martes, 20 de mayo de 2014

LA CAÑA DE CAÑETE


Cañete ha querido hacer de su machismo residual un punto básico, clave, neurálgico, de su campaña electoral a las europeas. Cuando Cañete le dice a Elena Valenciano, en el muermodebate, que es "benévolo con ella para no parecer machista", no está cayendo en ningún error, ni se le fue el santo al cielo, ni siquiera estaba agotado el hombre de tanto mitin y tanto canapé electoral, como ha insinuado alguien desde el Gobierno. Cañete, a mi juicio, eligió la frase a conciencia, la estudió y la sopesó y probablemente la soltó bien respaldado y autorizado por sus asesores. No fue un desliz inoportuno, fue un plan premeditado. De un tiempo a esta parte se ha impuesto en el PP el manual de la declaración polémica, el escándalo por el escándalo, el pollo, el exabrupto y la burrada como arte de hacer política, aquello de que hablen de uno aunque sea mal. Por eso cuando las cosas se tuercen en el PP se echan a la arena los gladiadores, los florianos, pujaltes o ponses, sueltan un par de tonterías fuera de tono y así se desvía la atención de lo primordial. Cañete es el típico político que no tiene nada que decir, de perfil subterráneo, y lo que dice suele quedarse en la más pura trivialidad que no interesa a nadie. Vamos que no es Azaña precisamente y está muy lejos del gran parlamentario, del gran orador y del gran estadista que se presupone a un candidato a Bruselas. ¿De qué va a hablar el bueno de Cañete en una campaña electoral? ¿De las fanegas de lino subvencionadas, del vinillo de Jerez, de la leche de vaca asturiana? Serán temas muy importantes para la economía, nadie lo duda, y en ellos Cañete será todo un experto en la materia como ex ministro de Agricultura (eso sí lo podríamos dudar) pero no son los asuntos de la alta política nacional con los que se suele atraer, ilusionar y encandilar al votante, al ciudadano, al pueblo. Por eso Cañete tiene que tirar de ese oscuro manual del PP que consiste en soltar la animalada machista de turno, a ver si así la arma y a río revuelto ganancia de pescadores, por utilizar un símil propio de su negociado. No sé cómo los tertulianos y analistas sesudos no lo ven. Lo que me extraña es que, durante el debate, no le dijera a la Valenciano aquello tan español y macho de: mujer tenías que ser. Solo con eso se habría ganado de nuevo al votante indeciso de derechas que está perdiendo la fe. Cañete es un hombre gris, uno más entre un millón. De no haber sido un político chusquero probablemente se habría quedado en vendedor de coches o agente de seguros. Él ni siquiera quería ir a Bruselas, estaba muy cómodo y camastrón en Madrid, hasta que Rajoy tuvo la ocurrencia de nombrarlo candidato, qué pesado el presidente. Cañete recuerda más bien a un chef apacible y bonachón y quedaría muy típico comiendo las croquetas delictivas que Chicote denuncia por congeladas en Pesadilla en la cocina. Todos hemos entrado al trapo de Cañete, todos. Como una campaña a las europeas es un auténtico coñazo que no interesa ni a la Merkel (y mucho menos a ella) había que rellenar papel y televisión con la declaración-bomba del chico, con el disparate ciego, irracional, absurdo. Que Cañete sea machista o no (que sin duda lo es) era lo de menos. Se trataba de captar la atención, sobre todo del votante del PP, que andaba un poco desorientado y que acaba de redescubrir a su líder patrio fuerte y bravo, a su tótem macho y semental que hasta hoy parecía un osito de peluche. Qué narices tiene Cañete, pensarán ahora muchos simpatizantes populares. Qué huevazos, cómo ha puesto a la Valenciano en su sitio, pensarán otros. Así razona esta derecha española atávica y torera, una derecha visceral cuyas mujeres nunca se enteran de los desfalcos de sus maridos, repudian a las golfas abortistas mientras ellas abortan decentemente en clínicas millonarias y aplauden, cuando no asumen, aquello del cásate y sé sumisa. Para la derecha española la mujer es el negro del hombre, pero eso es lo de menos. Cañete lanzó la caña y todos picamos como pardillos. Mientras se habla del machismo de Cañete, cosa obvia por otra parte, no hablamos de lo sustancial: de los graves problemas de Europa. Claro que, ¿a quién le importa ya Europa?

Imagen:  Tiempo

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