miércoles, 12 de agosto de 2020

EL OTOÑO CALIENTE


(Publicado en Diario16 el 10 de agosto de 2020)

Vox amenaza con un otoño caliente. Es el ultimátum de un partido que ha llegado a la política española con el único objetivo de desestabilizar nuestro sistema de derechos y libertades. A Vox le produce grima la democracia y lo que representa, ellos son claramente autoritarios, populistas, nostálgicos del régimen anterior, y su obsesión es acabar con el Gobierno “socialcomunista” como sea. De ahí que Santiago Abascal ya haya dado la orden de agitar las calles, una gran manifestación de protesta que incluso “podría provocar la caída del Gobierno de coalición”, según sus cálculos y predicciones.

Abascal está seguro de que la situación económica y social de España empeorará el próximo otoño y los ciudadanos no dudarán en exigir a sus políticos “explicaciones” por la gestión en la crisis de la pandemia. Lo dice en una entrevista con Europa Press, donde aclara que el clima de “descontento social” hará triunfar la moción de censura que prepara para la vuelta de las vacaciones. En realidad es perfectamente consciente de que sacando gente a la calle no conseguirá el poder, solo llenar los hospitales de contagiados. El mayor riesgo para el país en estos momentos no es el auge de la extrema derecha sino la segunda oleada de coronavirus provocada por los botellones veraniegos juveniles, las corridas de toros de Cádiz y los pinchadiscos que escupen su calimocho infecto en las discotecas de moda. Si es cierto que Abascal piensa sacar a sus militantes a la calle para crear un clima de inestabilidad política, la propagación del virus está más que garantizada. Ya se sabe que Vox no es un partido caracterizado precisamente por respetar las medidas sanitarias de prevención que propone el doctor Fernando Simón. Al igual que Donald Trump y Boris Johnson, ellos son negacionistas y cualquier día incluyen en su programa electoral el terraplanismo, las delirantes ideas de los antivacuna y las rogativas en misa de doce. Vox siempre se muestra más preocupado por proteger y preservar el folclore y las fiestas y tradiciones españolas que por invertir en ciencia para frenar al coronavirus. A Abascal nos lo podemos encontrar posando a las cinco en punto de la tarde con una cuadrilla de matadores de toros y banderilleros en traje de luces, pero nunca lo veremos rodeado de batas blancas. Los médicos y científicos son la gente de la razón, del conocimiento y la sabiduría, y esos caminos están muy alejados de las vísceras, la exaltación y el fanatismo radical que promueve Abascal.  

Con todo, cabe preguntarse cómo serán esas protestas callejeras del otoño caliente que predice Abascal. El líder de Vox es de los que creen que una manifestación feminista entraña un altísimo riesgo exponencial de contagio mientras una riada de patriotas enfervorecidos con banderas al viento no supone ningún peligro para la salud pública. Como si el virus llevara en su núcleo el ADN rojigualda que protege a los españolazos de bien. La última vez que Vox movilizó a sus legiones lo hizo en coche, pero lo más probable es que esta vez los ultras salgan a gritar “Sánchez paredón” a pecho descubierto y sin mascarilla. La escalada de tensión siempre exige ir un paso más allá, siguiendo el manual joseantoniano.

No obstante, entre arengas, discursos del odio, falsedades y consignas demagógico/patrioteras, Abascal deja en su entrevista con Europa Press algunas claves políticas importantes que conviene no pasar por alto. Así, el líder ultraderechista está convencido de que el Partido Popular terminará sumándose a su moción de censura contra Sánchez e incluso cree que algunos diputados del PSOE sopesan a esta hora participar en una traición al presidente solo para echar al antimonárquico Pablo Iglesias del Consejo de Ministros. “Creemos que de aquí a dentro de dos meses, con la situación social que va a vivir España, puede haber diputados socialistas que reflexionen sobre qué está antes, si su partido o España”, asegura en una de las afirmaciones más delirantes que se le recuerdan al dirigente vasco. “Si los españoles quieren, el Gobierno puede caer muy pronto. Si los españoles son conscientes de la gravedad de la situación y están dispuestos a comprometerse, el Gobierno puede caer por las movilizaciones sociales”, añade. Incluso es capaz de meterse en el papel de generoso estadista que lo hace todo por amor a la patria, no por intereses personales ni para cobrar protagonismo, e insinúa estar dispuesto a dar un paso a un lado para que sea otro, probablemente Casado, quien lidere el Gobierno alternativo. A esta hora el líder popular ya estaría informado de los planes de Vox, puesto que ambos han mantenido contactos para tratar sobre la moción de censura, según el propio Abascal. “Mantengo una buena relación con Pablo Casado desde hace años pero no siempre analizamos las cosas de la misma manera”, reconoce en la entrevista. De cualquier modo, la moción de censura está abocada al fracaso, ya que en política por encima de los sueños están las matemáticas y el líder bilbaíno de la extrema derecha no cuenta con los apoyos suficientes de las distintas fuerzas parlamentarias en su intento de derrocar a Sánchez.

La estrategia de la derecha para los próximos meses parece, por tanto, meridianamente clara. Promover la agitación callejera a costa de propagar el virus, tratar de convencer a Pablo Casado para que lo apoye en sus ensoñaciones e intrigar entre los diputados socialistas para que algunos de ellos caigan en el tamayazo y claven el puñal al César Sánchez en la escalinata del Congreso. Mientras tanto, Vox intensificará su discurso en defensa de la Casa Real, un maná que les ha caído del cielo y del que pueden sacar no poco provecho político. Idolatrar al rey emérito, ensalzar su figura como gran patriarca de la Transición y del Régimen del 78 y cerrar filas alrededor de la monarquía frente a los enemigos de España que supuestamente pretenden instaurar la república −finiquitando la concordia entre españoles−, es un plan que encaja como un guante en la estrategia del miedo y el odio en la que Vox se mueve como pez en el agua.

Viñeta: Iñaki y Frenchy

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