viernes, 23 de febrero de 2018

EL HOMBRE QUE BUSCABA EL GRIAL


 (Publicado en Revista Gurb el 9 de febrero de 2018 y en Newsweek en Español)

Javier Sierra (Teruel, 1971) sigue mirando el mundo con los ojos de aquel niño curioso y preguntón que veía dinosaurios donde otros no veían más que piedras inservibles y que no se tragaba las verdades dogmáticas de su profesor de historia. Quizá ese haya sido el secreto de su éxito. No dar nada por sabido, no sentirse en posesión de la arrogante verdad absoluta, desconfiar de los axiomas inmutables de la ciencia que a veces son tan falaces como los mandamientos de la peor religión. La magia tiene su lugar en la realidad porque la vida también es milagro incomprensible, espíritu, lo inexplicable. Tras su larga peripecia como periodista, que comenzó con solo doce años ante los micrófonos de una radio local, a Sierra le ha llegado el momento del reconocimiento mundial, no solo en España, donde es uno de los escritores más leídos, sino en países vetados a los europeos como Estados Unidos, donde llegó a entrar en el top ten de los best sellers. Su novela El fuego invisible, ganadora del Premio Planeta 2017, nos habla de la leyenda del Santo Grial, la copa donde supuestamente bebió Cristo durante La Última Cena, y que ha sido perseguida hasta la obsesión por miles que jamás dieron con ella.  "Las reliquias pertenecen al dominio de la fe pero no de la historia y creo que eso hay que distinguirlo. Una cosa es creer y otra muy distinta es saber. Son cosas muy diferentes", asegura.

Entrevista completa en Revista Gurb 

LA PEMÁN PLATINO

 (Publicado en Revista Gurb el 23 de febrero de 2018)

Andan las dos Españas de nuevo a la gresca, esta vez porque a Marta Sánchez, esa Marilyn castiza, se le ha ocurrido ponerle letra a la marcha de granaderos. Tampoco es para tanto. Los ripios de la rubia tecno son más bien cursis pero díganme ustedes qué letra de himno no lo es. La Marsellesa dice aquello de "marchemos, hijos de la patria, que ha llegado el día de la gloria", y los yanquis se emocionan mucho cuando entonan algo tan hortera como "allí desplegó su hermosura estrellada, sobre tierra de libres, la bandera sagrada". Por no hablar de Els Segadors (un tedioso tratado de agricultura) y su "es la hora de estar alerta para que cuando venga otro junio afilemos bien las herramientas". Las herramientas deben ser las hoces y guadañas que nadie utiliza ya porque el campo no lo quiere nadie y las revoluciones mucho menos. Quiere decirse que las melodías patrióticas son lo que son, cancioncillas facilonas y pegadizas que inflaman los corazones de los más simples e ingenuos siempre dispuestos a dejarse engañar y hasta matar en nombre del necio patriotismo. En el caso de los himnos conviene no ponerse demasiado serio porque dan para lo que dan: una aburrida jura de bandera, una corrida de toros, una noche de borrachera o una final de Copa. Si los himnos, cualquier himno, son ecos del pasado, sus letras son los viejos rezos del fanatismo que siempre vuelve por influencia de los tontos de uno y otro bando. Los himnos son pura retórica en pentagramas, por eso resulta absurdo perder el tiempo en hacer un análisis semiótico de los versillos de Marta, que dicho sea de paso, con esta polémica va a vender más discos que cuando se fue a los puertos con la Legión, en plan Marilyn. A la exdiva de Olé Olé el PP y también Ciudadanos la han querido convertir en la Pemán platino, un falangista con peluca rubia y algo más de sex appeal para maquillar el facherío, de ahí que solo haya gustado a una de las Españas, la más casposa y cañí. La otra mitad, la que sufre y padece, no está para cursiladas melódicas sino para que el Gobierno suba las pensiones, dé trabajo al personal, pida perdón por el atracón de los chorizos y arregle el desaguisado de Cataluña.
Lo de Marta ha sido un delirio propio de la edad, pero tampoco es cuestión de quemar a la mujer en la hoguera, como una Juana de Arco del posfranquismo pepero. En realidad un himno sirve para bien poco, para que Rajoy saque pecho tras un pucherazo electoral, para que ETA le pegue un tiro en la nuca a un pobre desgraciado mientras le aplauden cuatro tarugos de su pueblo o para que Puigdemont se ponga la mano en el pecho o en los collons. Todo himno, con letra o sin ella, es un coñazo anacrónico que huele a rancio, a medievo, a guerra mala. Rivera y Rajoy se frotan las manos con el filón/bodrio de la Sánchez, como si hubieran descubierto la novena de Beethoven. Mucho nos tememos que van a tocarnos la gaita del himno hasta las próximas elecciones. Con Marta y su himno plúmbeo hasta la victoria final. A los que estas cosas de la patria nos dejan fríos como el hielo solo nos queda sentarnos y contemplar otra guerra fratricida, esta vez entre partidarios y detractores de la musa ochentera. Apasionante debate. Qué razón tenía Savater cuando dijo aquello de "la idea de España me la sopla y me la suda. A mí lo que me interesa son los derechos, los valores y los ciudadanos". Yo a Savater lo defenderé siempre. Aunque me llamen facha.

