(Publicado en Revista Gurb el 20 de marzo de 2017)
Así como el Cid Campeador ganó una
batalla después de muerto, la malograda Rita Barberá se ha cobrado su
última victoria desde el más allá, aunque haya tenido que ser en forma
de ninot indultado. Ahora sí, ya nadie podrá decir que ella fue culpable
de nada. El pueblo la ha perdonado.
Pasaban unos minutos de la hora bruja,
todo estaba preparado para que ardiera la falla Ausias March-Na Robella.
Los castillos apuntaban hacia el cielo estrellado, los coloridos
masclets pendían de un hilo y el maestro pirotécnico, como el fiscal más
implacable del Tribunal Supremo, estaba presto a prenderle fuego a
todos los ninots, incluido el de Rita. Una auténtica tragedia que muchos
valencianos no estaban dispuestos a tolerar. ¿Es que nadie iba a mover
un solo dedo para salvar de la quema a la dama del Turia? ¿Es que nadie
iba a hacer nada para que la gran arquitecta de la Valencia del pelotazo
saliera viva de ese corredor de la muerte que para un pobre ninot es
una falla en combustión? Se mascaba la tensión mientras allí estaba
ella, escayolizada y acartonada, como un muñeco más, con su eterno
vestido rojo, su collar de perlas y su bolso carísimo de Louis Vuitton,
ascendiendo a los cielos valencianos sobre la cabeza del mismísimo Fidel
Castro, que desde abajo parecía mirarla con resignación mientras él se
hundía en el infierno por rojo y masón. Altiva y orgullosa, a Rita solo
le quedaba esperar que se cumpliera su triste destino, la sentencia
cruel que cada año impone su ley en la noche josefina del fuego: ser
quemada como una nueva Juana de Arco de la derechona patria. La imagen
totémica y omnipresente del ninot de Rita, su sonrisa sardónica y
poderosa, ponía los pelos de punta a más de un asistente a la cremà.
Al ninot, pleno de expresividad, solo le faltaba hablar con aquella voz
de sargentón cabreado que acollonaba al personal en los pasillos del
Ayuntamiento. Por un instante parecía como si Rita fuera a recobrar la
vida para empuñar el bastón de mando y poner firme a más de un Judas que
la ha vendido tras su muerte. Todos la veían ya resucitando, saltando
de la falla como un ninja, poniéndose a tirar petardos como una alegre
colegiala y dándolo todo en la disco móvil. Así era ella. "Es como si
todavía estuviera viva, no me puedo creer que ya no esté con nosotros,
con lo que la quería la gente", decía una fallera resignada y
compungida, sin duda fan de la alcaldesa, poco antes de empezar a arder
el monumento. No muy lejos de la chica, cruzado de brazos y con mirada
huraña, estaba un muchacho, también fallero, pero de ideas bien
distintas: "Con lo que ha robado esa y aún hay gente en Valencia que la
defiende. Es increíble".
Resultaba evidente que, una vez más, el
pueblo estaba dividido: barberistas a un lado y antibarberistas al otro,
fieles contra detractores, peperos contra podemitas, las dos Españas
falleras, en fin. Y entonces, justo cuando la suerte parecía echada,
justo cuando ya estaba claro que ni Génova, ni Aznar, ni su buen amigo
Margui, ni la Virgen de los Desamparados, ni nadie iba a acudir en su
ayuda para rescatarla del abrazo mortal del fuego eterno, llegaba la
mano inocente y salvadora de María Jesús Sevillano, la hermosa fallera
mayor de Ausias March-Na Robella, a la que se le había concedido la
gracia de indultar a uno de los ninots. Con lágrimas en los ojos, la
reina de la fiesta se acercó al monumento y majestuosamente y señalando
con el dedo índice dijo: "Quiero salvarla a ella, a Rita". Y entonces,
en ese trance místico, casi milagroso, parte del público rompió en
gritos emocionados y aplausos que hubieran ahogado el sonido de la
mascletá más atronadora.
