viernes, 22 de diciembre de 2017

PESADILLA ANTES DE NAVIDAD



Papá Noel, el entrañable y tierno Papá Noel invento de la Coca Cola, nos invadió una dulce noche navideña bajando por la chimenea y ya se quedó con nosotros, de okupa, para siempre. Luego llegó el señor McDonald's con sus hamburguesas de vaca loca y su salsa venenosa hecha de emulgentes y sulfitos; más tarde fue Halloween con sus estúpidas brujas y espectros que dan más pena que miedo; hoy es el maldito 'Black Friday', una usurpación de las rebajas de toda la vida (solo que a cualquier hora y a calzón quitado) y mañana será el 'ciber monday' que ni dios sabe lo que es. ¿Qué será lo siguiente, cambiar la cena de Navidad por el absurdo pavo de Acción de Gracias? ¿Echarle bacon y kétchup a la paella, beber zarzaparrilla en lugar de Rioja, cambiar el Barça-Madrid por la Super Bowl? De un tiempo a esta parte hemos sufrido un proceso de burda americanización sin que nadie hiciera nada por evitarlo y vamos camino de convertirnos en el estado 51 del Tío Sam. La invasión de fiestas, usos y tradiciones yanquis es consecuencia de una globalización descontrolada y voraz que tiene alterados los ecosistemas humanos de todo el planeta. Si especies invasoras como el mejillón cebra van a terminar arruinando el glorioso marisco gallego, las prácticas mercantiles del mundo luterano acabarán por devorar la milenaria civilización mediterránea, mucho más sabia, fértil y compleja que el frívolo y cursi imperio del dólar. Qué profundidad cultural y antropológica tendrá el 'Black Friday' cuando su origen se remonta a un simple problema de tráfico. Como lo oyen. Fue la Policía Local de Filadelfia la que acuñó el término que hoy nos destroza los tímpanos al comprobar que cada año, cuando llegaba el día de Acción de Gracias, la gente se echaba a las calles como pollo sin cabeza para dar rienda suelta al impulso consumista, provocando monumentales atascos de circulación que "oh my God". De ahí viene lo del viernes "negro". En todo caso, de semejante etimología no podía salir nada bueno más que un día de tarjetazos a la vista y a la Visa, compras compulsivas para alimentar las injusticias del sistema capitalista, trifulcas familiares a cuenta del aluvión de regalos inútiles y un par de anuncios tontos con los que nos machacan las neuronas a todas horas. Y lo peor de todo es que mucho nos tememos que la cosa no quedará solo en un simple Friday, sino que los avispados comerciantes, al calorcillo del dinero y para tormento del ciudadano, acabarán extendiendo la fiesta al Saturday, al Sunday, al Monday y más allá. Y si no al tiempo.

Desde que nos adentramos en el laberinto mágico del 'procés', Cataluña ha pasado de ser una de las regiones más prósperas de Europa a un erial del que huyen como de la peste los bancos y empresas; un destino ideal para turistas que antes paseaban tranquilamente por las calles a un escenario de manifestaciones diarias, revueltas, antidisturbios y enfrentamientos sociales; un país con un Gobierno y una economía estables a una república fallida donde sus gobernantes están en busca y captura o en prisión provisional. En este escenario convulso a nadie le puede extrañar que la sede de la Agencia Europea del Medicamento haya pasado de largo por Barcelona para instalarse en Ámsterdam. ¿Qué otra cosa cabía esperar? La EMA no es una botica de pueblo donde se dispensan cuatro pastillas para el reuma, sino un organismo gigantesco que mueve miles de funcionarios e investigadores, profesionales con sus respectivas familias que necesitan un entorno adecuado y tranquilo para poder hacer su trabajo. No parece que la Barcelona libertaria de hoy, una ciudad donde las carreteras, líneas de metro y autobuses son cortadas a diario por la kale borroka de la CUP, sea el mejor entorno para ubicar una institución tan importante. Sin embargo, no toda la responsabilidad en este fiasco es atribuible a Puigdemont y a sus planes descerebrados. El Gobierno de Madrid, al no haber sabido resolver el problema catalán mediante la negociación tras siete años de conflicto enquistado, tiene buena parte de culpa en esta historia. El PP sembró vientos anticatalanistas y ahora recoge su cosecha ruinosa. Que Barcelona no haya sido elegida como sede de la EMA es una desgracia para España entera, no solo para Cataluña, pero hoy los periódicos, radios y televisiones se llenan de obtusos que se alegran tras la derrota de la candidatura catalana cuando en realidad supone una mala noticia para todos, el fracaso del Estado en su conjunto y de una sociedad que, enfrentada bajo dos banderas y cegada por el patrioterismo barato y el peor de los chovinismos, ha decidido inmolarse mientras la lluvia de millones e inversiones vuela hacia latitudes holandesas. La estupidez de los nacionalismos, de todos los nacionalismos, solo conduce a la ruina. Que se lo hagan mirar todos, los de un bando y los de otro. 

Viñeta: Igepzio

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