(Publicado en Revista Gurb el 3 de septiembre de 2016)
Como era de prever, Mariano Rajoy perdió el debate de investidura y salió del Congreso sin hacer declaraciones, escabulléndose entre los periodistas. Ninguna fuerza política del arco parlamentario, salvo PP y Ciudadanos (con el apoyo del único diputado de Coalición Canaria) quiso dar su confianza al candidato popular y finalmente el "no" al presidente en funciones ganó al sí por 180 votos frente a 170. Al final la negativa del PSOE a abstenerse para que Rajoy pudiera salir elegido (una postura en la que el líder socialista Pedro Sánchez ha empeñado todos sus esfuerzos y hasta su futuro político) resultó clave para evitar la reelección del presidente del Gobierno.
La primera conclusión es que Rajoy sale
quemado del Parlamento, donde ha recibido duras críticas de todas las
fuerzas políticas por las drásticas medidas de ajuste económico contra
la crisis que el presidente ha adoptado en los últimos años y también
por su tibieza a la hora de combatir los numerosos escándalos de
corrupción que han salpicado a su partido. Por tanto, a estas horas todo
parece abocado a unas terceras elecciones, que en principio se
celebrarían el día 25 de diciembre, si antes no se reforma la ley
electoral para evitar el escarnio y el ridículo de que los españoles
tengan que ir a votar el mismo día de Navidad.
La segunda consecuencia fundamental de
la investidura fallida es que, tras el fracaso de Rajoy, España sigue
sumida en el bloqueo institucional después de nueve meses sin Gobierno,
una situación inédita en la Historia de nuestro país que está provocando
estupor en la comunidad internacional. No obstante, y pese al bloqueo,
se abre un nuevo escenario de dos meses en el que todavía podría saltar
alguna que otra sorpresa. Durante ese tiempo, y hasta el 1 de noviembre,
cuando el Rey Felipe VI disolverá las Cortes, parece más que seguro que
las fuerzas de izquierda impulsarán una negociación en un último
intento por sumar los escaños suficientes para formar un Gobierno de
progreso y cambio, evitando unas terceras elecciones que, según han
coincidido todos los partidos, supondría una imagen negativa, cuando no
esperpéntica, para la democracia española. En ese sentido solo una
opción alternativa parece posible: un Gobierno de Pedro Sánchez con el
apoyo de Unidos Podemos y Ciudadanos, una especie de Gobierno
Frankenstein en el que participarían desde socialistas a comunistas
pasando por independentistas y el centro derecha. Esta hipótesis, con
ser la única que daría los números necesarios para gobernar, se antoja
poco menos que ciencia ficción, ya que ello significaría la renuncia de
Pablo Iglesias a su famosa línea roja de proponer un referéndum para la
autodeterminación de Cataluña, un punto irrenunciable en las
confluencias catalanas de Podemos. Por si fuera poco, tanto Iglesias
como el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, se han declarado socios
“incompatibles” en un mismo Gobierno de coalición, ya que las políticas
económicas que proponen ambos partidos son radicalmente antagónicas. De
poco servirán las esperanzadoras declaraciones que Sánchez realizó
anoche apelando a las "fuerzas del cambio" para buscar una solución al "atasco político" en España y garantizando que si percibe "altura de
miras y generosidad" por parte de los demás partidos de izquierda "el
PSOE formará parte de esa solución".
Posibilidades de futuro al margen, la
investidura fallida de Rajoy ha sido la crónica de una derrota
anunciada. Se sabía de antemano que su pacto con Albert Rivera solo le
daba para alcanzar 170 escaños, insuficiente para lograr los 176 que
otorga la mayoría absoluta para gobernar. La consecuencia inmediata es
que ha quedado liquidado el acuerdo con las 150 medidas para la
regeneración política, la lucha contra la corrupción y la reforma
institucional en España que Ciudadanos impuso al PP como condición
indispensable para apoyar la investidura de Rajoy y que éste tuvo que
firmar por necesidad, como tragándose un sapo.
Finiquitado el pacto PP/Ciudadanos queda
claro que todos los partidos se mueven ya en clave electoral. Rafael
Hernando, portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, en
un ejercicio de malabarismo político, aprovechó su intervención para
endosar a Pedro Sánchez toda la responsabilidad de que España siga a
estas horas sin un Gobierno, mientras que los socialistas respondieron
señalando a Mariano Rajoy como único culpable de la situación, al no
haber sido capaz de lograr los apoyos necesarios para lograr la
investidura. Firme en sus posiciones, Hernando confirmó que el candidato
del PP a las terceras elecciones no será otro que Mariano Rajoy. Y
llegados a este punto debemos preguntarnos: ¿es Rajoy parte de la
solución o más bien parte del problema? Felipe González recordó ayer que "el partido más votado en España tiene al candidato más vetado",
insinuando que el presidente popular debería dimitir, arrojar la toalla,
dando paso a otro aspirante libre de sospechas que pueda aglutinar los
apoyos suficientes. Si este debate ha dejado algo claro es que nadie,
salvo sus correligionarios, quiere que Rajoy siga siendo el presidente
de España. El líder gallego es el símbolo de las políticas de austeridad
y recortes que tanto sufrimiento han ocasionado a millones de españoles
en los últimos tiempos y por si fuera poco es el presidente que envió
un SMS de apoyo incondicional a su tesorero, Luis Bárcenas, cuando ya se
sabía que éste figuraba como implicado en un monumental caso de
financiación ilegal. Por su nefasta gestión de estos años, está moral y
políticamente incapacitado para dirigir un nuevo Ejecutivo. Sería
bochornoso, y hasta una vergüenza para la democracia, que un dirigente
que ha propiciado la instalación de redes mafiosas en el Gobierno, como
los casos Gurtel, Púnica, Rato y Blesa, tenga otra oportunidad de ser
presidente. Por eso, quizá en estos momentos no haya un mayor lastre ni
un mayor tapón de bloqueo institucional que Mariano Rajoy. Quizá si él
ya no estuviera en la política española el PP lo tendría mucho más fácil
para lograr apoyos de Gobierno. Pero todo son conjeturas. Lo único
cierto es que a esta hora, tras el fracaso de Rajoy en la investidura,
los españoles ya se están concienciando de que tendrán que ir a votar
por tercera vez y para colmo en fechas navideñas. Las encuestas auguran
que los comicios beneficiarán al bipartidismo tradicional PP/PSOE,
perjudicando a los dos partidos de la nueva política: Podemos y
Ciudadanos. Además, la abstención podría aumentar debido al hartazgo de
la población, lo que redundaría en beneficio del partido en el Gobierno.
Será precisamente por eso que los populares se mostraban tan tranquilos
ayer tras la derrota de Rajoy. No tienen miedo a unas terceras
elecciones porque ya ganaron las primeras el 20D y mejoraron en número
de votos y escaños el 26J. Pero ojo, porque jugar con las urnas puede
resultar peligroso, ya que las elecciones las carga el diablo.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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