sábado, 31 de mayo de 2014
LOS BUENORROS
martes, 27 de mayo de 2014
PABLO IGLESIAS
Imagen: www.larepublica.es
lunes, 26 de mayo de 2014
EUROPA VINTAGE
Imagen: www.abc.es
martes, 20 de mayo de 2014
LA CAÑA DE CAÑETE
Cañete ha querido hacer de su machismo residual un punto básico, clave, neurálgico, de su campaña electoral a las europeas. Cuando Cañete le dice a Elena Valenciano, en el muermodebate, que es "benévolo con ella para no parecer machista", no está cayendo en ningún error, ni se le fue el santo al cielo, ni siquiera estaba agotado el hombre de tanto mitin y tanto canapé electoral, como ha insinuado alguien desde el Gobierno. Cañete, a mi juicio, eligió la frase a conciencia, la estudió y la sopesó y probablemente la soltó bien respaldado y autorizado por sus asesores. No fue un desliz inoportuno, fue un plan premeditado. De un tiempo a esta parte se ha impuesto en el PP el manual de la declaración polémica, el escándalo por el escándalo, el pollo, el exabrupto y la burrada como arte de hacer política, aquello de que hablen de uno aunque sea mal. Por eso cuando las cosas se tuercen en el PP se echan a la arena los gladiadores, los florianos, pujaltes o ponses, sueltan un par de tonterías fuera de tono y así se desvía la atención de lo primordial. Cañete es el típico político que no tiene nada que decir, de perfil subterráneo, y lo que dice suele quedarse en la más pura trivialidad que no interesa a nadie. Vamos que no es Azaña precisamente y está muy lejos del gran parlamentario, del gran orador y del gran estadista que se presupone a un candidato a Bruselas. ¿De qué va a hablar el bueno de Cañete en una campaña electoral? ¿De las fanegas de lino subvencionadas, del vinillo de Jerez, de la leche de vaca asturiana? Serán temas muy importantes para la economía, nadie lo duda, y en ellos Cañete será todo un experto en la materia como ex ministro de Agricultura (eso sí lo podríamos dudar) pero no son los asuntos de la alta política nacional con los que se suele atraer, ilusionar y encandilar al votante, al ciudadano, al pueblo. Por eso Cañete tiene que tirar de ese oscuro manual del PP que consiste en soltar la animalada machista de turno, a ver si así la arma y a río revuelto ganancia de pescadores, por utilizar un símil propio de su negociado. No sé cómo los tertulianos y analistas sesudos no lo ven. Lo que me extraña es que, durante el debate, no le dijera a la Valenciano aquello tan español y macho de: mujer tenías que ser. Solo con eso se habría ganado de nuevo al votante indeciso de derechas que está perdiendo la fe. Cañete es un hombre gris, uno más entre un millón. De no haber sido un político chusquero probablemente se habría quedado en vendedor de coches o agente de seguros. Él ni siquiera quería ir a Bruselas, estaba muy cómodo y camastrón en Madrid, hasta que Rajoy tuvo la ocurrencia de nombrarlo candidato, qué pesado el presidente. Cañete recuerda más bien a un chef apacible y bonachón y quedaría muy típico comiendo las croquetas delictivas que Chicote denuncia por congeladas en Pesadilla en la cocina. Todos hemos entrado al trapo de Cañete, todos. Como una campaña a las europeas es un auténtico coñazo que no interesa ni a la Merkel (y mucho menos a ella) había que rellenar papel y televisión con la declaración-bomba del chico, con el disparate ciego, irracional, absurdo. Que Cañete sea machista o no (que sin duda lo es) era lo de menos. Se trataba de captar la atención, sobre todo del votante del PP, que andaba un poco desorientado y que acaba de redescubrir a su líder patrio fuerte y bravo, a su tótem macho y semental que hasta hoy parecía un osito de peluche. Qué narices tiene Cañete, pensarán ahora muchos simpatizantes populares. Qué huevazos, cómo ha puesto a la Valenciano en su sitio, pensarán otros. Así razona esta derecha española atávica y torera, una derecha visceral cuyas mujeres nunca se enteran de los desfalcos de sus maridos, repudian a las golfas abortistas mientras ellas abortan decentemente en clínicas millonarias y aplauden, cuando no asumen, aquello del cásate y sé sumisa. Para la derecha española la mujer es el negro del hombre, pero eso es lo de menos. Cañete lanzó la caña y todos picamos como pardillos. Mientras se habla del machismo de Cañete, cosa obvia por otra parte, no hablamos de lo sustancial: de los graves problemas de Europa. Claro que, ¿a quién le importa ya Europa?