Casi al instante, un operario provisto
de un carrito de Mercadona (tenía que ser Mercadona) se acercó a la
falla, arrancó de cuajo a la robusta alcaldesa y con gran esfuerzo,
porque pesaba como muñeco lo mismo que como persona, la metió en el
improvisado vehículo metálico, que no sería un Audi, ni el coche oficial
que la llevaba cada día a la pelu, pero que cumplía perfectamente con
la función de salvamento y rescate de la inmortal edila. El operario,
empujando el carrito de la compra, el Rita-móvil, cruzó la calle entre
la muchedumbre, que seguía jaleándola y aplaudiendo a rabiar (aunque
otro sector la abucheaba, eso es cierto) e introdujo el cuerpo de la
indultada en el solitario casal fallero, último y frío retén
antes de pasar a manos de la Justicia divina, y allí estuvo toda la
noche entre tristes cajas de cartón, estandartes de viejas
glorias y pasacalles y algunas botellas de whisky ya vacías. Quién
pudiera echarse un traguito al coleto y ponerse piripi por fallas, como
en los viejos tiempos, debió pensar la Rita-ninot tras pasar por el mal
rato de haberse visto en el cadalso, más quemada que su amiga Espe
Aguirre. Al operario, antes de salir del casal, se le escuchó decir, no
sin cierta acritud: "Por mí, que la echen al fuego". No tenía el carné
del PP, precisamente. Y así fue cómo la alcaldesa se salvó de la última
quema. Esta vez el peligro no le había llegado por el flanco de la
Audiencia Nacional, ni por las confesiones de los de la Gurtel, ni
siquiera por sus pitufos que siempre se van de la lengua, sino por lo
que ella más amaba en el mundo: una buena cremà de fallas como Dios manda que había estado a punto de chamuscarle el cardado.
Mientras el ninot de Rita reposaba, ya a
salvo de las llamas, en el interior del casal, María Jesús Sevillano,
que es nacida en Ciudad Real, todo hay que decirlo, aseguraba
satisfecha: "Desde que vi ese ninot en la ciudad fallera me enamoré de
él. Y me dije: este para mí. No lo he indultado por ideología política,
simplemente porque me gustó. Ya sé que es un ninot muy grande, pero no
me importa, tengo sitio suficiente para tenerlo en el salón de mi casa".
Curiosamente, la falla de Ausias
March-Na Robella ha sido la única que este año se ha atrevido a romper
el luto y a hacer sátira con la imagen de Rita. Toni Fornes, el artista
fallero que ideó y fabricó el ninot, explicaba su creación artística en
una reciente entrevista: "He querido escenificar las ascensión de Rita a
los cielos. Irá sobre una nube y con un bolso de Louis Vuitton. En la
nube habrá varias gaviotas que están dándole la espalda". Y añadió: "En
la parte inferior está representado el infierno, de donde asoma la
figura de Fidel Castro, y él le dice a ella que baje donde está él, que
hace caloret". Fornes tiene experiencia en polémicas falleras, ya que en
el año 2006 ideó un conjunto de ninots formado por unas monjas que
quedaban sorprendidas ante un gran consolador. Alguien, la Iglesia o
quién sabe si los de Hazte Oír, que siempre están al acecho y no pierden
comba para liarla parda, debió protestar por aquello y el lujurioso
aparato fue inmediatamente sustituido por un respetuoso cirio pascual.
La explicación que dio la Junta Central Fallera fue que esa supervisión,
que no censura, se hizo para "mantener el buen gusto" de la obra.
Finalmente, la falla de Ausias March ardió en medio de la noche
salpicada por luces de colores, como no podía ser de otra manera. Fidel
Castro, Mariano Rajoy y otros políticos que habían sido representados
como ninots terminaron reducidos a vulgares cenizas. Calcinados,
abrasados, chuscarrados. Todos menos ella. Todos menos Rita. Porque para
muchos valencianos, quizá una legión, Rita es inmortal y siempre será
la diosa madre del caloret.