continuador de ese gran invento franquista que fue la Restauración Borbónica. De cualquier modo, está claro que el “caso Corinna” va a ser utilizado por los ultras para cargar contra el Gobierno de Pedro Sánchez, al que acusan de aprovechar la “mudanza” del rey emérito para “seguir pisoteando las instituciones del Estado”. Si hay alguna manera de tapar las vergüenzas propias es poner al descubierto las ajenas, y al mismo tiempo que Abascal ha dado instrucciones a sus huestes para que no hablen demasiado del pasado (es decir, de Juan Carlos I) también ha aleccionado a los suyos para que no desaprovechen la oportunidad de convertir al presidente del Gobierno en el gran conspirador y liquidador del juancarlismo. Bien mirado, el PSOE no tiene nada que ver con la caída en desgracia del anciano monarca; el emérito, él solito, se ha labrado su infierno personal y profesional con sus cuentas en Suiza y sus tratos con los jeques árabes. Es más, los socialistas se están comportando en toda esta historia como devotos monárquicos de pedigrí, ya que han cerrado filas, todos a una, para proteger a Felipe VI en las horas más bajas para la Casa Real. Si Pablo Iglesias (no el actual hombre de la coleta sino el mítico fundador del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores) levantara la cabeza de su tumba, probablemente volvería a caer en redondo en ella al comprobar a qué niveles de renuncia y traición a la causa del republicanismo ha llegado el partido del puño y de la rosa.
Pero Vox ya ha visto material para un nuevo expediente X conspiranoico. Apoyar a un supuesto jefe de Estado corrupto sería demasiado “cantoso”, indecoroso, así que se trata, una vez más, de desviar la atención del problema cargando contra el demonio rojo “socialcomunista” culpable de todos los males del país. A través de varios mensajes en su perfil oficial de Twitter, Vox ha criticado que el Ejecutivo “ilegítimo” de Sánchez e Iglesias haya hecho de la decisión del monarca “una oportunidad para evadir sus responsabilidades y las causas penales que llegarán por su criminal gestión de la pandemia y por sus corrupciones y delitos”. Es la estrategia de la cortina de humo que tan habitualmente suele emplear la extrema derecha española.
“La Nación no va a permitir que una pandilla de desalmados, corruptos y blanqueadores de asesinos le robe el futuro, la libertad y el afán por seguir dando continuidad a nuestra historia”, añade uno de los mensajes histriónicos de Vox, que además rechaza “caer en la trampa” de discutir legados históricos con quienes “manipulan el pasado a golpe de ley totalitaria”. El objetivo último de la maniobra, por supuesto, sería reunir argumentos ficticios con vistas a la fracasada moción de censura que los ultras piensan presentar en otoño contra el Gobierno de coalición. La película de convertir a Sánchez en una especie de “traidor a la patria” que conspira contra la Monarquía −cuando en realidad el primero que ha fallado a los españoles ha sido el monarca achacoso cegado por la codicia− ya la hemos visto antes. Cuesta trabajo creer que este nuevo bulo vaya a funcionar, aunque con un pueblo tan crédulo y visceral como el español nunca se sabe.
Viñeta: Igepzio
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