Imagen: Tiempo
LA MUJER BARBUDA
(Publicado en la Revista Gurb
el 16 de mayo de 2014)
Si una mujer barbuda ha ganado Eurovisión por qué un hombre barbudo como Rajoy no puede volver a ganar las elecciones, por mucho que esté dejando el país hecho unos zorros. Los sondeos para las europeas colocan al PP unos cuantos puntos por encima del PSOE (¡con Cañete de cabeza de lista, cágate lorito!) y aquí cabe preguntarse una cuestión fundamental: ¿es que la gente no tiene ya bastante Rajoy? Pues por lo visto parece que no. Una de dos: o el pueblo tiene síndrome de Estocolmo o nos hemos vuelto todos locos. Lo malo de MR no es que nos esté mintiendo fuertemente a todas horas, lo malo es que no sabe hacérselo y se ve a las claras que es una marioneta a pilas, un guiñol movido por unos hilillos, como los del Prestige que él puso de moda, y con un tic sospechoso en el ojo que le delata. Lo mínimo que deberían exigir en la Escuela de Políticos, Sofistas y Retóricos es que sepan mentir con arte, con poderío, con un cierto nivel, vaya. Pero no. Rajoy es el símbolo mediocre de los tiempos mediocres que nos está tocando vivir. Franco no necesitaba mentir bien porque te fusilaba al amanecer y santas pascuas; Suárez (ay, Suárez, cómo te echamos de menos) era un vendedor de El Corte Inglés que te colocaba la aspiradora sin enterarte; Felipe mentía como Dios y acabó creyéndose el Zeus de Doñana; y Aznar era un mentiroso compulsivo, un caso clínico, freudiano, y por eso producía miedo y adicción. Pero es que Rajoy es la nada, el vacío heideggeriano, el hombre en suspenso, como aquella gran novela de Bellow. Es tan previsible que hasta sus mentiras son previsibles y así no mola jugar al mus. Que nos engañen, de acuerdo, pero que al menos nos engañe un tío listo, no un tonto a las tres. Por mucho que Rajoy se empeñe en darse la pátina de líder de una derecha moderna y avanzada todos sabemos que viene de donde viene: del pazo medieval gallego, del satrapismo fraguista y del mundo burócrata de la registraduría de la propiedad. Un tipo que va de moderado por la vida pero que por dentro lleva a un fan del opus, y encima siempre hablando de la dichosa herencia socialista, qué pesado con la herencia. Por eso toda su torpeza y falta de astucia le ha salido a trasflor cuando ha llegado la hora negra de la barcenada, de los sobres, del escándalo, escándalo que nunca ha sabido gestionar, manejar, explicar con tino. Por eso echó a los leones a su secretaria, a la señorita Loli, Lolianta para los amigos, que se hizo un lío y la lió parda con lo del finiquito en diferido (juas, juas, juas). Cuando entras en el tema del chanchullo tienes que ser muy listo para que no te pillen. Felipe las hizo mucho peores y aún le están buscando la equis. A mí no se me ocurriría afanar ni una mala chocolatina en el supermercado porque sé que me agarran fijo. Pero estos tíos listos son tan tontos que dejan nota y constancia de todo: registro de la mordida, libros de contabilidad con el delito al minuto y resultado, comandas de las fugas a Suiza y encima ponen a un tesorero de amanuense que va inscribiendo, en letras de oro, cuánto vale la