sábado, 16 de mayo de 2015

BIBI

(Publicado en Revista Gurb el 16 de mayo de 2015)

Una vez me concedió una entrevista. Nervioso, entré en el camerino y allí estaba él. Sentado como un buda negro de la música frente al espejo con bombillas de colores, sonriente como un niño travieso que acabara de salir del río Mississippi, elegante con su camisa blanca recién planchada, su pajarita y sus tirantes con hebillas doradas. El dios humilde que había nacido en una cabaña. Lucille, su inseparable compañera, esperaba feliz y tranquila en un rincón. Lista, como siempre, para sacar el llanto alegre del mejor blues. Parecía un hombre eterno, inmortal, alguien que no moriría nunca, que siempre estaría entre nosotros como el dios que era, tocando la guitarra y aliviando nuestros problemas mundanos con su swing de caderas y su cálida sonrisa. Pero a los 89 años, el corazón de B.B. King, que tantas canciones y poesía le ha inspirado a lo largo de su vida, se ha parado para siempre. Ocurrió el pasado jueves en Las Vegas, una plaza que le vio triunfar muchas veces entre calles de neón, coches caros y tipos inflados de dólares que quieren parecerse a Elvis. Cuentan que la muerte le sorprendió durante un concierto. No podía ser de otra manera. Tenía que morir con los botines puestos y Lucille, su inseparable compañera, entre sus brazos. "Solo me retiraré cuando Dios diga que es suficiente", nos advirtió allá por el año 97 en una entrevista en exclusiva que hoy rescatamos de nuestro archivo y publicamos en homenaje a nuestro Rey. Porque por Bibi sí que merecía la pena hacerse monárquico. Había nacido en 1925, en una cabaña destartalada del viejo Mississippi, pobre entre los ricos, negro entre el blanco algodón. Cómo aprendió música siendo que su familia no tenía ni para comprarle un par de zapatos es un misterio que acrecienta su leyenda aún más. Probablemente ha sido el solista popular que más ha influido en la música del siglo XX. Su legado ha inspirado a los más grandes, desde Eric Clapton a Bruce Springsteen, pasando por cientos de bandas de los últimos cincuenta años. Y lo seguirá haciendo. Sin B.B. King nada hubiera sido lo mismo. El rock no hubiera sido, el blues no hubiera sido, ni el jazz, ni el pop, ni el soul, ni… Para qué seguir hablando. Nos deja una herencia millonaria, como hombre generoso que fue. Decenas de canciones que brillan como las lentejuelas que lucía en sus chaquetas sedosas de oro y plata. Hoy, tristes porque se nos ha ido el padre que nos regaló la música de nuestras vidas, solo podemos decir una cosa: el Rey ha muerto, viva el Rey.

Foto: Pedro Martínez

Entrevista completa en Revista Gurb

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