(Publicado en Diario16 el 19 de enero de 2023)
Mientras Feijóo embarranca en circunloquios y trabalenguas propios de Mariano Rajoy, Sánchez triunfa en el extranjero. El rotundo espaldarazo que el foro de Davos (capital mundial del liberalismo económico) ha dado a las políticas del Gobierno de coalición al felicitar al premier español por los excelentes resultados económicos de nuestro país, ha sido un palo definitivo para el PP. ¿Qué van a decir ahora Cuca Gamarra y Bendodo si hasta el gran sanedrín del capitalismo globalizante avala repartir la riqueza para luchar contra la desigualdad? ¿Por dónde va a salir ahora Isabel Díaz Ayuso si hasta los suyos del laboratorio ultraliberal internacional proponen subir los impuestos para sostener el maltrecho Estado de bienestar? Está claro que se han quedado sin discurso económico y ya solo pueden abrazarse al manido recurso del “España se rompe” y al “Sánchez traidor” para intentar conquistar el poder.
Lo que ha pasado en Davos en las últimas horas ha sido glorioso. Los grandes prebostes del dinero, los aristócratas del gran capital, apostando por las medidas socialdemócratas de Moncloa. Ver para creer. Atrás quedan los años de las vacas gordas, cuando los señores de la opulencia se reunían en el Foro Económico Mundial para repartirse las ganancias y los beneficios, posar para la foto de familia y ponerse finos a canapés. Tras la terrible pandemia y la guerra en Ucrania todo ha cambiado. Muchos de ellos tienen miedo de que el sistema, más bien el chiringuito, se les venga abajo sin remedio. Han caído en la cuenta de que la nueva sociedad tecnológica y robotizada produce bolsas inasumibles de pobreza y miseria, distorsiones que generan tensión, paro, convulsión social, desórdenes públicos, insurrecciones populares y la aparición de fenómenos aberrantes como la conspiranoia trumpista ultra que se extiende por los cinco continentes. El orden mundial se resquebraja y ya se sabe que cuando la calle se revuelve el dinero tiembla. El miedo de las clases poderosas a la inestabilidad se propaga no solo por los pasillos de Davos, también por los de la Unión Europea, por los del Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo. “En el Foro de Davos se empieza a escenificar un cambio de paradigma económico, algo que se observa en tres ideas: instaurar una mayor fiscalidad y que esta sea común; solucionar las desigualdades económicas, aumentadas por la revolución tecnológica; y frenar y revertir el cambio climático para evitar una futura crisis”, asegura el periodista económico Javier Ruiz.
Para que las grandes multinacionales funcionen a pleno rendimiento hace falta paz social. Para que los bancos puedan seguir floreciendo con fertilidad se requiere orden político. Para que el gran circo del capitalismo se mantenga a flote hace falta un nuevo contrato de Rousseau entre ricos y pobres. Los magnates de Davos ven con horror cómo París arde en huelgas generales contra la ley Macron que prolonga la edad de jubilación de los trabajadores. Los chalecos amarillos agitados por la extrema derecha se han convertido en un quebradero de cabeza para los dirigentes de esa Europa que hasta hoy gobernaban con el viejo manual de Adam Smith y que ahora buscan ansiosamente los libros polvorientos de Keynes que tras la revolución ultraconservadora ya nadie leía porque habían sido arrumbados, como inservibles, en bibliotecas y sótanos. Cada día que pasa es una prueba más de que el mandamiento sagrado del libre mercado (laissez faire, laissez passer, dejen hacer, dejen pasar) ha fracasado. Hoy hasta Davos reconoce que se impone una intervención del Estado, pública y directa, para frenar y corregir los desmanes del capitalismo salvaje y el festín de codicia de algunos que no entienden que a mayor desigualdad más focos de agitación y revueltas sociales. Para que ellos puedan seguir tirando con sus mansiones, sus yates y sus fiestas es preciso abrir el grifo, subir salarios, mejorar las prestaciones y el escudo social, gastar más en Sanidad y Educación, en suma, potenciar el Estado de bienestar. O nos salvamos todos, millonarios y proletarios, o el Titanic se hunde.
En ese nuevo contexto histórico, Pedro Sánchez juega con ventaja, de ahí que al presidente español se le escuche con atención allá donde va (parecía Franklin Delano Roosevelt en la Conferencia de Yalta durante la última cumbre de la OTAN contra el desafío de la invasión rusa). El Gobierno de coalición lleva tres años funcionando con ese nuevo paradigma económico que se ha mostrado eficaz en pandemia y efectivo ante los nefastos efectos económicos que deja la crisis energética mundial provocada por Putin. Medidas como los ERTE, la excepción ibérica para frenar la factura de la luz, el triunfo de los fondos europeos, el impuesto a las grandes fortunas y la intervención de precios para contrarrestar la inflación están siendo valoradas muy positivamente por los gurús de Davos y otros organismos internacionales. La proyección de Sánchez en el extranjero no tiene nada que ver con una ingeniosa campaña de imagen diseñada por unos avezados asesores, ni con su perfecto inglés de Oxford, ni siquiera con su buena química con Ursula von der Leyen, sino con las políticas reales que ha aplicado en España, un país que por ahí arriba, en las grandes cumbres internacionales, se empieza a ver como un interesante laboratorio de experimentación para saber cuáles son las nuevas soluciones a los últimos problemas de la globalización. No es ninguna casualidad que el Financial Times, el diario británico más prestigioso del periodismo económico mundial nada sospechoso de comunista, le dedique una portada a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Y otro rotativo europeo de vanguardia como The Economist escribió: “Sánchez ha manejado esta situación con bastante destreza. Parece probable que su Gobierno sobreviva”.
A la prensa internacional le interesa y mucho lo que está ocurriendo en España y programas de máxima audiencia como First Move with Julia Chatterley, de la CNN, dedican su tiempo a hablar con ese presidente-galán de un pequeño país latino del sur europeo que le está echando imaginación a la política actual. Sánchez se pasea como Pedro por su casa por los platós norteamericanos de relumbrón y hoy está en Nueva York y mañana jugando a la petanca con los jubilados de Coslada para demostrar que este Gobierno no será bolivariano, pero sabe codearse con los jerarcas del dólar para bajarse después al barrio y estar con los que menos tienen. O sea, lo macro y lo micro. Mientras tanto, el PP sigue haciendo política basura con el aborto, pactando con el medievalismo trumpista de Vox y retrocediendo en el tiempo hasta los años más oscuros del primitivismo y el aislacionismo franquista. Por no saber, Feijóo no sabe ni hablar inglés.
Viñeta: Pedro Parrilla
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