corrupción de un apellido. Lamentable. Yo, si fuera el fiscal anticorrupción, les mandaba a Chicote para que fuera sacando mierda de la cocina de Génova. Rajoy ha cometido una torpeza tras otra en el asunto de los sobres y al final, asustado, acollonado, con el ano alborotado, como decía Miguel Hernández acerca de los cobardes, le mandaba mensajitos a Bárcenas diciéndole aquello tan cursi de "aguanta, Luis, sé fuerte, que estoy contigo". Puag. Luis podrá ser un chorizo de tomo y lomo pero no un tonto Mediamark y se cansó de aguantar y al final lo pusieron una temporada en el infierno, como a Rimbaud, para que aclarara las ideas. La política es que ya da un poco de asquito. Tenga en cuenta el lector que los dos buques insignias que enviamos a Bruselas son la Valenciano y Cañete (vaya tela de los telares) de modo que el cara a cara televisado será tedioso, aburrido, ni chicha ni limoná. Decía Ortega que este país se arreglaba poniendo a cada cual un grado por debajo de donde está: o sea a Rajoy de conserje de un hotel, con el libro de registros, y a Montoro con la gorra de taxista de los de antes. No se le ve muy preparado para el cargo al chico, la verdad es que no se le ve. Sin embargo, hay gente que le seguirá votando hasta la muerte, lo que sin duda constituye otro misterio mariano. Y aún hay quien me rebate que en España cualquiera llega a Presidente. Si se presenta la barbuda de Eurovisión, yo le doy mi voto. Nos ha jodido.
Imagen: Adrián Palmas
martes, 13 de mayo de 2014
LOS TRAJES GURTEL
Leo una noticia que dice así: once
trajes, cuatro americanas, dos abrigos y un pantalón regalados por la
trama Gurtel a conocidos políticos valencianos acaban en un contenedor
de ropa reciclada. Hete aquí, pues, un signo de los tiempos decadentes
que vivimos; hete aquí un símbolo perfecto de la España negra, de la
España nuestra, que hasta hace un rato ha sido gobernada por cuatro
trincotrileros, un par de butroneros y un robaperas de tres al cuarto. A
uno le parece una gran medida que los trajes Gurtel se reciclen y sean
aprovechados por otros menesterosos, qué quieren que les diga. Con la
que está cayendo, con el país viviendo en la miseria walking dead, esos
trajes malditos pero ilustres deben rescatarse, desempolvarse,
adecentarse y donarse a la gente lumpen, como quien dona su cerebro a la
ciencia después de muerto. Si del sucio estiércol nace una bella flor,
de la corrupción brota la caridad, y con uno de esos trajes suntuosos un
parado se abre camino en la vida seguro. Con una de esas americanas de
corte Armani un paria de la famélica legión sube como la espuma y a poco
que se esmere un poco lo hacen director general de un banco,
subsecretario, ministro de algo, de alguna cosa, que para un traje caro y
con historia siempre hay un carguete en cualquier covachuela
ministerial. Un traje Gurtel da más poder que el traje de Superman; un
traje Gurtel abre muchas puertas giratorias, y con uno de esos
esmóquines millonarios se entra en la política y luego se sale para
tomar un café y al poco se vuelve a entrar en Iberdrola o en Endesa, y
vuelta a empezar, qué mareo de puerta giratoria, oyes.
