SAN VALENTíN
San Valentín, ese día en que todos nos ponemos muy melifluos, nos viene, como no, de una tradición anglosajona, o sea como aquello de Papá Noel solo que con ramos de flores y tangas sorpresa en lugar de la barba postiza, el cojín metido en la panza y el absurdo ho, ho, ho. Es decir, un invento más del puritanismo mercantil victoriano. Uno no sabía muy bien qué pintaba San Valentín en todo este embrollo del amor hasta que leyó en la wiki que fueron los nórdicos quienes marcaron el día en rojo al ver cómo se emparejaban los primeros pajaritos. Qué escena más bucólica y pastoril. De pájaros, pajaritos y pajarracos sabemos mucho en España, pero ésta pretende ser una columna alimenticia sobre el amor, no sobre Urdangarín, que es un atleta del amor y por eso va empalmado todo el día. Del amor se puede decir aquello de que todos hablan de él pero nadie lo ha visto en realidad, así que el amor es como Dios, una cuestión de fe, algo sagrado a lo que se puede rendir culto toda la vida o algo que se traiciona unas cuantas veces al día, mayormente con la vecina/o del quinto. Los griegos celebraban el día del amor con sus bacanales en honor a Eros hasta que llegó el cristianismo y cambió al travieso diosecillo olímpico por el sosaina de San Valentín, que andaba casando gente a escondidas del emperador Claudio, todo el santo día casando gente, qué manía con casar, lo cual era tanto como matar el amor, porque todo el mundo sabe que el matrimonio es el peor afrodiasiaco que existe. Dicho sea de paso, San Valentín tiene un nombre tan remilgado que no pone nada, baja toda la líbido, oyes, por lo que hubiera sido mejor para la conservación del amor mantener al libertino Eros, el 14 de febrero, como santo de la cosa. San Valentín no solo es cursi, sino lo que es aún peor, tiene efluvios franquistas, véase aquellas chicas de la Cruz Roja que iban por la Gran Vía poniendo cachondo al españolito que no se comía un colín. Hoy AR y Susana, reinas de la telemugre mañanera, han dado falsos reportajes sobre San Valentín, pero acto seguido llegan los de Durex y Control con sus lubricantes y estimuladores para fogosos y gourmets (llegar juntos ya es posible) van al tema y se acabó el inocente amor. Hoy ya casi no se habla de amor, sino más bien del portal ése, eDarling, para solteros exigentes, solteros que al final solo piensan en follar. Como el amor se ha hecho más rápido, más cómodo y más seguro, sin sorpresas ni riesgos, pues se acude a una agencia matrimonial por Internet y te dan una muñeca hinchable a la carta o un maromo con ojos azules como Paul Newman, que escribía unos versos fabulosos incendiados de amor para su segunda mujer. Pese a que seguimos celebrando San Valentín con mucho consumo, mucha rosa tonta y mucho anuncio de perfumes y tías en bragas, lo cierto es que la cosa del amor (el amor o es platónico o no es) se está devaluando bastante, y ya todos ligan con todos, en comuna o red social, en tríos o cuartetos, a través del facebook, del tuiter o del wasap, maldita tecnología que ha matado el amor único y lo ha hecho múltiple, frío, digital, cibernético, matemático. Internet ha acabado con la aventura dolorosa, incierta y febril del amor, con los cafés con amenaza de plantón a media tarde, con los besos fracasados bajo la lluvia. Hoy, cuando llegan al cielo de la cama, ya todo misterio está chateado, ya todo secreto está revelado, ya todo está dicho. En un beso sabrás lo que he callado, decía Neruda. Aquello sí que era amor.
Imagen: thinkinfreak.net
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