CIUDADANOS PESCA EN TODOS LOS CALADEROS

 
(Publicado en Revista Gurb el 9 de febrero de 2018)

El último barómetro del CIS revela que la crisis catalana ha pasado factura a todos los partidos políticos salvo Ciudadanos, que confirma su crecimiento en las encuestas y se coloca como tercera fuerza política a tiro de piedra de la Moncloa. Los datos corroboran que PP y PSOE mantienen la primera y segunda posición, aunque pierden fuelle, mientras que la formación de Pablo Iglesias, a la que todos vaticinaban un batacazo por su actitud supuestamente ambigua durante la crisis independentista, resiste. La encuesta, elaborada entre el 2 y el 14 de enero, es la primera con estimación de voto desde las elecciones catalanas del 21 de diciembre y desde la entrada en vigor del artículo 155 de la Constitución en Cataluña, pero resulta altamente significativa.
Según el sondeo, Rivera sube tres puntos y lograría el 20,7 por ciento de los votos –su nivel más alto de toda la serie histórica– superando a Podemos y sus confluencias, que también suben medio punto hasta el 19 por ciento de los sufragios. Algo está haciendo bien Rivera para estar pescando votos en todos los caladeros. El líder de la formación naranja no solo recibe apoyos de la derecha, mayormente del PP, al que sigue erosionando sin que Mariano Rajoy reaccione, sino también de la izquierda, sobre todo del PSOE, que como suele suceder es el más damnificado con los cambios de tendencias. Así, un 15,1 por ciento de quienes votaron a los ‘populares’ en las últimas elecciones generales piensan ahora votar al partido naranja, que también se hace con un 5,9 por ciento de votantes socialistas y un 5,2 de quienes votaron a Podemos. La marea naranja parece extenderse, como ya ocurrió en Cataluña, donde ganó las elecciones autonómicas contra todo pronóstico.
Según el CIS, el PP seguiría siendo la fuerza más votada, pero perdiendo apoyos, casi dos puntos menos desde la última encuesta de octubre, hasta situarse en el 26,3 por ciento, seguido del PSOE, que también se deja más de un punto en estimación de voto cayendo hasta el 23,1 por ciento. Mariano Rajoy debería plantearse si su viejo manual de no tomar la iniciativa resulta apropiado en las actuales circunstancias. Con Rivera comiéndole el terreno y con su partido embarrancado en la corrupción, acosado por un reguero de juicios, el futuro del presidente se antoja incierto. Sin embargo, Rajoy no quiere ni oír ni hablar de reformas ni de regeneración y tampoco parece dispuesto a pedir perdón a los españoles por tantos años de robo y saqueo. El PP está en otra cosa y España ahora mismo corre el riesgo de convertirse en un país a la altura de los del tercer mundo en cuestiones de corruptelas políticas. El gran culpable de esta situación ha sido sin duda el PP y ya lo está pagando caro en los sondeos. En su repunte, Ciudadanos aprovecha esta situación y se alimenta especialmente de antiguos votantes del PP disconformes o hastiados de tanto escándalo. Rivera quiere aparecer como el líder regeneracionista de nuestra democracia y garante de la unidad de España. El Macron español. Está dejando sin discurso a lo populares. Mientras Puigdemont siga malmetiendo con sus operaciones desde Bruselas, el partido de Rivera seguirá creciendo y si ahora se acerca peligrosamente al partido del Gobierno, dentro de un año, cuando se celebren nuevas elecciones, podría incluso ser una clara opción ganadora.