Un buen traje Gurtel, un trajaco de esos
de seda oriental, en esta España pobre, vieja y triste es un pasaporte
seguro para Bruselas y que tiemble Arias Cañete, que ya no le entra el
traje por los pies, por lo grueso y tripudo. Yo trajes tengo uno y me
sobran, el de los domingos mayormente, qué pasa, y no me lo pongo nunca,
que me tira de la sisa, pero ya daría yo un brazo por tener un traje
Gurtel de esos que me abriera el portón del éxito, el umbral del dinero y
la fama, la llave de las Islas Caimán y la sucia Suiza. Un parado
español se conforma con bien poco, ya no pide el traje
Chesterfield/Capone de Bárcenas color beig con cuello aterciopelado, que
eso son palabras mayores, pero dele usted uno de esos trajecillos
Gurtel ahora desahuciados y reciclados, un traje aunque sea de talla en
B, y verá cómo va para arriba el pobre. Bárcenas ahora lleva más el
traje de cebra, primavera verano en Soto del Real, y como no le pasen
bajo manga un póster de Rita Hayworth para darse el piro por el túnel se
come él solito la cadena perpetua en nombre de los imputados del PP.
Todo hombre necesita un traje como todo vaquero necesita un caballo y
así se entabla la dialéctica histórica hombre/traje, un diálogo que en
el mundo capitalista sitúa a cada cual en su estatus social. Mario
Conde, un suponer, no hubiera sido nadie de no haber sido por aquellos
trajes de piel de lobo con el que se trajinaba a sus caperucitas
sociatas. Para triunfar, para ser cool, para llegar a auténtico guante
blanco (y España ya no es país de conejos, es país de gánsters) lo
primero hay que agenciarse un traje Gurtel, por eso denuncio yo aquí que
se puedan tirar a la basura trajes antaño tan codiciados y codiciosos,
por eso denuncio yo el exterminio del traje Gurtel, que ahora es como el
lince ibérico y nadie quiere saber de esas prendas inocentes con las
hombreras sucias de pleitos, pachuli y pelos de bigote. Uno en la vida
puede caminar por la senda del perdedor, como decía Bukowski, pero
siempre dentro de un buen traje, faltaría más, que luego uno parece un
tolondrón, un triste, y ya lo ha dicho Rajoy: alegría, alegría, no
seamos cenizos con tanto hablar de la crisis. Tú regalas diez trajes
Gurtel a diez parásitos de la sociedad, como dice Mónica Oriol, y el
paro pega un bajón de diez personas, a ver si no, todo un éxito
macroeconómico para el Gobierno.
En España, el perro no es el mejor amigo
del hombre, es el traje, porque un buen traje esconde un mal linaje,
dice el proverbio castellano aquel que no sé ahora mismo dónde lo habré
escuchado. El traje es la segunda piel de un caballero, denota muchas
veces al hombre, nos enseña Shakespeare, y Blesa sabe mucho del bien
trincar y del buen vestir, tiene percha el gentleman para su edad, un
madurito resultón en el safari del amor, aunque yo le recomiendo que
cambie el paño Pierre Cardin por el chándal deportivo para ese footing
mañanero (con caza al hombre) al que le invitan a diario los
preferentistas estafados y cabreados. Esos trajes Gurtel, por favor, que
se los den a los pobres ya. Y que vayan haciendo carrera a pelotazos.
Imagen: Adrián Palmas
www.gurbrevista.com
EL PASEO
(Publicado en la Revista Gurb el 1 de mayo de 2014)
Primero de mayo. Nubes de un gris
mustio, fragor de silencio en las calles de Gijón. Salgo de buena mañana
con el pequeño Kosmo, que olisquea una florecilla aquí y otra allá,
entre pis y pis al árbol de turno. Los proletas somos como ese árbol
meado históricamente, meados por el poder, meados por el banquero,
meados por el patrón. Solo que llega un momento en que el árbol se
harta, lanza un grito de hastío, se pudre y cae. Pero es primero de mayo
y aquí no pasa nada. Nadie diría que vivimos en un país con cinco
millones de parados, cinco millones de carpantas esquineros. La
revolución, en España, siempre se deja para pasado mañana. Avanzo, doblo una esquina, tenso la
correa del perro, que camina alegre y ufano agitando la colita.
