(Publicado en la Revista Gurb el 7 de noviembre de 2014)
Ahora resulta que el Pequeño Nicolás,
ese inocente querubín que se movía como un pececillo en el agua por las
cañerías sucias del PP, también mantenía oscuras relaciones con el
enfangado Oriol Pujol. Cuenta la press que la criatura llegó a ofrecerle
al quinto hijo del clan ferrusoliano un trato de favor en el juzgado a
cambio de que le pasara información comprometida sobre Esquerra
Republicana de Cataluña. Qué chiquillo éste tan travieso. Te despistabas
un momento y te robaba un selfie o te venía con un contrato en
Filipinas o te arreglaba Cataluña en un pestañeo. Siempre estaba en la
pomada el nene. No ha habido acontecimiento histórico en la España de
los últimos años que no haya pasado por su pequeña Nikon y sus manos
adolescentes y muñidoras.
La historia de las turbulentas
relaciones seculares entre España y Cataluña, desde los Reyes Católicos y
aquello, iban necesitando ya de un hombre así: decidido, ágil,
intrépido. Alguien como el Pequeño Nicolás. Desde los Austrias a los
Borbones, pasando por dictadores y demócratas, nadie ha sabido o querido
resolver el problema catalán, la cuestión, el conflicto, como dicen los
soberanistas. Hasta que ha llegado él con su nuevo estilo de neopijo
remilgado y redicho de colegio mayor. Lo de la independencia de Cataluña
es una minucia para el Pequeño Nicolás, eso lo arregla él en un minuto
con cuatro dosieres secretos y unos tejemanejes en la sombra. Solo el
Pequeño Nicolás puede impedir que España se rompa en estos momentos de
ébolas nacionalistas, solo un lumbreras como él, parido cada quinientos
años, puede evitar lo inevitable, el destino trágico y fatal de esta
España agónica y bostezante. El Pequeño Nicolás es la perla ultimísima
de la inmunda cantera política española, lo más de lo más, el puto amo.
El Pequeño Nicolás le ofrece a Artur Mas un ministerio en Guinea
Ecuatorial y problema secesionista resuelto. Ni Mariano, ni Pedro
Sánchez, ni Pablo Iglesias, ni federalismos, ni terceras vías, ni
hostias. Si el chico se pone, se pone, y arregla Cataluña con cuatro
telefonazos bien dados. Angelito de candidez diabólica, monaguillo
ensotanado de Hugo Boss, James Bond de las FAES, tú sí que has sabido
montártelo, trabajártelo, trepar por las alcantarillas del partido. No
perdamos más el tiempo con ministros incapaces de calvas frailunas.
Mandemos de inmediato a Barcelona al atrevido y descarado Pequeño
Nicolás para negociar con Artur Mas, con Oriol Junqueras, con la vieja
bruja Ferrusola, si es necesario. Pasemos ya del nulo, improductivo y
anticuado Rajoy, siempre sesteando en su concha monclovita, siempre
aferrado a su estéril constitucionalismo centralista, rancio, barato. En
esta España de Far West, de alcaldes cuatreros y folclóricas
bandoleras, hace tiempo que ya no necesitamos leyes, ni decretos, ni
estatuts de autonomía. Nos sobra y nos basta con las maniobras
orquestales en la oscuridad de este renacuajo envarado del lodazal
hispánico que ha movido medio país con su tonto smartphone. Ay el
Pequeño Nicolás, crupier del tarjeteo black, chico de los recados de la
Cosa Nostra madrilota. Él sí que controla todo el tema, corta más
bacalao que la Cospe, más que Soraya, más que Felipe VI, que no se
entera cuando el chaval se cuela en la Zarzuela y anda zascandileando
por ahí, por los salones de palacio, como Pedro por su casa, y cualquier
día se sienta a la mesa a jugarse un parchís con Leonorcita. Lo digo
aquí y ahora, qué pasa, y lo pongo por escrito si hace falta: tras
quinientos años de guerras secesionistas, el Pequeño Nicolás es nuestro
hombre, el factor humano perfecto para arreglar España y sus agrios
nacionalismos. Porque además el muchacho es un patriota, a ver si no, y
siempre mira por el interés de España al 3 por ciento. Primero la patria
y luego la mordida en reservados discotequeros; primero la rojigualda y
luego el pelotazo entre Pinto y Valdemoro; primero el país y luego el
descanso del guerrero, a ser posible con La Pechotes, faltaría plus.
Él, el Pequeño Nicolás, mugrosillo
cachorro de la camada gurteliana, lo hace todo por el bien de España, y
si lo mandamos a Barcelona como agente doble con maletines llenos de
billetes, pactos fiscales, transferencias y dosieres seguro que hace de
Artur Mas un converso españista. Jesucristo eligió doce apóstoles y uno
le salió rana, pero es que a Espe Aguirre la ha salido un estanque
entero, por mucho que ella diga. Hombres granados de vicio y alcaldes
puteros por doquier. Y encima el Pequeño Nicolás, que va por ahí
arreglando España. O dando por saco, el niño.
Ilustración: Adrián Palmas
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