(Publicada en Revista Gurb el 2 de septiembre de 2016)
Hace ya tiempo que la política española se ha convertido en una comedia sofisticada de enredo, en plan Lubitsch. Puertas que se abren y se cierran, amores y desamores, cuernos, engaños y toda la bajeza y la inmoralidad de la que es capaz la jet set de nuestro alegre Parlamento patrio. El Diablo dijo no fue una de las grandes películas del maestro judío alemán y hoy, como todo vuelve, está más de actualidad que nunca. El diablo que ha osado decirle no a Rajoy no es otro que Pedro Sánchez, que a partir de ahora es y será el culpable de todos los males históricos del país. Arrastrará su infamia para siempre, ya lo ha sentenciado el PP en un comunicado de prensa. No estaría mal saber qué negro redacta las notas periodísticas en Génova 13 con ese tono entre folletinesco y hortera (¿Paco Marhuenda, quizá?). Le ha caído el sambenito de demonio al líder socialista y todo lo malo que ocurra desde este preciso instante será por su mala cabeza. Si hay sequía será por culpa de Pedro Sánchez; si las playas se llenan de burkinis será por Pedro Sánchez; y si Otegui vuelve o al final no hay Gobierno en España eso se deberá, sin duda, a Sánchez el negativo. Sánchez es el nuevo diablo que viste de Prada, o de Armani, o de Hugo Boss, qué más da. Ya se huele el rastro de azufre cuando el sociata pasa por Moncloa para hacerle la cobra al presidente. Ya apuntan cuernecillos rojizos sobre su sonrisa mefistofélica. Ya vemos su tridente en ristre y su rabo… (del rabo mejor no hablar, remitimos al programa de Calleja).
El caso es que Sánchez, el diablo que se
ha vendido el alma a sí mismo, es el demonio perfecto, y ahora que
viene de Mojácar con ese moreno albañil y esa tableta de abdominales que
para sí la quisiera Aznar o el del anuncio de Dolce y Gabbana parece
más canalla y diablesco que nunca. Sánchez es el satánico ideal para
justificar el aquelarre de esta España caótica, desgobernada, descoñada.
El Doctor No, el maligno guapo que todo lo jode, el pútrido satanás que
quiere romper España con su nihilismo descarnado. Porque otra cosa no
será, pero Sánchez es un nihilista convencido que niega la realidad y
que siempre dice no a todo y a todos. El nihilismo se lo inventaron
entre Gorgias y otros griegos, pero fue el gran Turguéniev, en Padres e hijos,
quien lo extendió por toda Europa. Más tarde llegó Nietzsche, que mató a
Dios y elevó su mostacho fetiche a los altares filosóficos. Así es
Sánchez: un nihilista recalcitrante, un emperrado que siempre va con el
no por delante, un fetichista del no incapaz de darle el sí al
presidente, con lo mucho que lo quiere y lo aprecia don Mariano. Con
Sánchez no hay manera de formar un Gobierno serio en España porque
Sánchez lo niega todo: la recuperación económica, la bajada del paro, la
unidad de España, el milagro de Lourdes, la Santísima Trinidad, las
propuestas de los barones del PSOE, el posturero PP/Ciudadanos y el
sentido mismo de la vida. Y así no hay forma humana de levantar una
España grande y libre, oiga usted.
Rajoy tiene la investidura perdida
(salvo que a un socialista le dé un apretón de transfugismo a última
hora y se meta en el lavabo a mitad de votación) pero también tiene la
coartada perfecta: la culpa de todo es del diablo que dijo no. Y con ese
discurso directo y sencillo para mentes líquidas se presentará a las
terceras elecciones, que volverá a ganar de calle y aquí paz y después
gloria. Esta vez lo tiene más fácil que nunca. El responsable de todo es
Sánchez el Anticristo y antiespañol, a mí no me miren. Y ya no
importará que nadie quiera estrecharle la mano sucia a Rajoy, el
presidente apestado; ni que los tribunales rebosen de diputados del PP
trinchados por la UCO; ni que hayamos pasado de una España sin derechos a
una España de derechas. Votaremos con desprecio y con desgana, entre
cava y turrón, y el culpable de ello será Pedro Sánchez. Porque Sánchez
es el mismísimo diablo. Y el diablo dijo no.
Viñeta: El Koko Parrilla
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