(Publicado en Revista Gurb el 31 de marzo de 2017)
La presentación de Susana Díaz como
candidata a las primarias del PSOE fue multitudinaria como la boda de
una reina. Allí estaban todos, no faltó ni El Tato. Estaba el tahúr
Felipe González soltando sus faroles manidos de siempre, estaba Zetapé
certificando el pedricidio, eso sí, con mucho talante, y estaba el
místico Bono, destilando sus sermones evangélicos sobre el socialismo. Y
por supuesto, allí estaban Guerra, Rubalcaba, la Chacón, Madina,
García-Page, Ximo Puig… en fin, todos los que, siendo barones o hembras,
dando por vencedora a la sultana andaluza, tomaban ya posiciones y
anticipaban lo que vendrá después, o sea esa costumbre tan española de
pedirle al padrino que se acuerde de uno, en este caso la madrina, o sea
el “qué hay de lo mío” de toda la vida. No era el momento de hablar de
puestos para el futuro, eso hubiera sido de mal gusto, pero sí de
mostrarse muy seguro, triunfante, sonriente y sobre todo muy íntimo de
Susana, eso que no faltara. La política es el arte de estar en el lugar
acertado en el momento justo y si había que tomar un AVE desde Sevilla
para ir a Madrid se tomaba, si había que meterse cuatro horas de
carretera entre pecho y espalda pues carretera y manta desde Valencia y
si había que pillarse un billete low cost en Ryanair desde Vitoria qué
se le iba a hacer, otro viaje se haría en clase business. Había que
estar allí como fuera, con ella, con la diosa fecunda y fértil del
Guadalquivir, no solo porque el que se mueve no sale en la foto, sino
para que se viera y constara en acta que uno estaba muy lejos de Pedro, a
muchos kilómetros de distancia del sanchismo irredento, casi tan lejos
como de la Tierra a la Luna. Todos cerraron filas con Susana para que se
notara que uno estaba donde tenía que estar, para que quedara clara
evidencia de a qué caballo ganador apostaban (en este caso a qué yegua
ganadora) y para que luego no hubiera ningún tipo de ambigüedad, de
sospecha, de mal entendido. Ya se sabe lo que dicen los westerns: En
mitad del río no cambies de caballo. Susana estuvo más Susana que nunca,
es decir, el PSOE es musho PSOE, cien por cien PSOE, todos unidos a
coser el partido y milongas por el estilo. El discurso vacío del nuevo
socialismo light bajo en calorías marxistas.
Planeó durante todo el acto el fantasma
del muerto que sigue vivo, del asesinado coleante, del depuesto Sánchez
que a esas horas se reunía en Valencia con sus fieles allegados, los que
le siguen al destierro como siguieron al Cid, hasta el final y más
allá. Don Rodrigo Díaz de Vivar tenía a su fiable Babieca, Sánchez solo
tiene un diesel que gripa cada dos por tres en su road movie por las
casas del pueblo de toda España, pero el hombre se apaña con lo que
tiene. Esa es la izquierda real. El acto de Susana fue la fiesta de la
biuti del socialismo español, los latifundistas, terratenientes,
marchantes de las puertas giratorias, inversores, exportadores de éxito y
emprendedores con intereses varios en paraísos fiscales. Al acto de
Sánchez fue la tropa de abajo, los machacas que apuntalan el partido
desde hace 138 años, los socialistas de andamio, es decir el parado de
larga duración, el confuso, el perdedor, el indeciso, los apaches de las
reservas industriales del socialismo, los descamisaos que decía el
Guerra –el de los buenos tiempos, no esta caricatura difusa de hombre–,
el abstencionista que unas veces, por inercia, vota PSOE, y otras, por
resabio y hastío, se le va la mano subconsciente y traicionera a la
izquierda, o sea a la papela peligrosa de El Coletas. La puta base, en
fin. Patxi también presentó su lista alternativa, pero no fue ni Dios,
así que de Patxi ya hablaremos otro día.
Fue el fin de semana de un PSOE que es
como Jekyll y Mister Hyde, un PSOE cada vez más intrascendente que vive
trinchado entre el Rajoy más socialdemócrata que se recuerda (hasta
piensa en subirnos los impuestos) y el podemismo rampante, un PSOE
instalado en la paranoia de que el enemigo ya está en casa, dispuesto a
volar Ferraz por los aires, apostado y emboscado como un nazareno morado
de Podemos, y perdonen el símil malo de Semana Santa. Fue el día en que
quedó claro que de ese partido solo quedan las siglas históricas, como
le ocurre al resto de la socialdemocracia europea, que ha perdido los
papeles y anda indocumentada y desarbolada. El PSOE se ha quedado sin
negocio y eso que tras la crisis hay más clientela que nunca, o sea más
pobres y desahuciados. Pero ahí siguen, en sus primarias y trifulcas, en
sus juegos florales con pétalos de rosa marchita y eslóganes
antiquísimos que huelen a alcanfor y naftalina. Así van: juntos en el
odio fraterno e íntimamente enfrentados. Juntos hasta la derrota final.
Viñeta: El Koko Parrilla y Elarruga
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