En este contexto, la supuesta iniciativa de Ciudadanos y Podemos de llevar al Parlamento una reforma electoral conjunta podría entenderse como un intento de cambiar las bases de nuestra democracia o simplemente como una nueva burbuja que no irá a ninguna parte, ya que toda reforma electoral precisaría de la participacion del PSOE y el partido de Pedro Sánchez tampoco estaría por la labor de realizar ciertas reformas. Los socialistas, derrotado el bipartidismo, ya no son autosuficientes, pero sin ellos resulta imposible hablar de un nuevo proyecto para España. Que Rivera e Iglesias se sienten a hablar de política con mayúsculas, aparcando sus diferencias, no sería mala noticia para el país. Pese a que en los últimos dos años han navajeado duramente y se han dicho cosas durísimas, pueden entenderse en ciertos asuntos de Estado. Así es la política, el arte de llegar a acuerdos. Ambos líderes necesitan crecer en escaños, aunque resulta claro que nunca podrán gobernar juntos en coalición. La estrategia está clara: planteando una reforma electoral que podría beneficiar a las dos formaciones, los partidos emergentes que han erosionado el bipartidismo instaurado en el 78 pretenden hacerle la pinza al PP.
Tras el último CIS y las elecciones catalanas, demoledoreas, todos están reformulando sus posiciones. Ciudadanos podría estar a punto de morir de éxito sin llegar a triunfar y Rivera lo sabe. Los dos partidos de lo nuevo se habían quedado muy viejos demasiado pronto y necesitaban reaccionar. Mientras la oposición trata de llegar a acuerdos para lanzar reformas Rajoy sigue sin moverse en sus aguas pantanosas.
La España del 78 no tiene nada que ver con la actual ni tampoco su realidad política y por qué no vamos a cambiar la ley electoral. Realmente a quien más perjudicaría esa reforma sería al PP, aunque la propuesta resulta difusa, ya que no se aclara qué pasaría con el Senado, la cámara donde los populares tienen la mayoría. De alguna manera, si la reforma electoral propuesta por los partidos emergentes sale adelante debería ir acompañada de un cambio de la mentalidad y de la cultura política, pasar del bipartidismo al pacto, al juego de las alianzas, y no parece que nuestros líderes estén muy duchos y acostumbrados a ese ejercicio, sino más bien a la política de trincheras, de líneas rojas, al enfrentamiento permanente, donde no es posible avanzar. En Alemania la gran coalición demuestra que otros países más avanzados que el nuestro en lo económico también lo están en lo político. En España nos falta cultura política. A partir de ahora se ha terminado el tiempo de las mayorías absolutas. Si el PSOE aspira a gobernar algún día necesitará contar con apoyos en Podemos y en Ciudadanos y a la inversa. Nadie podría llegar a la Moncla sin la muleta de un buen socio de Gobierno. Reconozcamos ese hecho. Por tal razón, a quien más perjudicaría la reforma electoral sería al PP, le guste o no, quiera o no reconocerlo. Pero antes de un cambio en las reglas del juego de nuestra democracia se impone un cambio de mentalidad para el que no parece que estemos preparados.

