(Publicado en Revista Gurb el 18 de septiembre de 2015)
Muchos piensan que ha dejado de estar activo, que solo es un florero
decorativo, pero lo cierto es que Felipe González (Sevilla, 1942) nunca
ha estado más en forma que ahora. Desde que abandonó la presidencia del
Gobierno no ha parado de hacer política en la retaguardia, charlas,
conferencias, congresos internacionales, asesoramientos para entidades
públicas y privadas, artículos en prensa, entrevistas en radio y
televisión… Felipe ya no es aquel joven de la chaqueta de pana con
coderas y la melena agitándose a los vientos turbulentos de la
Transición, ya no es el revolucionario que salió de la clandestinidad
para hechizar a más de diez millones de españoles con sus ideas y su
piquito de oro, ni el estadista que modernizó España y la sacó del
africanismo, metiéndola en la Unión Europa y en la OTAN, ni siquiera el
líder de perfil caudillista, ni el augur de los 800.000 puestos de
trabajo que nunca fueron, ni el estadista que según muchos traicionó las
raíces del socialismo vendiéndose al capital extranjero, ni el
sospechoso Señor X lanceado por la prensa de derechas que manejó el PSOE
con mano de hierro hasta llevarlo a la polémica renovación planeada en
Suresnes. Hoy los tiempos han cambiado, ya no queda casi nada de aquella
España de la Transición y Felipe es algo así como una sombra de la
historia, un viejo gurú que habla con entera libertad de todo y de
todos, que entra por una puerta y sale por la otra (la puerta giratoria y
la de los foros de todo el mundo), sin pedir permiso a nadie, la voz
cansada de un sector de la izquierda española que añora aquellas
batallas, cuando la rosa y el puño hablaban y eran escuchados. "Es
cierto que la comparecencia pública la dosifico y también es verdad que
cuando digo algo pues se arma un cierto lío, lo diga de Venezuela o lo
diga de la situación de España o de Europa. No es mi intención, es la
misma intención que tenía hace cuarenta o cincuenta años", asegura. Pese
a todo sigue habiendo un Felipe que no ha perdido ese magnetismo
personal que es capaz de llevarse al huerto a quien lo escucha, ni su
fino sentido del humor sevillí, por mucho que se empeñe (y ahí peca de
falsa modestia) en hacerse pasar por intrascendente. "Estoy montando un
club de viejos caducos, que así se llama, para reunirnos de vez en
cuando y hablar de tonterías, no de cosas serias". En su última charla
en la Casa de la Cultura de Avilés, durante los cursos de la Escuela de
Verano de UGT –de la que
Revista Gurb publica ahora los
mejores extractos–, se reencontró con viejos compañeros de lucha,
políticos y sindicalistas bragados y jóvenes imberbes con ganas de
escuchar al gran patriarca, y allí habló de la globalización, de la
crisis, del Estado de Bienestar, de la independencia de Cataluña, de
inmigración y refugiados, de la izquierda que zozobra, de todo eso, en
fin, que está por hacer en España y que quizá, quién sabe, ya nunca
pueda hacerse.
Conferencia completa en Revista Gurb.
No hay comentarios:
Publicar un comentario