(Publicado en Diario16 el 30 de mayo de 2023)
El adelanto electoral del 23J, el último as de bastos que Sánchez tenía guardado en la manga tras el batacazo en las municipales y autonómicas, ha cogido desprevenido al PP. Feijóo no se lo esperaba. Ayer andaba por Génova, pero no tenía previsto hacer declaración alguna hasta hoy martes. Así que cuando vio a Sánchez en la televisión, resucitando entre sus cenizas y declarando la batalla definitiva para el próximo verano, el mandamás gallego se vio obligado a cambiar el guion, a improvisar otro relato sobre la marcha y a comparecer él también. “Mejor cuanto antes”, dijo al respecto del adelanto electoral, y acto seguido advirtió a sus parroquianos de que el sanchismo no ha sido vencido todavía. Esa frase tan expresiva como prudente fue un reconocimiento implícito de que el PP no las tiene todas consigo de cara a las generales. O lo que es lo mismo: hay partido.
El 28M ha sido un serio toque de atención para la izquierda española enfrascada en sus luchas intestinas, pero como elecciones locales que son, tan solo suponen una proyección especulativa y aproximada de lo que podría ocurrir en las generales. Lo que pase el 23J no tiene por qué ser necesariamente un calco de lo que pasó el domingo. Nadie vota lo mismo cuando el candidato es su alcalde que un senador al que no conoce de nada, así que cualquier comparación es pura trampa. Dicho lo cual, según El País, que ha analizado los datos, de celebrarse hoy las generales el PP sería el partido con más escaños en el Congreso (143 diputados, 54 más que ahora). Ese cosechón lo obtendría a costa de Ciudadanos, que perdería a sus diez representantes, desapareciendo del hemiciclo, y de Vox, que vería esfumarse 37 parlamentarios (pasando de 52 a 15).
El partido de Santiago Abascal tiene motivos para estar alerta. Solo un 7 por ciento del electorado lo ha votado esta vez, frente al 15 por ciento de las generales de 2019. De modo que a la hora de formarse un gobierno de derechas PP/Vox, la suma de ambas fuerzas (158 escaños) no daría para la mayoría absoluta (176), según el periódico de Prisa. En concreto, a ese hipotético bifachito le faltarían 18 diputados para poder investir a Feijóo como presidente del Gobierno de España. Vaya por dios, qué faena. Obviamente, con las cosas que ambos partidos vienen diciendo de los nacionalismos periféricos, sobre todo de vascos y catalanes, no esperarán ahora que el PNV acepte un pacto de gobernabilidad con ellos (Ayuso incluso ha llegado a calificar de xenófobos a los peneuvistas). De tragar con ese acuerdo, el bueno de Aitor Esteban tendría que hacer las maletas y volverse para Bilbao, ya que habría cavado la tumba del partido fundado por Sabino Arana.
No obstante, conociendo cómo se las gastan los populares, la demagogia a calzón quitado con la que se manejan y la falta de coherencia política de la que hacen gala (hoy dicen esto, mañana lo contrario), nada nos extrañaría que terminaran llamando a la puerta de todos aquellos partidos a los que han estado humillando y vilipendiando desde la oposición, como Junts, Esquerra o incluso Bildu, para pedirles los apoyos necesarios con el fin de investir a Feijóo. No se crean, tienen jeta para eso y para mucho más. Recuérdese que en el PP se han pasado la legislatura acusando a Sánchez de “traidor” y “felón” por negociar con los que quieren romper España pese a que Aznar, en su día, fue investido presidente gracias al Pacto del Majestic con Pujol. Y que no han dejado de taladrarnos la cabeza con la matraca de que el PSOE ha claudicado ante ETA cuando el propio Josemari acercó presos, negoció con la banda y llamó movimiento de liberación nacional a los etarras.
Ayer, Otegi ya le dejó meridianamente claro a Feijóo que la izquierda abertzale siempre estará en contra del fascismo español, así que por ahí los populares lo tienen crudo. De los puigdemontistas solo cabe esperar una hermosa butifarra o peineta por todo lo que pasó con el procés y lo mismo se puede decir de Rufián. Ningún nacionalista –sea gallego, valenciano o turolense–, le daría el sí a Feijóo ni por todo el oro del mundo ni por todas las competencias e inversiones transferidas. El PP se apestó a sí mismo cuando se acercó a Vox en regiones como Madrid, Castilla-León, Andalucía y Murcia y ahora nadie quiere saber nada de la gaviota transformada en aguilucho o pollo. Es lo que tiene dejar de ser un partido de Estado para convertirse en un partido antisistema.
Por tanto, ¿dónde piensa recabar Feijóo los 18 diputados que le faltan para lograr la mayoría absoluta en el Congreso? Ciudadanos ya es historia, así que no estará Inés Arrimadas para hacer de elegante muleta. Podemos, desde luego, ni de coña. Errejón nasti de plasti. Y alguna pequeña formación regionalista pudiera ser, pero es difícil. Al Partido Popular no lo quieren ni en el Grupo Mixto, donde están los supuestos francotiradores que van por libre, y ni recurriendo a los ujieres de las Cortes les da para formar gobierno. Hoy por hoy, el PP no tiene aliados en el Parlamento más allá de algún que otro tránsfuga, así que lo que no consiga por su cuenta nadie se lo va a regalar. Esa es la gran tragedia de Feijóo, que ha unido su destino, ya para siempre, al de la extrema derecha. O logra la mayoría absoluta él solito o con la ayuda de los voxistas o a tomar viento, como suele decirse coloquialmente. A declinar la formación de Gobierno ante el rey, como hizo en su día Rajoy. A otra cosa y que pase el siguiente, que bien podría ser Sánchez otra vez. Ese sería un gran capricho del destino: que Feijóo ganara las generales, que no pudiera gobernar y que el turno pasara de nuevo al presidente socialista con su probada habilidad para tejer alianzas mediante la “gobernabilidad variable”, en este caso sustituyendo a la moribunda Podemos por la revitalizada Sumar, la plataforma de Yolanda Díaz. Por todo eso advierte el dirigente popular, a sus huestes, que “el sanchismo no está derogado”. Por eso se conduce con pies de plomo y con toda la prudencia del mundo al vender la piel del oso antes de matarlo. Porque ve a Sánchez como el Cid Campeador. Alguien que puede ganar la batalla incluso después de muerto.
Viñeta: Iñaki y Frenchy
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