Atravesamos un parque soleado entre palmeras y magnolios, entre chopos y
cedros. Piso el césped blando y aún mojado por el rocío. Luz lechosa,
plácida y lenta serenidad. Todo está como siempre, salvo que es primero
de mayo y uno de cada tres niños pasa hambre de verdad, uno de cada tres
colegiales come el bocadillo mágico de pan aburrido, de pan solo de
posguerra. Pensativo, camino junto al perro. La misma gitana enlutada
que pide limosna; el mismo rumano tirando de pesados caballos; el mismo
paisano dando cabezadas en la barra del bar, frente a un carajillo frío y
olvidado. El país entero es ya como ese borracho comatoso y nocherniego
que paga con largos bostezos los güisquis de la juerga pasada. A esta
hora, en algún lugar de la ciudad, lejos de aquí, se escenifica la gran
manifestación circense, feliz, colorista. Los pitos y las cacerolas, las
pancartas y las consignas, los republicanotes de gorrilla y tricolor,
los gritos inútiles, Mariano, cabrón, trabaja de peón. La misma rutina
de siempre, el mismo ritual de cada año de unos sindicatos que chulean
el dinero de las ayudas a mamá Bruselas. En la manifa se escupen cuatro
insultos malos, se lee el manifiesto calcado del año anterior, se
tararea de mala gana la Internacional, puño en alto pero sin enseñarlo
mucho, y a casa a la hora del partido. Todo lo más una pintada con
faltas de ortografía, un par de banestos reventados o el ojo a la virulé
por una hostia infame de los maderos. Democracia amodorrada, precaria,
anémica.
Sigo mi paseo matutino con el perro.
Caminante no hay camino. Es primero de mayo pero, ¿por qué no pasa nada?
Llego hasta la playa del Arbeyal, el mar vasto y brumoso, las grúas del
puerto y los verdes acantilados derritiéndose a lo lejos. El perro se
revuelca en la arena, satisfecho y ajeno, frente a los astilleros
solitarios de los que antes brotaban hombres, barricadas, gritos
gloriosos de hierro y de fuego. Ahora apenas quedan cuatro obreros
reconvertidos en la nada que bostezan y martillean malamente contra el
casco de un barco herrumbroso. La mina desmantelada, los astilleros en
la puta ruina, los parados agotando las virutillas de la prestación,
nuestros jóvenes cerebros haciendo las Américas, como nuestros abuelos
de antaño. Los lunes al sol. Es ésta la España nacionalpepera que
siempre va bien, la España que nos venden Guindos/Montoro, el rico más
rico y el pobre más pobre, la España que nos vuelve a hacer argonautas
gallegos por necesidad, la España tranquila y próspera que nos ilumina
con el parte franquista de Ana Blanco y negro, la España del minijob,
del minisueldo, del minipiso, del miniengaño, del minifuturo, de la
minimierda. Ya es que ni disimulan los fulanos, se ríen del pueblo a
mandíbula batiente y a Rajoy le delata el tic nervioso que se le coge en
un ojo cada vez que echa un embuste económico. Que lo sepa, señor
Rajoy, el pueblo está harto de sus mentirijillas, de su frenillo
infantil, de sus chuches y de su pinta de interno flipado de colegio
mayor. Es usted un Forrest Gump de la política, que lo sepa, solo que
mucho menos guapo y menos simpático que Tom Hanks. Cuando los Bárcenas y
Blesas de la vida le han robado hasta el último cuscurro de pan al
pueblo, cuando nos vemos estragados de tanta falsa política, cuando
estamos hasta las trancas de tanta macroeconomía insultante, se impone
un giro social, radical, total. Basta ya de turnismos sagastacanovinos y
de burócratas expertos en el masdelomismo. En España nunca se ha hecho
la justicia social, ni mucho menos el socialismo, ni nadie se acuerda ya
de lo que significa eso, decía el gran Paco Umbral. Pues es el momento
de sacar del cajón el viejo manual engelsiano, de despertar de la siesta
histórica, de dar un puñetazo en la mesa y decir que los trabajadores
somos algo más que carne cruda para las fauces germánicas de la mala
bestia Merkel. Porque es primero de mayo, coño. Y aquí no pasa nada.
Imagen: Marcial Guillén
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