Los papeles de Panamá están arruinando
las brillantes carreras y florecientes reputaciones de un buen ramillete
de políticos, intelectuales y artistas que iban de dignos por la vida
pero que, tal como se está demostrando ahora, no cumplían con sus
obligaciones fiscales. No es cuestión de entrar aquí a analizar el
comportamiento legal y moral de todos y cada uno de los personajes
implicados en esta historia turbia de escala mundial. Sería imposible,
dada la cantidad de presuntos implicados repartidos por todo el orbe.
Algunos de los afectados, como Pedro Almodóvar o Imanol Arias, ya han
pedido disculpas por sus supuestos tejemanejes en el paraíso fiscal
panameño (pese a que, no lo olvidemos, no son políticos ni funcionarios
públicos ni están obligados a dar explicaciones a los ciudadanos sobre
su comportamiento personal) y han admitido que cometieron un error
cuando estamparon su firma en empresas opacas cuya única finalidad
comercial es defraudar a la Hacienda pública española. Hasta Bertín
Osborne, el excachas y racial intérprete melódico, ha optado por
cantarlo todo públicamente, como si de una mala ranchera se tratara, y
admitir sin tapujos ni coartadas que fundó una offshore solo
para pagar menos impuestos: "Lo hice porque me dio la gana, como hace
todo el mundo". Punto pelota. Con un par. Sigue siendo el Rey, como
diría en una de sus rancheras.
Asumir errores y culpas sin ambages ni
excusas imposibles es el primer paso para regenerar la imagen personal
de un personaje público, si es que la imagen de alguien puede ser
regenerada tras ser pillado in fraganti haciéndose lo que podríamos
calificar como un "simpa" planetario. Pero parece que nuestros
políticos, una vez más, no están sabiendo estar a la altura. Nos
referimos, entre otros, al ya dimitido ministro de Industria, José
Manuel Soria, cuya firma sospechosa de puño y letra aparece estampada en
las actas de UK Lines, una de las empresas fantasma que han sido
detectadas. En las últimas horas, el ministro había dado diferentes
versiones al respecto para tratar de salir del atolladero, explicaciones
a cada cual más increíble, surrealista e inverosímil que la anterior.
Desde que fue pillado con el tráiler del helado (lo del carrito se le
queda pequeño ya a nuestros políticos), el señor Soria ha ido pasando
por diversas fases explicativas que no han hecho sino ir enterrando
paulatinamente su ya maltrecha credibilidad. Cada excusa que daba Soria
era una palada más de mentiras en esta historia, mientras sus compañeros
del Gobierno y del PP no daban crédito y pedían su dimisión con la boca
pequeña en los pasillos del Congreso, también conocidos como M-30 por
la saturación de políticos que circulan por allí. En un primer momento,
Soria dijo que no sabía ni recordaba nada de la empresa panameña en la
que él y su hermano figuraban como administradores, como si su firma
plasmada en las actas hubiera aparecido allí por arte de magia o por
ciencia infusa; horas más tarde, y ya con los humos más rebajados por el
aluvión de noticias sobre sus extrañas actividades en el extranjero,
aseguró que esa rúbrica no era realmente la suya (probablemente alguien
se la había usurpado o falsificado mientras dormía, como si un ministro
firmara con la equis del paleto y fuera tan fácil copiarla) y que todo
se debía a un lamentable error de Mossack Fonseca, el abogado fontanero
que arregla el tema a la biuti para no pagar impuestos. En realidad
Fonseca no ha dicho ni mu sobre los asuntos de Soria, lo cual que ha
dejado tirado al ministro; y por último, una vez que se vio acorralado, y
en un acto de cobardía bochornosa que pasará a los anales del
parlamentarismo patrio, terminó echándole el muerto a su padre
fallecido, al atribuirle la responsabilidad en la creación de esta
sociedad pantalla. Aquí, cuando un político no quiere saber nada de un
asunto escabroso, le echa la culpa al muerto, sea el padre o un tío que
está en Graná, y a otra cosa butterfly. Por lo visto, tener un tío en
Graná no sirve de ná, pero tenerlo en Panamá parece que sirve todavía
menos, ya que los de la UCO son avezados y astutos echando el guante y
siempre le acaban cogiendo a uno las trampas y desfalquillos. De modo
que Soria creyó que con echarle el muerto al muerto, en este caso al
padre occiso, era más que suficiente para evitar comisiones
parlamentarias inconvenientes, investigaciones periodísticas urticantes y
murmuraciones incómodas de los rojos podemitas. Pero lamentablemente no
es así. Los muertos no pueden taparlo todo. Los muertos bastante tienen
con estar muertos, que es una faena y además no puedes defenderte por
ti mismo. Bromas aparte, podemos decir que el ministro ha mentido no
solo una vez, sino hasta tres veces, si no más. Su dimisión de las
últimas horas ha llegado tarde y mal. No solo ha quedado como un evasor
fiscal, sino lo que es mucho peor, como un mentiroso compulsivo. Y todo
por aferrarse al cargo, todo por tratar de escurrir el bulto hasta el
final. Lo malo es que el bulto era tan grande que no había forma de
esconderlo.