Viñeta: Becs

EL BOCHORNOSO ESPECTÁCULO DE UN PARTIDO HUNDIDO EN EL FANGO


(Publicado en Revista Gurb el 26 de enero de 2018)

LA TERQUEDAD DE UN PRESIDENTE. Y en medio del vendaval de fango y basura que arrecia en la Audiencia Nacional y que salpica al PP de la Comunidad Valenciana, aparece M Punto Rajoy para decirnos que todo aquello ocurrió hace muchos años, que los que dirigían el cotarro ya no están, que agua pasada no mueve molinos, que a otra cosa mariposa, que chitón y a hablar de la crisis del Real Madrid, que es lo que toca. M Punto Rajoy pretende que demos carpetazo al atraco del siglo, que nos olvidemos de aquellos polvos que nos trajeron estos lodos, que hagamos la vista gorda al agujerillo insignificante de 45.000 millones de euros de deuda pública que nos dejaron sus chicos de la Generalitat mientras el dinero negro saltaba alegremente de bolsillo en bolsillo, del pantalón de Paco Correa al de Pablo Crespo, del maletín de El Bigotes al Infiniti de Ricky Costa empolvado de caviar, y así sucesivamente en un círculo viciosísimo sin fin. Dice el presidente de los "muy españoles y mucho españoles" que se ve con fuerzas para repetir, para presentarse de nuevo a las elecciones e incluso para ganarlas. ¿Pero cómo puede una democracia que se dice seria soportar otros cuatro años al responsable del régimen más corrupto que haya conocido España jamás? ¿Acaso no fue M Punto Rajoy quien le dijo a Pacocamps aquello de "yo siempre estaré detrás de ti, o delante, o a un lado"? ¿Acaso no fue M Punto Rajoy quien calificó a Carlos Fabra de ciudadano ejemplar? ¿Acaso no avaló él con su verborrea decimonónica y sagastacanovina a todos y cada uno de los gánsteres y sátrapas que han puesto sus sucias posaderas en las taifas autonómicas del Estado? ¿Es que no le queda al presidente ni un ápice de vergüenza torera? Lo fía todo M Punto Rajoy a la recuperación económica, pero los datos Matrix ya no cuelan. El país está paralizado, las instituciones necesitan regenerarse con urgencia, cobrar un nuevo impulso y recuperar la credibilidad. España solo mejora en lo macroeconómico, repuntan las fortunas de los fulanos de Davos, los intereses de los banqueros y emprendedores de Suiza y Panamá, pero a la hora de la verdad, la desigualdad sigue estando ahí, los salarios bajan hasta niveles africanos y encontrar un contrato indefinido resulta más difícil que saber en qué lugar de Europa estará mañana Puigdemont. Le guste oírlo o no al señor presidente, España se nos ha ido a la mierda, hace mucho tiempo que se nos fue, y no solo en lo económico, también en lo territorial. Cataluña sigue estando en el mapa geográfico español pero ya no en el sentimental, y el máximo culpable no es nadie más que él, el maestro del trabalenguas y el circunloquio gallego, el estadista que en público siempre se hace la picha un lío. Que no nos amenace con cuatro años más de infierno, incompetencias y necedades, que no nos diga que va a seguir escarneciendo a millones de españoles de las clases obreras durante otra legislatura interminable y agónica. Que salga a correr como cada mañana, con ese trote cochinero que le caracteriza, y corra y corra como Forrest Gump, que siga corriendo sin parar y cuando llegue a la Patagonia o más allá, ya con las pelambreras y las barbas por los tobillos y las zapatillas desgastadas y esos ojos alucinados que pone en las entrevistas con Alsina, se siente en una roca y se quede allí, meditando, reflexionando si no será verdad que España estaría mejor sin él. Y por favor, que no vuelva nunca más.

DERRIBOS GURTEL. Mientras M Punto Rajoy se mira al espejito mágico y deformante de Moncloa y se dice a sí mismo lo guapo y lo buen gobernante que es, los cabecillas de la red corrupta Gurtel apuntan al más alto nivel en la trama de financiación del PP valenciano. Si Francisco Correa, líder de la red, tiró de la manta y puso encima de la mesa el nombre de Ricardo Costa, exsecretario general del partido, más tarde fue Pablo Crespo, número 2 del sindicato criminal de la paella, quien sacó a relucir los nombres de Francisco Camps y Alberto Fabra, dos expresidentes de la Comunidad Valenciana, dos pesados pesados del gobierno popular como responsables últimos del dinero negro que entraba en el partido para sufragar los gastos de las campañas electorales. Sobre Camps, Crespo ha declarado que estaba al tanto de manera "directa o indirecta" de las relaciones del partido con la trama. Y aquí surge la pregunta: ¿por qué no están los máximos dirigentes populares en la sala de vistas de la Audiencia Nacional para explicar las comisiones, las mordidas, los sobornos? Si es verdad que los delitos ya están prescritos respecto a ellos, ¿qué es lo que ha fallado en la Justicia, en la Policía, en la Fiscalía? ¿quién los ha tapado, quién no ha hecho bien su trabajo? ¿hasta dónde llega la mugre en nuestra democracia corrupta?

