miércoles, 21 de agosto de 2013

VUELVE PRONTO, LETI


La princesa está triste, ¿qué tendrá la princesa? Pues se lo vamos a explicar, tal que aquí y ahora, a usted, lector de este humilde blog. Se lo vamos a contar, someramente, sin necesidad de citar todo el sobado poema de Rubén. Ni bocas de fresa, ni suspiros, ni leches poéticas. Lo que le pasa a la princesa es que se ha dado el piro de Marivent, con nocturnidad, porque no aguantaba más, porque estaba depre y el doctor Freud libraba en verano, qué mala pata, oyes. Letizia, doña Letizia, la Leti (ella siempre será la Leti para la pandi del instituto) está cansada, hastiada, abúlica. La Leti está hasta el miriñaque de las rancias costumbres borbónicas, de la apretada agenda de Estado que cada vez aprieta más, del boato y del beato, del té a las cinco en punto de la tarde, de las pesadas y tediosas regatas mallorquinas (¿qué haces con el Fortuna cuando te hartas de él? ¿te lo comes con patatas?) de la vieja filosofía de Sofía la vieja, de los bufones que piruetean por palacio, del cleptómano cuñado que se lleva hasta las cortinas del comedor, de las hermanas/hermanastras/hermanísimas, de las mentiras y escándalos y del navajero de Froilán (coño, Froilán, deja ya de joder con el pincho moruno, anda, que le vas a saltar el ojo al hijo del duque). Lo que le ocurre a la princesa es que está sobrepasada de tanta prensa de la ingle y tanto cieno del Sálvame, que está hasta los diamantes claros de la diadema de las travesuras de las niñas (¿por favor, cuándo empieza el cole de las niñas?) del príncipe azul que no era tan azul como lo habían pintado, sino algo más tirando a gris y más bien tirando a principito. La princesa está harta del suegro que antes era capitán general y ahora se hace el teniente, ese suegro que pasa ya de todo y vive la doble vida, la vida alegre del jubilata de verbena playera con disco móvil y que le quiten lo bailao. Uno a don Juan Carlos lo ve ya como a ese abuelete del anuncio de Ikea que un día, cabreado y harto del mundo, coge la silla y se va a Sevilla. Don Juan Carlos reina ya una España de Ikea, una España low cost, una España en ruinas que se vende de baratillo al mejor postor, a los mercados, a la Merkel, a los jeques árabes, a los llanitos de Gibraltar. No es mala del todo la vida borbónica de palacio, entre frescos jardines y pavos reales, pero es cierto que debe ser una vida aburrida, y no hay nada mas alienante y doloroso para un ser humano que llevar una existencia anodina. Marx no debería haber luchado tanto contra el cruel capitalismo, sino contra el aburrimiento soporífero del hombre moderno que se ha quedado sin Historia. Un mes de verano en el chalé familiar, a la española, tediosamente postrada en el sofá junto al suegro o la suegra, viendo la misma gitana y el mismo torito bravo encima del televisor, jugando al cricket o al polo, navegando barquitos sin pasión, sin amor, sin desenfreno veraniego como esos cuerpazos Dolce Gabbana, desquician a cualquiera, por muchas partiditas de brisca con apuestas de garbanzos que se quieran jugar para matar el tiempo. Un mes con la familia política termina en un Puerto Hurraco fijo si no se gestiona con habilidad el asunto. Por eso ha hecho bien doña Letizia en salir por peteneras del palacio real de verano, que en realidad era un frío palacio de invierno. Leti que salga, que se airee, que se vaya de tascas y rumbas con las amigas de la noche, pero que vuelva después al hogar, a hacer su papel en la zarzuela de vida que lleva, porque entre tantos urdangarines y mangarines seguimos necesitando de su rebeldía honesta y liberal para transitar de esta monarquía de palanqueros a una nueva república más justa. Ella es nuestra chica respondona y pinturera de palacio, nuestra Audrey Hepburn con carita de ángel que lija tanta nariz borbónica adusta y aguileña. Ha dado la espantá en Marivent porque estaba hasta el pirri y eso es humano. Le faltaba el aire y eso se comprende. Pero que vuelva pronto, que la busquen, que la detengan si es preciso, porque es nuestra rojilla en palacio, nuestra reina roja para futuras transiciones. Que no tengamos que oír aquello de Sabina de "ahora es demasiado tarde, princesa". Te necesitamos, Leti. Vuelve pronto con tu príncipe, encantador o no, o España se nos va a la mierda.

Imagen: wikipedia.org    

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