(Publicado en Revista Gurb el 2 de diciembre de 2016)
Juan Diego (Bormujos, Sevilla, 1942) ha llegado a ese momento de la vida
en que degusta su trabajo como quien paladea una buena copa de vino.
Con pasión pero también dejándose llevar. Tras una brillante y dilatada
carrera cinematográfica en la que ha conseguido múltiples galardones y
reconocimientos (entre ellos tres Premios Goya) Diego se ha vuelto a
subir al lugar que le vio nacer como artista, el entarimado del teatro,
que es como un cielo crujiente lleno de trampas y focos de colores, para
interpretar
Una gata sobre un tejado de zinc caliente, la
mítica obra de Tennessee Williams reversionada por Amelia Ochandiano,
que acaba de estrenarse en el Centro Niemeyer de Avilés. Diego
interpreta el papel del millonario padre de Brick, aquel Paul Newman que
andaba todo el rato en pijama azul de raso, agarrado a una muleta y a
una botella de whisky, haciéndole ascos a la Taylor. "A mí esta gente me
cae muy mal. Cuando me meto en ese papel, en esa lamentable situación
en la que deciden vivir estas personas y en la que obligan a vivir a los
demás, los odio con todas mis fuerzas". Hombre de izquierdas (desde la
clandestinidad del PCE impulsó la primera huelga de actores de España),
el destino caprichoso quiso que uno de sus papeles memorables fuera para
el ser que más despreciaba. "¿Franco? Me preguntaba qué tenía yo contra
ese individuo. Estaba ahí todos los días, era como de la familia,
cantabas el Cara al Sol en el recreo con el frío que hacía, y me dio por
pensar que tenía que fijarme en cómo había sido ese de niño". Y ya
desde aquella película, y para siempre, cada vez que pensamos en el
pequeño dictador vemos a Juan Diego susurrando, como una vieja, aquello
de "arriba España".
Entrevista completa en
Revista Gurb
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