TÓCALA OTRA VEZ RICK. Por lo visto Ricardo Costa ha cantado la Traviata, el gordo de Navidad y por soleares, todo ello junto. Por fin uno que llama al pan pan y al vino vino. "Sí, el PP se financiaba con dinero negro", ha dicho sin despeinarse (cosa que un fashion victim como él nunca hace). El antaño envarado, estirado y súper pijo secretario general del PP de Valencia y hoy aspirante al menú barato de la prisión de Estremera ha tenido un guiño de verdad, un atisbo de sinceridad entre tanta mentira. Seguramente no lo haya hecho por vergüenza torera ni por dignidad política ni tampoco por honradez sino para sacarle un arreglillo a la Fiscalía y así rebajar los siete años y nueve meses de prisión a los que se enfrenta por tres delitos electorales y otro de falsedad documental. Pero el gesto se agradece y de regalo apunta al jefe Camps, aquel funesto presidente con cráneo de faraón momificado, trazas de enterrador y amiguitos peligrosos. Ya empezábamos a estar un tanto estragados de las típicas muletillas de nuestros ilustres delincuentes, los clásicos y manidos "no me consta" y "no me acuerdo" tan sobreactuados y tan abundantes en los escandalosos juicios patrios. Por fin una declaración original en lo teatral y reveladora en lo policial. "El PP se financiaba con dinero negro". Con dos cojones. No hay más que decir, más claro agua. Caso cerrado. Visto para sentencia. Gracias por no hacernos perder el tiempo, señor Ricky. Y que la cárcel le sea leve.

OTRA EQUIS SIN DESPEJAR. Costa tira de la manta y apunta a la X de la Gurtel: Francisco Camps. Sin embargo, el honorable ex president se irá de rositas porque todo está prescrito. El viejo truco de la prescripción con el que los corruptos siempre se libran de la trena. Qué cosa tan extraña que al robagallinas, al choricete de barrio, nunca le aplican ese artículo tan bonito de la ley criminal que se traduciría coloquialmente en aquello tan castizo de “pelillos a la mar”. Camps era quien cortaba el bacalao en el PP de Valencia pero eso ya no importa. Absuelto en el caso de los trajes, caducada su responsabilidad política y penal, dejará que otros compañeros de partido se coman el marrón mientras él sigue tomándoselas en la soleada terraza caribeña del edificio Chipperfield, esquina con el fraudulento circuito de Fómula I. ¿Para cuándo una reforma penal que suprima la medieval prescripción y garantice la persecución de los delitos de corrupción hasta sus últimas consecuencias? Y luego dicen que la Justicia española es homologable a la del resto de países occidentales. Hastío y hartazgo.

EN SILENCIO SE ROBA MEJOR. Si repugnante resulta ver toda la basura que está emergiendo de las cloacas del Gobierno valenciano más indigesto aún resulta ver cómo ahora todos lo sabían pero no hacían nada por evitarlo. Y ahí habría que incluir no solo a los políticos del PP untados, sino a los de otros partidos políticos que miraron para otro lado y también a empresarios, periodistas, intelectuales y gentes de la cultura. Durante décadas el PP valenciano cobró mordidas bajo el santo mandamiento del 3%, a veces hasta el 30, las famosas "pizzas", y nadie, salvo honrosas excepciones, se atrevió a denunciarlo. El silencio de los corderos era generalizado. Unos callaron por miedo, otros por seguir manteniendo su estatus, la mayoría porque les daba igual. "El mundo funciona así", debieron pensar haciéndose los suecos. Hoy, cuando Ricardo Costa ha cantado de plano, resulta fácil decir: Yo lo sabía, todos lo sabíamos. ¿Y por qué no se fue al juzgado y lo denunció usted?, habría que preguntarle a ese testigo súbito que surge ahora de repente y nos aburre con sus batallitas de espías y confidentes. Preparémonos pues para ver en la televisión la segunda parte de la historia: ese político que echó de su despacho a un corrupto cuando le propuso un negocio turbio; ese periodista que entonces calló como una tumba y que ahora dice haberse dejado el pellejo por denunciar los escándalos de aquellos años; o ese empresario, pobrecillo él, al que el poder asfixiaba con el impuesto revolucionario pero que no contó nada por temor a las represalias. Basta ya de héroes de pacotilla. Basta ya de listos que ven los toros desde la barrera. Si no lo denunciaron en su día mejor que sigan callando. Porque esa muesca en su revólver no les pertenece.

Ilustración: Artsenal

MARIANO PERREA

(Publicado en Revista Gurb el 12 de enero de 2018 y en Diario 16)
 
