(Publicado en Revista Gurb el 7 de julio de 2017)
Fue un día para la historia, el día que
España entera salió del armario, por fin, en una especie de gran
exorcismo tribal y colectivo. El arco iris cubrió el país de norte a
sur, Grande Marlaska nos contó su represión juvenil, Paco Clavel (ya sin
lechugas en la cabeza y sin perchas en las solapas) resucitó de entre
los muertos de los ochenta y La Sexta retransmitió íntegramente el World
Pride, doce horas en riguroso directo, ríos de carne humana exultante,
carrozas, látex, cuero, redecillas, morreos de tornillo, cachondeo y
libertad, mucha libertad. Si Rouco Varela, Reig Pla y los de Hazte Oír
lo vieron por la tele tragaron saliva sin duda. Y de pronto, sin que
nadie supiera cómo ni por qué, allí estaban ellos, Javier Maroto, Borja
Sémper y Andrea Levy, los chicos progres del PP, sí, ese mismo partido
que en su día se opuso al divorcio, al aborto, al condón, al matrimonio
entre personas del mismo sexo, a tantas cosas y derechos que ahora
disfrutamos los españoles. El trío calavera se plantó en la cabeza de la
manifa, agarrándose al arco iris como si se tratara de la mismísima
rojigualda, soltando consignas por los derechos de los homosexuales,
lesbianas y transexuales, cantando el ‘A quién le importa lo que yo
haga’, por Alaska, y bailando la conga y el trenecito como si les fuera
la vida en ello.
Uno tenía que frotarse los ojos para
comprobar que no estaba soñando al ver a aquellos cachorrillos
descarriados de la derechona patria hablando del amor libre, filosofando
sobre los derechos cívicos como avezados activistas de la causa rosa,
jurando por los huesos de Federico que ellos habían estado allí siempre,
en el bando de los buenos, codo con codo con los apestados. Quién nos
lo iba a decir, las buenas gentes de la moral y el orden del partido
españolazo disertando como jipis, como peligrosos gurús de la
contracultura gay. Maroto estaba entregado, solo le faltó quitarse el
Lacoste y rociarse el torso (depilado por supuesto) con aceite de Chueca
para parecer más sensible que nadie; Sémper se enfundó una camiseta
gótica comprada en el Rastro esa misma mañana y la Levy estaba tan
lanzada que parecía Lady Gaga. Los modernos del PP, el mismo partido
heredero del glorioso Movimiento Nacional que hasta hace un cuarto de
hora perseguía maricones enemigos de la viril raza española y los
encerraba en lóbregas cárceles de por vida. Y allá que se fueron los
tres, al Orgullo, a darlo todo, descocados, decididos a abjurar de una
vez por todas de la cultura macho que les contamina la sangre,
dispuestos a entregar todo el arsenal ideológico del cuarentañismo, en
plan ETA, o sea el crucifijo lacerante, el yugo y las flechas y el
rancio manual falangista que aún desempolvan de cuando en cuando.
Los chicos progres del PP pretenden
convencernos ahora de que ellos son civilizados, la derecha racional,
cuerda, centrada, nada que ver con el súperhetero y sobrehormonado Rafa
Hernando, que como uno de esos mariachis mejicanos cualquier día se pasa
de macho y se nos mete en la cabalgata, en plan Priscilla del Desierto,
como una reinona más. Quieren hacernos tragar que el pasado ya es
pasado, que la Dirección General de Seguridad era un parque infantil,
que la Ley de Peligrosidad Social fue solo un mito y Billy El Niño una
leyenda urbana de la Transición. Ellos, los del PP rosa, quieren
vendernos ahora lo que no fue: Rajoy nunca dijo aquello de que el
matrimonio homosexual era una manía de Zapatero para parecer más
moderno, Aznar jamás soltó que la unión entre personas del mismo sexo no
puede ser llamada matrimonio porque eso ofende a la población y Ana
Botella nunca hizo florilegios semánticos imposibles con las peras y las
manzanas.
¿Pero cómo pasar página ante tanta
represión y tanto dolor sin que hayan pedido perdón? ¿Cómo olvidar que
cuando los homosexuales eran perseguidos, marginados y encarcelados como
peligrosos maleantes ellos guardaban cómplice silencio? ¿Cómo creerlos
cuando para algunos obispos de la Iglesia española los homosexuales y
transexuales aún son un grupo de tarados, enfermos y desviados? "Las
fotos están muy bien pero tienen que ir acompañadas de leyes de
igualdad", me dice Carla Antonelli, la Juana de Arco del movimiento
LGTBI español que en los setenta tuvo que salir de su pueblo con una
mano delante y otra detrás porque sus paisanos y la Secreta la corrían a
hostias.
El facherío hispano se viste de pluma,
se maquilla con impostora purpurina y se sube a las plataformas, pero
los lobos con piel de cordero siguen siendo lobos. Nos parece bien que
salgan por fin del armario y se unan a la marcha, todos revueltos,
mestizaje sexual, peras con manzanas, aquello que tanto asco le daba a
la Botella. Mejor verlos ahí, detrás de la pancarta, bajo el rutilante
arco iris (aunque todavía algo encorsetados, desubicados y fuera de
lugar) que empuñando la mala porra policial, metiendo gente en la cárcel
y reprimiendo con su moral pacata la libertad de los ciudadanos. Nunca
es tarde si la dicha es buena. Si la “picha” es buena, habría que decir,
estos días que estamos de fiestón sexual y se permiten todas las
licencias. Ya solo les falta dar el último paso y asistir a las
manifestaciones por la memoria histórica. Cualquier día hasta condenan
el franquismo y cierran el Valle de los Caídos. Poco a poco, no vaya a
darles un ictus. Feliz Orgullo gentes de la derecha retrógrada.
Bienvenidos por fin a la libertad.
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