Al menos Mario Conde, otro célebre
encarcelado en los últimos días (a este paso no va a haber cárcel para
tanto golfo) no engañaba a nadie porque iba de moroso mayor de España
con pazo de lujo y campo de golf y ejercía de ello, qué pasa. Conde iba
en plan chulo, descarado, sin tapujos ni pudores, y hasta se permitía
subirse al púlpito de Intereconomía cada noche para echarnos una
charlita y decirnos que quien no tiene una offshore es que es
un "hortera". A Conde, cada vez que se marcaba una tertuliada
televisiva, todos le hacían la ola y hasta le hacían palmas con las
orejas. Mario se ha quedado con el personal durante todos estos años, se
ha reído del Gobierno, de la Justicia, del pueblo. Mario ponía la
pistola humeante a la vista de todos, tras pegar el atraco, y nadie se
atrevía a meterle mano a las cuentas suizas, porque para eso era el
amiguito del alma del Rey, te quiero un huevo. Pero Soria no, Soria
tiene una doble personalidad jurídica y física, ha engañado a los
ciudadanos y lo ha hecho de la peor manera que lo puede hacer un hombre
íntegro: culpando de sus negocios pasados a papá, diciendo que todo el
papeleo societario lo llevaba el progenitor y la Fiscalía que le
pregunte a él que está en el cielo. Ya estamos acostumbrados a que
nuestros políticos pongan las excusas más peregrinas cuando son cazados
en un renuncio o asunto oscuro. Carlos Fabra, sin ir más lejos, decía
que sus ganancias ilegales se debían a que cada año, religiosamente, le
tocaba la lotería hasta cuatro y cinco veces. Qué culpa tenía él de
tener buena mano con el juego. Jordi Pujol alegó que la inmensa fortuna
que había amasado en el paraíso andorrano se debía a la herencia de su
padre, "el abuelo Florenci", pese a que el anciano no tenía ni una perra
gorda en el bolsillo, más allá de un antigua masía que se caía a trozos
y un viejo mastín de los Pirineos tísico, pulgoso, atado a la puerta; y
el mismísimo Bárcenas, quien por cierto se está comiendo sus marrones y
los de todos, atribuyó los lingotazos de oro suizo que le salían por
doquier a sus trabajos decentes como emprendedor, pese a que todo el
mundo en el partido sabía que el bueno de Luis no había emprendido nunca
un mal negocio de pipas y que toda su fortuna clandestina se debía más
bien a los sobres que corrían por Génova 13 como pollos sin cabeza.
Hablando de cabezas, todas estas mentirijillas de Soria le han costado
la testa sin ninguna duda, ya que voces autorizadas del PP como la de la
dama de hierro, Espe Fitipaldi Aguirre, ya había avisado de que estaba
con la escopeta presta y cargada, o sea esperando explicaciones del
ministro sospechoso a la mayor brevedad posible. Como si fuera fácil
explicar todo este embrollo, estará pensando Soria, como si fuera fácil
explicar tan complejo entramado de empresas interpuestas, papelamen
falso, sociedades fantasma y testaferros de Mossack Fonseca a los que ni
él mismo conocía. No se pase señora Aguirre, que este lío empresarial
no lo entiende ni la madre que lo parió, no lo saben explicar ni los
economistas de Georgetown que le dieron la medalla de oro a Aznar, quien
por cierto ahora ha sido multado por Montoro por hacer sus pinitos en
el mundo fugaz de la evasión. "El que no se haya puesto al corriente con
Hacienda que se vaya dando prisa", ha dicho el ministro de Economía en
un ejercicio de suicidio político sin precedentes. Poniendo multas al
jefe y cabreándolo no llegará San Cristóbal a los altares del Senado, ni
a los de Bruselas, ni mucho menos a cobrar una jugosa pensión tras
pasar por la pertinente puerta giratoria.
Evasión. Evasión o victoria. Ese era el
lema, la máxima con la que han actuado tantos cargos públicos del PP que
como ángeles caídos se han ido perdiendo por los paraísos mortales de
la corrupción. Todos eran muy patriotas pero a la hora de cumplir con
Hacienda todos se comportaban como el más ruin de los traidores. El tema
de Soria, si lo tiene que explicar doña Señora Finiquito, o sea la
Cospe, terminamos todos con migrañas y sin aclarar nada. Lo de Soria
mejor que nos los explique Chiquito de la Calzada, que algo en claro
sacaremos.
Viñeta: Igepzio
Viñeta: Igepzio
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