Hay cosas que un presidente del Gobierno no debería hacer jamás. Bill Clinton tocaba el saxo y no lo hacía mal. A Obama se le veía como pez en el agua en el programa de Jimmy Fallon porque llevaba el show en la sangre. Y hasta Aznar parecía espontáneo y natural cuando salía de la playa presumiendo de tableta de chocolate. Pero lo de Mariano, lo de Mariano clama al cielo, tiene delito, es de juzgado de guardia. ¿Es que nadie le ha dicho a ese hombre que el baile no es lo suyo?
Un gobernante puede perder el trono, pero nunca debería perder la dignidad. Ayer el gallego la volvió a liar parda, una vez más, al ritmo casposo de Mi gran noche de Raphael. Fue empezar a sonar la canción, durante una boda murciana, y allá que se lanzó él, a darlo todo con la misma gracia y salero de la hiena moteada Tristón, aquel personaje atribulado de nuestra infancia que siempre andaba llorando por los rincones. No se le ve relajado al presidente cuando se arroja a esos bailecitos rafaelitas en los saraos decadentes de las Españas. Para qué vamos a engañarnos, no se le ve. Lo hace tan forzadamente como el running de por la mañana. Se le nota rígido, encorsetado, sobreactuado. Esa sonrisa etrusca de circunstancias, esa mandíbula inferior contraída hasta el paroxismo, ese pasito adelante pasito atrás demasiado mecánico y repetitivo, más agarrotado que un chorizo de Cantimpalos al punto de congelación. Hasta C-3PO, el androide chapado en oro de George Lucas, tiene más giro de cadera que nuestro ínclito premier. Decididamente, cuando perrea, Mariano muestra la misma elasticidad de un alcornoque de Pontevedra. Si el baile es escultura en movimiento, como decía George Sorel, nuestro líder es un hierro forjado (y forzado) de Gargallo.
Pero con todo, no es eso lo peor. El esperpento absoluto llega cuando un grupo de diez o doce marchosas admiradoras, todas veteranas y con ganas de juerga, le entran al manda gallego, cubata de gin tonic en mano, para bailar con él o algo parecido. Entonces no hay por dónde cogerlo al muchacho. Le afloran los años de internado, el tic de la represión, la timidez innata de ese señor de derechas de toda la vida que quiere desmelenarse de una vez pero no se atreve porque se sabe observado por todos, mayormente por la parienta. Ya decía Neruda que la timidez siempre desemboca en la soledad y ahí es donde ha terminado el presidente, porque cuando se lanza a la pista con osadía suicida los cortesanos se apartan, dejan solo al rey en su extravagancia y se dedican a chotearse de él o a sacarle selfies para filtrarlos a la prensa. Al principio el presidente quiere seguirle el juego a las chicas que revolotean a su alrededor, dejarse llevar por la música, darse a la tórrida noche murciana y marcarse un agarrao antológico con esa guerrera lanzada que le grita tan carajilleramente: "¡Qué éxito Mariano!". Sin embargo, por mucho que se esfuerza no puede, no le sale, se lo impiden las formas, la educación opusina, el código de buenas prácticas del PP, el miedo al qué dirán, la hipocresía de la política, los aznaristas que pretenden jubilarlo por viejo chocho, el mundo exterior siempre tan hipócrita y hostil, en fin. Mariano baila como quien rellena un impreso para el Registro de la Propiedad.
Por todo ello, pese a que Raphael suena a toda pastilla y los mareantes focos de colores camuflan hasta al más patoso de la discoteca, su actuación siempre termina mal, un desastre total, un quiero y no puedo, un pretender mostrarse natural, mortal, un españolito de a pie que se pega sus juergas, pero al final la actuación le queda falsa, cursi, impostada. La tragedia de Mariano es que cree llevar un latin lover dentro de sí, un crápula calavera, un macho hispánico parrandero, pero justo cuando está a punto de soltarlo, de dar rienda suelta a la bestia que supuestamente lleva dentro, de mostrarse tal cual él cree ser y convertirse en el rey de la pista, o sea el Travolta del PP, su superyó freudiano, su lado serio, decente y responsable siempre termina cortándole el rollo, y lo que debía ser un baile para gozarlo con naturalidad caribeña deviene en otro acto de partido cargante, soso, grotesco, ridículo. En política no hay nada gratuito y hasta una simple boda se convierte en propaganda, solo que en el caso de Mariano la propaganda le sale por la culata por su mala cabeza después del vino y su mal pie para la danza. A uno no le gusta echar mano del refranero español, un recurso siempre demasiado fácil y manido, pero es que aquí nos viene al pelo: “Alaba al ignorante y hazle bailar; si no es tonto, tonto le harás terminar”. Alguien, algún asesor quizá, debería susurrarle al oído al jefe que cada vez que a él le entran ganas de darse unos bailes frívolos y mundanos, precisamente ahora que el país no está para fiestas, Rivera le araña un puñado de votos. ¿Entonces por qué lo hace, señor Mariano? ¿Por qué? Qué sabe nadie, que diría Raphael.