Amanecer. Abrir la ventana por la mañana y escuchar el griterío de los niños que
juegan y ríen en el recreo de un colegio. Todavía hay vida ahí afuera.
Periodismo enfermo. Me pregunta un amigo cuáles son, a mi juicio, los males de la prensa
escrita española. Enumero solo algunos (toda lista es incompleta y ésta
lo es aún más): falta de cualificación y preparación de los
profesionales (algunos jóvenes redactores salen de la universidad sin
saber escribir el primer párrafo de una información); salarios
tercermundistas (muchos trabajan sin contrato y hasta gratis); abuso y
explotación laboral por parte de las empresas de comunicación; miedo de
los periodistas a perder el puesto de
trabajo; directivos y ejecutivos que no sienten el periodismo como una
profesión noble y decente y que se limitan a actuar como meros contables
(como si hacer periódicos fuera lo mismo que vender ladrillos);
sometimiento total a la publicidad y al poder gubernamental; amiguismos
infames (cuando no chanchullos y compadreos) entre políticos y
directores de los medios de comunicación; sectarismo; miedo a perder la
subvención oficial de turno (escamoteando u ocultando la verdad si
afecta a los poderes establecidos); enchufismo galopante (aún más que en
el sector público, lo que lleva a colocar a hijos de hombres poderosos
en las redacciones, aunque sean pésimos periodistas); pérdida de valores
éticos; desorientación ante las nuevas tecnologías digitales; escaso
interés y amor por la profesión de muchos periodistas, es decir falta de
vocación; y sobre todos estos males el peor y más pernicioso de ellos:
el miedo a contar la verdad.
Patada genocida. La periodista húngara despedida por patear a los refugiados da el perfil
de perfecta sicópata que se requiere para ser director de un medio de
comunicación. Solo estaba haciendo méritos para escalar en el periodismo
desalmado que triunfa hoy en día.
Como putas por rastrojos. Los políticos andan mañana, tarde y noche de plató en plató, todo el día
en la tele dándose postín y haciendo caja, de forma que se ha puesto de
moda la figura del político-tertuliano. Y así, mientras pasan la
jornada laboral frente a las cámaras, a mayor gloria de ellos mismos, no
hay quien resuelva los problemas del país.
Viñeta: Igepzio
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