Fuego y Furia: Dentro
de la Casa Blanca de Trump, el libro del periodista Michael Wolff, está siendo
un terremoto político en Estados Unidos. En sus páginas nos encontramos la
verdadera personalidad del hombre que dirige los destinos del mundo a golpe de
locura y tuit. Según se desprende del libro, Trump nunca creyó que podía llegar
a ser presidente, solo buscaba publicidad para abrir un canal de televisión.
Hasta él mismo se sorprendió cuando los americanos le dieron el voto y desde
ese momento le temblaron las piernas y "parecía un fantasma", tal fue
el canguelo que le entró.
Los primeros días en la Casa Blanca se los pasó
recluido en su habitación, bajo llave, como un niño asustado, y pidió que le
instalaran dos televisores para ver la Fox. A lo largo del libro, corrosivo
como cien litros de ácido sulfúrico, Wolff airea los contactos del magnate con
los espías rusos, algo que su ex asesor Steve Bannon califica de
"antipatriota" y "traición".
Lo peor de todo es que sus
ayudantes tienen que esconderle el maletín nuclear a todas horas porque el
presidente da muestras de serios desequilibrios mentales y una obsesión
enfermiza con el botón rojo. Es decir, Trump es lo que parecía: un maníaco
peligroso, un tipo que no está en sus cabales. En su vida familiar se comporta
como un auténtico déspota. Suele referirse a su esposa Melania como "un
trofeo" y el día de la toma de posesión la abroncó duramente en público
porque ni un solo famoso había querido acudir a la investidura.
Todo Hollywood
huía del ricacho enloquecido como de la peste. Trump es un tremendo mujeriego y
durante la campaña electoral se agravó su condición de sátiro acosador. Según
uno de sus asesores, el líder del mundo libre es "tonto como la
mierda" y otro lo califica lisa y llanamente de "bobo". Trump,
como no podía ser menos, ha intentado que el libro de Wolff no saliera a la
venta pero no lo ha conseguido. El emperador que por momentos recuerda a aquel
Calígula chiflado que quiso nombrar cónsul a su caballo ha quedado desnudo ante
todo el mundo. Y sus vergüenzas son como para echarse a reír. O a temblar.
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